XXV

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—¿Cómo se les ocurre querer irse de la ciudad? Encima sin avisarle a Kenneth ¿Qué pensaban hacer? —les inquirió Skyler, sonriendo.

Nate estaba abrazando con un brazo a Milena, y con el otro a Nieve, quien había estado ladrándole al tipo ese.

—¡Calla a ese maldito perro o le vuelo la cabeza de un tiro!

Nate gruñó y afiló su mirada.

—Ni Milena, ni yo, les debemos explicaciones a ustedes. No sé porqué mierda estás aquí.

—Oh claro que sí, por supuesto que nos debes explicaciones. Tú decidiste unirte a nuestra hermanita, ahora eres parte de nuestra familia también.

—Y eso no les da derecho de meterse en nuestras vidas —gruñó.

Skyler gruñó y sacó el arma al ver que Nieve no dejaría de ladrar. Apuntó al cachorro y al momento de gatillar, Nate se movió rápidamente, recibiendo el impacto.

—¡¿Qué crees que hacés?! —le gritó desesperada Milena, al ver la sangre del muchacho brotar por su espalda—. Nate ¿E-Estás bien?

—Es un imbécil, defender a un maldito perro. Que-

Nate se puso de pie y de un rápido movimiento lo tomó del cuello, apretando su tráquea.

—Heriste a mí perro —gruñó de rabia, cambiando sus iris a un rojo carmín, antes de golpearlo contra la pared—. Te voy a matar —gruñó furioso.

—Nate, detente ¡No lo hagas! —gritó alarmada al ver que comenzaba a golpearle la cabeza una y otra vez contra la pared—. ¡Nate!

Intentó tomarlo del brazo para detenerlo, pero el rubio en ese momento tenía mucha más fuerza que ella.

—¡Nate reacciona! ¡Nieve necesita atención!

Al escuchar aquello, soltó a Skyler que cayó al suelo y se giró para observar el cachorro que estaba tendido en el suelo. Sus iris volvieron a ser azules y corrió hasta Nieve. Se quitó la campera y lo envolvió, tomándolo en brazos.

—Sube al auto, rápido.

—P-Pero mi hermano —sollozó asustada.

—¿Vienes conmigo o te quedas aquí?

🌘🌘🌘

No, nada había salido como habían planeado. Lo único que habían podido hacer, era atender a Nieve, quien tenía herida una de sus patas. La bala le había rozado la piel al salir del hombro de Nate, su herida era superficial.

Y aunque luego de aquello habían retomado su camino hacia PurpleSnow, los hombres de Kenneth los habían encontrado igual, deteniéndolos... Nate jamás se había imaginado que ese tipo tenía a la policía incluso trabajando para él.

Los habían detenido por intento de homicidio, pero esa sólo había sido la excusa, ya que de la comisaría, los habían trasladado a otro lugar, que al parecer, le pertenecía también a Kenneth.

—Tú no tienes ideas de los problemas en los que te has medito. Tienes la mierda hasta el cuello.

—¡¿Dónde está mi lobo?! —gruñó furioso.

—Si tú no te comportas, lo mataré.

—¡A ti voy a matarte si no me traes a Nieve ahora!

—No me amaneces, Nate, porque no tienes idea de lo que soy capaz de hacer.

Nate gruñó, enseñando los dientes. Lo tenían atado a una silla, en una habitación apenas iluminada. No sabía dónde estaba Milena, si estaba bien o no tampoco. Sólo esperaba que ella estuviese con Nieve.

—¿Te vas a calmar? ¿O traigo a uno de mis hombres para que te amanse?

—¿Qué mierda quieres, Kenneth? ¿Por qué no nos dejas en paz? ¡A ti no te interesa Milena!

—No, es verdad, ella no me importa. Pero sí son de mi interés los cachorros que lleva —sonrió—. Son únicos, especiales.

—Ella no los quiere, así que no te hagas ilusiones, no van a nacer —gruñó.

—¿Según quién no van a nacer? —le inquirió divertido, arqueando una ceja—. No seas imbécil, Nate ¿Es que aún no te diste cuenta que aquí todo lo controlo? No estamos en el bosque.

Lo observó, en silencio, apretando los dientes.

—Si tanto amas a tu perro, será mejor que cooperes y no intentes huir nuevamente. Yo les estoy ofreciendo una vida muy bien acomodada y segura, siempre y cuando me obedezcan.

Lo miró a los ojos, dispuesto a seguirle el juego hasta que pudieran huir. Nadie era dueño de su vida, más que él mismo.

—Quiero ver a Milena y a Nieve ahora.

—¿Entendiste o no lo que ocurrirá si intentan volver a escapar?

—Sí, quiero verlos ahora —gruñó.

—Perfecto, me alegro que podamos solucionar las cosas hablando, cuñado —sonrió.

Nate lo observó irse, gruñendo. ¿Cuándo mierda le dejarían ver a Milena y a Nieve? Debía buscar la forma de contactar con su familia de PurpleSnow.

Y casi una hora después, Milena entró a la habitación con el cachorro, sollozando.

—N-Nate.

—¿Qué ocurre? ¿Te hicieron algo? —le preguntó desesperado, sin poder soltarse de las ataduras.

—Estoy bien, s-sólo estaba preocupada por tí —le dijo caminando hasta él, para abrazarlo al llegar.

—Todo va a estar bien.

—No, nada lo estará, él no me dejará interrumpir el embarazo. Quiere que tenga al cachorro —lloró—. Y tengo miedo, Nate, no sé para que lo quiere.

—Aquí no podemos hablar —murmuró—. Pero eso no ocurrirá.

...

NateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora