minsang.

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Las pulcras telas cayeron de su cuerpo dejándolo desnudo, el frío calo levemente hasta erizar su blanquecina y suave piel. Soltó su larga melena hasta que le cubriera su espalda, la acomodo hacia atrás estrujando sus cabellos negros en sus manos y a paso lento se fue adentrando en aquel lago para asear su cuerpo. El agua fría conecto con su piel cosa que lo hizo estremecerse, pero la costumbre de la habitualidad lo obligó a seguir adelante.

No había mucho que hacer en esos tiempos y se suponía que el no debía estar ahi, ¿Desde cuándo el principe heredero salía del castillo? Yeosang no creía en esas estupideces; todos los príncipes acostumbraban a llenarse de banquetes y mujeres como si nada, el no quería ser así. Esa era la única razón por la que cada noche cuándo todo el palacio dormía, él escapaba hacia las profundidades del bosque y recorría las penumbras hasta llegar al pueblo, supervisando por su cuenta que todo valla bien.

El único contratiempo era que en esa ocasión algo le salió mal y junto a su yegua resbalaron en el barro, últimamente llovía demasiado y eso era algo bueno porque habían pasado por un extenso tiempo de sequías que no dejaban dar frutos. Agradecía a la diosa luna que les hubieran dado lluvia, después de tantas manifestaciones de parte del pueblo, pero ¿Encerio tenía que caerse y ensuciarse?

Cuando aquel lago ya cubría hasta su cintura comenzó a limpiar su cuerpo, meneandolo para poder quitar todo tipo de suciedad. Sus largos y oscuros mechones estaban empapados y enrollados en un moño que era sostenido por dos palillos de madera con un dragón real en sus mangos. Yeosang estaba tranquilo pero de alguna manera se sentía observado, volteo varias veces sin tener éxito en encontrar a alguien.

Una rama crujió y el príncipe volteo de inmediato viendo como se escabullia una sombra negra entre las penumbras de los árboles altos. Agachó su cuerpo hasta esconder su cuello y con ello divagó entre su entorno; su caballo aún seguía durmiendo al lado de sus cosas, todo estaba en silencio y no podía ver exactamente nada a pesar de haber presenciado ello, quizás estaba alucinando pero, ¿Qué tal si no?

--Si hay alguien ahí, salga! --kang se sentía desprotegido, estaba desnudo en un lago y parecía que aquel susodicho era un ladrón o algo así. Si se enteraba que el era el principe sería peor, moriría desnudo. --Es una orden. --advirtio.

Sus ojos presenciaron una figura enorme de cabello rojo, por lo que la luna dejaba ver, vestido totalmente de negro, lo reconoció al instante y odio ello; aquel ser se acercó a la orilla del lago, descubriendo su rostro frente a su alteza y con una reverencia saludo. Aún de pie mirándolo como cada noche decidió a hablar.

--Mi señor, debería estar en sus aposentos, no es seguro que este a altas horas de la noche en un río. --recordo.

--Cállate, no me digas a mi que hacer. --salio del agua sin importarle que estuviera desnudo, no era la primera vez que lo veía así. --Pueden cortarte la cabeza por acechar a un príncipe y más al heredero. --bravo.

Un silencio tomo por completo el lugar, solo pudiendo oírse a los búhos de media noche y las ramas en movimiento. Ambos estaban parados bajo la luz de la luna sin mover un solo músculo, incluso cuando yeosang sintió frío no importó, no si Mingi estaba ahí. Este mismo miraba las curvas pronunciadas del chico como si fueran desconocidas, aunque el muy bien sabía que no lo eran.

Unos brazos rodearon su cadera, no le sorprendió en lo mínimo cuando aquellos besos comenzaron en su cuello y nuca, haciendo estragos con sus sentimientos. El sabía lo complicado que era, sabía que estaba literalmente condenando a ambos a la misma muerte pero no importaba, no si ambos se sentían bien en la piel del otro, no importaba si sus bocas se unían en pecado para disfrutar de su propia lujuria, no importaba si todo eso era con Song Mingi.

 one shots- ateezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora