Elisa

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¡Qué horror! Me despierto sobresaltada. Estaba dormida, pero Terry, al oprimir mis pechos con fuerza, me ha despertado. Ha vuelto para desvelarme y prorrogar mi pesadilla. Abrir los ojos y contemplar su rostro me acongoja, así que opto por cerrarlos nuevamente. Tampoco quiero padecer viendo qué hace. Estoy tan asustada que solamente me concentro en mi respiración. En una ocasión leí que, si te concentras en la quietud, en un solo objeto, surge una sensación de gozo, equilibrio y salud. Ahora no pretendo tanto, me conformo con tranquilizarme. Sin abrir los párpados, solo percibo el negro de mi interior y por unos segundos siento alrededor absoluto silencio y que las palpitaciones de mi corazón son tan fuertes que parece que su eco retumba en las paredes de esta maldita habitación.
Me sujeta la muñeca, pero sigo sin mirar y respiro aceleradamente. Noto algo en el brazo que me duele muchísimo y grito desesperada abriendo los o jos.
—¡No! ¡No, no, no, noooo! ¡Por favor, no, por favor! ¡No, no, nooooo!
Me propina una tremenda bofetada que impulsa mi cabeza, ladeándola hacia el otro extremo. Siento arder mi cara, me quedo medio aturdida y lloro en silencio mirando cómo empieza a brotar la sangre del corte que me ha hecho en el antebrazo, siento gran temor.
Sigue haciéndome cortes y más cortes y estoy al límite de la desesperación. No puedo más, no puedo más, me estoy desquiciando. Es como si un corsé me oprimiera el pecho y me faltara el aire para respirar. Ya van cuatro cortes, y mi cuerpo reacciona encogiéndose y tensándose por el miedo. No entiendo el porqué de todo esto. Me gustaría saber qué pretende con esta tortura. Quiero que acabe ya de una vez.
Deseo con todas mis fuerzas que termine esta agonía. Llevo demasiado tiempo aquí y no soporto más esta situación. Tengo la piel sucia y ahora... estos cortes hacen que tema desangrarme. Esto es desesperante. No lo aguanto, no lo aguanto, no lo aguanto.
—Tu hermano. ¡¿Dónde está tu hermano?! —me exige una respuesta gritando.
Sus palabras suenan a amenaza, pero yo no sé dónde está Neal.
—No lo sé —respondo inmediatamente.
—Morirás si no me dices dónde encontrarlo.
—No lo sé, de verdad que no lo sé —digo subyugada y llorando.
—Cortaré cada centímetro de tu piel. Sufrirás un shock hemorrágico y morirás.
—Por favor, no. De verdad que no sé dónde está.
No dejo de llorar. Mi verdad no le convence y sigue haciéndome más cortes en el otro brazo. Comprendo que tiene intención de que me desangre lentamente para forzarme a contarle algo que ignoro. Deseo con todas mis fuerzas moverme y liberarme, pero lo único que puedo hacer es girar la cabeza, es decir, nada.

Ante todo, quiero seguir viviendo.
—Vas a morir si no hablas. Volveré al anochecer y, cuando regrese, quiero una respuesta y que me digas dónde... está... tu estupido hermano.
Deja de hablar y oigo sus pisadas alejarse hasta que por fin desaparece. Ya sin él aquí, puedo pensar mejor. Por tanto, creo que, de seguir así, pueden pasar horas hasta que muera desangrada.
Si supiera dónde está Neal, todo esto terminaría de una vez. Esta situación me sobrepasa. Desorientada, sin comer, sudando, haciéndome todo encima, sangrando y sin fuerza porque me siento morir, esto es el peor de los infiernos. Estoy en un estado de desesperación tal que me desmorono. Vencida, estoy vencida y no dejo de acordarme de los chicos. Quisiera pensar que me buscan y que alguno aparecerá en cualquier momento y me rescatará, pero eso no va a pasar, porque hace tiempo que no sé nada de ninguno de ellos. Papito está de viaje por Francia; de Alistair y Archie, no tengo ni idea de dónde se han metido; y Neal probablemente se encuentra en la capital jugando su particular partida de ajedrez para intentar cambiar la mierdosa realidad que vivimos estos últimos meses.
Ojalá Terry se conformara con que le dijese que Neal está en la capital, pero no, no va a ser así. A veces, mi hermano me cuenta cosas de la gente con la que se relaciona, pero apenas sé qué hace, dónde se mete o sus verdaderas intenciones. Últimamente, todo su mundo gira en torno a la partida de ajedrez que juega. Las personas son piezas que maneja, y sus propósitos, complejas estrategias de movimientos planificados. Es imposible prever qué hará ni con quién estará. Su férreo secretismo es un inconveniente para mí en este momento.
Me preocupa la composición del potingue que me ha extendido este cabrón y si me producirá alguna reacción. Mi mente salta de pensamiento en pensamiento, y todos ellos se me arremolinan. No dejo de acordarme de Papito, de cómo lo echo de menos y de que se fue por mi culpa.

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