Epílogo

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Yo lo sabía... y lo guardaba ahí, bajo llave, dentro de mi escritorio personal, en el solárium.
El diamante verde.
Èÿù, su dueño y el dueño del inmenso oscuro espacio, es también el dueño de los caminos y del destino, es el que abre o cierra el camino de la vida, prosperidad, felicidad suerte o desgracia; e incluso puede determinar sobre las influencias de otros egguns. A Èÿù le otorgan el papel de policía, que castiga a aquéllos que han perturbado el orden del Universo y de las cadenas del destino.

Se que estuvo ahí, lo vieron con nosotros, protegiéndonos.
Solo que: Aún no se porqué.
El tiempo es cruel y corre demasiado rápido.
De nuestro accidente ferroviario, yo, William Albert Ardlay, perdí la memoria temporal.
Había olvidado quien era Candy en mi vida.

George se encargó de traerla a la mansión conmigo en cuanto pudo ubicarnos en Italia gracias al rescate de la tía Janis y sus contactos dentro del hospital de Génova.
Durante un año Candy, había muerto.
La hija adoptiva de los Ardlay había sido la protagonista de un sangriento y tenebroso homicidio dentro de Manor Graham, lugar donde vivió como la prometida de Terence Grandchester, su padre el duque de Grandchester y su otra prometida. Elisa Leegan Ardlay.
"El descenlace de una muerte anticipada"
"El escandaloso Menage au troi de las Ardlay y su fatal término"
Isabel... "Todo el romance quedó en cenizas"
George con documentación en mano que yo le había suministrado y bajo mi supervisión fue el encargado de aclarar la suplantación de identidad de la que había sido víctima Candy Ardlay. Así fue como estando aún hospitalizados, Candy pudo recuperar su nombre y su reputación.
Isabel Von Campel.
Hija de un socio alemán, dueño de varias minas de diamantes de sangre.

Abro el cajón y tomo en mis manos el anillo, lo guardo en el bolsillo de mi bata. Dejo que los recuerdos se apacigüen y me levanto del sillón frente al ventanal principal del solárium. Hoy Candy vendrá a firmar el finiquito de la tutela bajo la familia Ardlay, y aunque conservará el apellido, "Por orden del bisabuelo William", aún así es sumamente difícil enfrentarme con la verdad frente a ella.

—Tío abuelo William —la puerta se abre.
—Adelante — llegó el momento.

La reacción de Candy al encontrarse conmigo aquí, no me llama para nada la atención, era exactamente lo que yo esperaba. Después de casi tres años viviendo juntos y al mismo tiempo cada cual por su lado.
Ella visitando constantemente el hogar de Pony.
Y yo, en mi lucha por recordar, por recordarla.

—Hola Candy —digo y me mira girando el rostro, tratando de asimilar algo de lo que sucede y que hago yo aquí en lugar del tío abuelo William.
—¡Albert! —pregunta—¿Donde está el tío abuelo William? Sabes que tengo urgencia por viajar a New York, sabes, ya recibí mi título, ¡Estás frente a una enfermera titulada!
—¿Enfermera?— Ahora caigo en cuenta y recuerdo porque me había gustado Isabel.
Siempre fue Candy.
Un escalofrío me recorre el cuerpo —Candy — repito— Yo soy William Albert Ardlay, soy el bisabuelo William.

Candy se echa para atrás y me mira con los ojos desorbitados.
No dice nada.
Toma el documento que tenia en las manos, lo firma y sale sin decir absolutamente nada.
La puerta suena al cerrar.
Me giro nuevamente para mirar el bosque a través del ventanal que da frente al solárium de la mansión.
—William —la puerta se abre una vez más.
—Dime George.
La señorita Candy está preparando su equipaje y me ha pedido que se distribuya lo que le pertenece a usted y lo que es de ella; verá hay demasiado souvenirs tribales y otras cosas que no tienen género, para poder hacer una correcta distribución y creo que...
—Déjala que se lleve lo que quiera George.
—William, creo qué hay cosas de la señorita Von Campe entre todas las demás.

Tiene razón. Isabel era temática de comprar chucherias, según ella para decorar nuestro futuro departamento... Me levanto, ya es hora de poner un punto final a toda esta situación.
"Pasado al pasado y que venga lo que tenga que venir"
Camino a paso firme, abro la puerta principal del vestidor y me encuentro con un circo, son demasiados baúles...
—George, lo que es ropa por favor, que Candy se la lleve, Isabel jamás tuvo ni una sola de sus prendas de vestir en mi departamento.
—¿Y esto también William?

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