Un trueno le hace despertar más velozmente. Ha sido un trueno distinto. Un trueno sin oscurecerse el cielo, sin rasgar el rayo la cúpula de la selva. Un trueno que ha provocado un escalofrío que le recorre todo el cuerpo.
Una gacela ha caído muerta junto a ella. Fulminada. La mira con estupor. Sangra. Pero ningún león le ha dado muerte. Nada se abalanzó sobre ella. La gacela ha muerto por algo desconocido.
Se levanta desesperadamente, emitiendo gruñidos de rabia y de temor. Recuerda, con rencor, tiene algo que hacer, alguien que matar. Pero no llora. No sabe llorar. Camina hasta que el cielo se metamorfosea. De azul a amarillo, de amarillo a rojo, de rojo a gris, de gris a negro.
Pero un negro con sombras.
Un negro con luz. La luz de aquellas llamas del cielo y de aquella bola de fuego que algunas veces se oculta tras las nubes. La bola de fuego que siempre había intentado coger con sus manos, subiendo hasta las cimas de los más altos árboles. Aquella bola de fuego que también aparecía, con la noche, en la superficie de las aguas de los ríos. Pero que se desvanecía al querer tocarla o huía burlona en cuanto se acercaba a ella.
Cansada, sintiendo una fuerza explosiva en su pecho que le asfixiaba, sube las escaleras. No hay ninguna sombra negra ni ninguna agresiva prima de la casa Manor Graham.
Se tiende en una gruesa cama y se duerme.
En el cerebro retumban infinidad de truenos como el que mató a la gacela.
Algo le sobresalta.
Ha sido el crujir de unas ramas. Sin darle tiempo a incorporarse, algo le rodea y le hace caer del árbol.
Aúlla como los lobos.
Siente un presión en el brazo. Un jalón. La vista se le nubla.
Y despierta al oír el sonido extraño, al estar rodeado de lo negro. El cerebro resume. Unos animales le han dado muerte. O uno de aquellos terroríficos truenos. Pero, si está como la gacela, ¿por qué siente?
Un sudor frío le empapa la frente.El cerebro decide. Coordina todos sus centros, transmite órdenes. El cuerpo se incorpora, lentamente.
Ahora, la sensación de lo blando la siente en la espalda. Le duele en el bajo vientre. Orina. Las gacelas muertas no orinan. Levanta los brazos. Nada ante ella. Nada a su lado. Olfatea, mueve la cabeza, se pone de pie. En las plantas de los pies es donde únicamente siente lo blando.
Abre y cierra los párpados con rapidez. Pero siempre lo negro. No es la noche. Ni el día.
Pero hay una gota de luz. Una gota cerca de ella. No podía verla tumbada, pero sí de pie.
El cerebro piensa que el cuerpo debe caminar. Y lo hace. Tropieza, cae al vacío. Pero es poca altura. El rostro se ha quedado al lado de la gota de luz. Esta vez la retina puede transmitir perfectas sensaciones al cerebro.
El cuerpo se incorpora, se traslada hacia donde parte aquel delgadísimo rayo de luz. Deja que le dé directamente en un ojo, después en otro. Con la luz llega la vida. Con la luz desaparece lo negro.Choca violentamente con algo. Le duele la nariz. Algo duro, tan duro como los árboles, le ha impedido continuar su camino hacia la luz.
El dolor enfurece al cerebro. Y el cerebro manda destrozar.
El cuerpo se lanza con todas sus fuerzas contra lo que está ante ella mientras emite rugidos de rabia. Las manos tiran hacia atrás y hacia adelante al tener entre ellas un cuerpo y más duro aún que lo que le detuvo. Algo se desgarra, algo cede y el cuerpo sale impulsado hacia atrás. Sangre. Pero, repentinamente, el cerebro capta todo un marco de luz.
El cuerpo se queda paralizado, sorprendido.
Lo negro ha desaparecido por completo. Todo es luz. Una luz que viene de enfrente, que ilumina el lugar.
El cuerpo se ve rodeado de objetos extraños, inéditos, irreconocibles, imposibles de comparar. Detrás de él, el más grande, donde estuvo en horizontal.
El cuerpo más grande se abalanza ansioso hacia adelante, las manos rompen objetos invisibles y el aire le da en el rostro.
El cerebro se alboroza.
Todas sus células quieren recibir aire y luz. Las retinas captan un cielo azul, con algunos mechones blancos. Pero sin selva bajo él. Los árboles han sido sustituidos por indescriptibles y curiosas formaciones.
El cuerpo da saltos.
Placer y temor. Gime. Mira hacia abajo. Es como si estuviera subida al árbol más alto de la selva. Para huir tendrá que exponerse a graves peligros.
Los ojos se detienen en las manos. Sangran.
El cerebro siente dolor. El cuerpo salta más, sobre sí mismo. Y grita desgarradoramente. Aúlla con un infinito rencor ante lo desconocido.
Vuelve el sonido que le despertó.
Se acerca adónde él se encuentra, pero no divisa a nadie. Más sangre. Retrocede, también de los pies le llega dolor. Algo tan transparente como el agua del río se le ha clavado en sus plantas.
De pronto, uno de los extraños objetos se abre.Aparecen unos seres vestidos de gris, como si fueran varias bolas grises. Son animales que le atacarán. Unos animales jamás vistos, pero que tampoco le resultan totalmente desconocidos. Algo hay en ellos que le recuerda vagamente un pasado casi olvidado por completo. Aquellos animales también gimen y gritan:
—¡Se ha despertado!
—¡Ha matado al Lord!
—Ha degollado al duque...
—Con prudencia; muerde directamente en el cuello...
El cerebro los estudia rápidamente. Aquellos animales también tienen miedo. Intuyen que ella les puede causar daño. Han gemido. Han emitido unos sonidos que no puede comprender.
El cerebro ordena al cuerpo. El cuerpo se dobla. Las manos se crispan, los ojos se enrojecen, la boca se abre. Enseña los dientes. Gruñe amenazadoramente.
—Pronto, está herida. Sangra por la frente y las manos...
El cuerpo retrocede más. Se agacha al máximo.
Su piel se está cayendo a pedazos.
Grita terriblemente. Está dispuesta a dar el gran salto sobre aquellos animales que piensan atacarle.
El cerebro pone en tensión al cuerpo.
El cuerpo sale catapultado. Y una de las manos, de largas y encorvadas uñas, rasga el blanco de uno de aquellos animales.
Tiene que seguir destruyendo.
Tiene órdenes de matar.Fuego, arde
Todo arde. Las llamas, la enorme humareda y las cenizas abarcan la escena.
Dolor, lágrimas y lamentos, ¿por qué siempre acompañáis al fuego?
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Èÿù
Fanfiction¿Que buscaba William Albert Ardlay en África? Y... ¿Que hubiera sucedido si Candy al recibir la carta de Albert, ella decide seguirlo? Advertencia: Si tienes miedo de la brujería. No sigas leyendo. En principio, podría parecer que la labor de Èÿù c...