Capítulo 7

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Me muerdo las uñas, nerviosa. Decido ducharme por segunda vez en lo que va de día, solo para distraerme y mantenerme ocupada.

Ayer, uno de enero, fumé más que nunca. No dejaba de pensar que cada cigarro, sería el último.

Me acosté a las once. Y a las doce menos diez, aún con el sueño ya en el cuerpo, me levanté y salí a la terraza a fumarme el último. El último de verdad.

Hoy me desperté bien. Hasta que terminé el café del desayuno. Somos seres de rutinas, ¿no? Pues yo llevo casi diez años acompañando ese café con un cigarro. Decidí atajarlo pronto. Me puse unos leggins y una cazadora, y sin dinero, para no caer en tentaciones al pasar por un estanco, salí a dar un paseo.

¿Puede ser que estuviese tentada a parar a más de una persona que vi fumando, para pedirle tabaco? Puede ser. Pero no lo hice.

Tras casi una hora dando vueltas, decidí entrar en la pequeña tienda de alimentación que me queda a unos metros de casa.

— Nǐ hǎo —saludé a Xiu-mei, la dependienta, una chica jovencita muy agradable.

Siempre me enseña palabras en su idioma, el chino, aunque me cuesta no olvidarlas. Los idiomas nunca han sido lo mío. En cambio, las tres o cuatro que yo le he enseñado a ella en gallego, las recuerda a la perfección.

Cogí tres paquetes de pipas, aceitunas y golosinas. Estas últimas, para Ainhoa. Lo demás para mí, para mantener las manos ocupadas.

Pero cuando fui a pagar, no encontré mi cartera y recordé que estaba en casa. Como hay confianza, Xiu-mei insistió en que ya le pagaría luego. Me despedí de ella.

—Ata logo! —me respondió ella en mi lengua natal.

Y así estoy ahora mismo. Dándome una ducha de agua ardiendo de nuevo. Con los labios doloridos de la sal tras haberme comido un paquete y medio de pipas. Ainhoa se río de mí, cuando me encontró en el sofá, llena de cáscaras de pipas por todos lados. Pero me dijo que estaba orgullosa de mí.

Salgo de la ducha justo cuando alguien peta a la puerta. Me asomo y descubro a la susodicha. Me tiende un paquete de la farmacia. Parches de nicotina.

La miro sorprendida.

—¿Los acabas de comprar? Porque en lo que he tardado en ducharme, con ese bombo incipiente que tienes, es imposible que te haya dado tiempo a bajar y subir de la farmacia.

Ainhoa me responde con una carcajada.

—Me has pillado. Acabo de obligar a Nacho a ir a comprarlos. También subió más pipas y golosinas —sonríe abiertamente, enseñándome sus perfectos dientes blancos.

—Dale las gracias de mi parte —sentencio, agradecida.

Tras vestirme, cojo mi portátil y me siento en la isla de la cocina. Reviso mi correo, contesto a varios whatsap atrasados (entre ellos, uno de mi padre, a quién no le ha hecho mucha gracias mi regreso repentino a Madrid), y abro la página de la universidad.

Me entran los nervios cuando veo dos notas de mis exámenes finales ya colgadas. Abro la primera.

Un 8'9 en dirección financiera. Guau. No me había salido mal, pero es una de las asignaturas que más detesto.

Abro la segunda. Es de análisis integral de empresa. Y mi sorpresa es aún mayor. Un diez.

Cojo mi móvil y busco entre mis contactos a Samuel, mi único amigo del master.

"Guapetón. Hay dos notas ya publicadas. Las has visto??"

Pulso la tecla de enviar y sigo a lo mío.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora