Capítulo 9

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Sigo mirando la pantalla del ordenador, boquiabierta, con el correo de mi empresa abierto, firmado por mi padre.

Lo releo de nuevo, creo que con la esperanza de haberlo entendido mal. Pero no.

En él, se me notifica una suspensión de empleo y sueldo durante 10 días por supuesta "indisciplina y desobediencia".

Noto como paulatinamente se me encienden las mejillas y el calor me sube a la garganta.

No me lo puedo creer.

NO ME LO PUEDO CREER.

No tardo en recordar la  última llamada telefónica con mi progenitor...

Esto supera todos los límites.

Bufo.

Mi padre siempre me ha controlado, es cierto.

Siempre me ha exigido ser la hija perfecta, sí.

Ha sido un jefe riguroso y rígido, también.

Pero esto... esto es demasiado.

Noto como la ansiedad aparece. Me saluda, me dedica una sonrisa puñetera y se instala en mi garganta y estómago. Es que no doy crédito...

Que traslade nuestra conversación telefónica de hace dos días, al ámbito laboral... es la gota que colma el vaso.

Cojo el móvil, enojada, y lo llamo. Pero no hay respuesta. Vuelvo a probar otras dos veces más, mientras no dejo de dar vueltas de un lado a otro. Finalmente, salgo de la cocina, dando un portazo. Necesito aire. Cuando llego a la terraza, me asomo a la barandilla.

Y me rompo.

Puede parecer que no es para tanto. Pero no es solo la osadía que ha tenido mi padre, que me llena de impotencia. Es la suma de todos los demás.

De la falta de nicotina, que me tiene alterada.

De acabar de recordar con Ainhoa que, hace un año, la embarazada era yo.

De las emociones de los últimos meses.

De mi huida de Madrid.

De descubrir quién era en realidad Simón.

Y, sobre todo, de haber sacado de mi vida a la persona que más luz le daba.

Y tener la certeza, de que no la voy a recuperar.

Es la suma de todos esos factores, lo que ahora me está ahogando. ¿Cuál de ellos pesa más? Pol. Sin duda. Pol siempre será la respuesta a todo. Aunque no haya ninguna pregunta formulada.

Pol fue hogar, joder. Me hizo replantearme cosas de mi vida que nunca me había atrevido a formularme. Me empujaba a crecer. Me daba alas y la vez era mi paracaídas. Con él, me sentía libre. Libre, especial y fuerte. Y yo... yo no supe devolvérselo.

Cuando escucho mi puerta abrirse y me giro, veo a Nacho. No voy a mentir, hubiese deseado que fuese otra persona. Esa que sabe darme la paz que necesito en todo momento.

No me esfuerzo en disimular mis lágrimas. Nacho se acerca al balcón y se queda asomado, desde la puerta, desconcertado.

—Sara... ¿estás...?

Asiento, mientras me tapo la cara con las manos.

—¿Quieres contármelo? ¿Aviso a Ainhoa?

—No, no. Ainhoa acaba de irse —murmuro —. Sólo necesito... llorar un poco y aire fresco.

En ese momento, Pol se asoma por la puerta de mi habitación, imagino que al escuchar voces. No se acerca, pero nos mira con gesto confuso. Me dedica una mirada titubeante unos segundos, pero finalmente da media vuelta y se va.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora