Pol.
Creo que siempre he sido un buen tío. Leal, simpático, de los que hace reír a la gente.
Por lo menos, hasta que Sara volvió. Desde que la tengo de nuevo aquí, correteando por casa, con su jodida aura empañándolo todo, me he vuelto un gilipollas. Uno de manual.
¿La explicación? No la tengo muy clara. Diría que porque me jode tenerla tan cerca y a la vez tan lejos. También porque no quiero que se vuelva a acercar a mí. O porque parece que, aunque suene surreal, ambos disfrutamos con ese tira y afloja. Yo disfruto, pero también sufro. Y reconozco que también me pongo un poco cachondo.
Pero sé que debería cortarlo.
Uno, porque no es sano. Ninguna relación basada en indirectas, reproches y puñales lo es. Aunque a veces se romanticen.
Dos, porque tenía claro que cualquier día, no me iba a poder controlar e iba a acabar comiéndola la boca.
Lo que me sorprendió, es que fuese Sara quién se lanzase a mis labios.
Me sorprendió, lo disfruté, me dió la vida ese puto beso, pero también me jodió. Me jodió, porque llevo un mes prometiéndome olvidarla. Y parece que cada día, estoy más lejos de hacerlo.
Pero entiéndeme también a mí. No quiero volver a pasar por eso. Por sentirme un perro, un idiota, una opción b. Sé que no lo hizo con mala intención. Pero lo hizo.
Aun así, después del beso de ayer... mis esquemas han volado por los aires. Se han roto en doscientos pedazos. Pero aún no estoy preparado para volver a pegarlos. O eso me repito a mi mismo hasta que me lo acabo creyendo.
Ahora la observo, desde el sofá, en la isla de la cocina. Está distraída con su ordenador. Me gustaría preguntarle qué ronda por su cabeza. Pero no me atrevo. Sólo me siento cómodo discutiendo con ella. Aun así, desde el beso de ayer... creo que el ambiente se ha relajado. No hemos hablado de ello, pero por lo menos, hemos enterrado el hacha de guerra.
Sara cierra el portátil, con el ceño fruncido. Sale de la cocina, nos mira, y parece dudar. Creo que quiere un hueco en el sofá. Pero Nacho está en su esquina, leyendo un libro (y ni se te ocurra invadir su espacio personal), yo en la otra, y Ainohita duerme en el medio, estirada, ocupándolo todo.
Me arrimo más a Ainhoa y le señalo con la cabeza a Sara el hueco que le dejo a mi lado, por si quiere sentarse. Me asiente, rodea la mesita del salón y se deja caer a mi lado. Muy cerca de mí. Pero es que tampoco hay más espacio. Me concentro en la peli que puso Ainhoa antes de dormirse. Antes discutía con ella sobre cual elegir. Ahora paso. Sé que es más fácil ceder y elegir otra cuando se duerma a los dos minutos de haber empezado. Sara me imita, viendo la pantalla. Aunque yo, con su presencia tan cerca, no estoy prestando demasiada atención.
Me muevo un poco, buscando estar cómodo. Le paso a Sara un trozo de la manta con la que me tapo y ella también se acomoda. Apoya una pierna, flexionada, sobre las mías, que he estirado y apoyado en la mesa. No puedo evitarlo y coloco una mano en su muslo superior. No voy a reconocer en voz alta que eche de menos su contacto... pero es posible que sea así. Noto como se tensa al momento, pero no dice nada. Solo me mira durante unos segundos. Seguimos en silencio, durante unos minutos observamos la pantalla de televisión que tenemos enfrente, mientras yo sigo moviendo mi mano, aprovechando este momento de tregua, acariciando su pierna.
Joder... como echaba de menos tenerla cerca.
Escucho como su respiración se vuelve más profunda. Sigo acariciándola en círculos, por la parte interior del muslo. Vuelve a mirarme. Y yo, ante esa mirada... dejo de pensar. Cuando mi mano sube un poco más... se relame los labios. Eso hace que me ponga aún más caliente de lo que ya estoy. Es increíble como con unos segundos de contacto, puede influir tanto en mí. Observo a Nacho y a Ainhoa de soslayo. El primero está sumido en su libro. La segunda ronca como si no hubiese un mañana. Sigo acariciando a Sara, por encima de sus leggins. Llego hasta sus labios, disfrutando del camino, por encima de su ropa, con movimientos suaves. Sara cierra los ojos y me regala un suspiro. Yo disimulo una sonrisa. Que estampa tan bonita, joder, el verla disfrutar. Mi mano acaricia suave su entrepierna, buscando la zona de más placer. Noto que la encuentro cuando abre los ojos y me regala la mirada más sensual que he visto nunca. La sigo tocando, y mientras, su mano, bajo la manta, va directa a mi ropa interior. Subo mi pierna izquierda y la flexiono sobre el sofá, buscando escondernos. Aunque si Nacho se girase hacia nosotros... tampoco vería nada raro, gracias a la manta que nos cubre. Sara me toca, por encima del pantalón, con ansias. No tarda en meter su mano por la goma de mi chándal y acariciarme sobre el boxer. Ahora soy yo quién cierra los ojos.
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La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]
RomanceSegunda parte de la biología. _____ Sara lleva tres meses en Madrid. Sara ha reído, ha vivido, ha soñado y se ha enamorado. Sara ha besado a Pol. Y luego ha huido. Pol lleva tres meses ensanchando su colección de sonrisas. Pol ha fluido, ha luchado...