Capítulo 25

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El susto que nos dio Ainhoa el otro día aún hace que mi corazón se tambalee. Cada vez que lo recuerdo, parece que este se olvida de latir unos segundos. Como si de un soplo, volviese a sentir el miedo que yo pasé cuando fui yo la que estuvo en una situación similar. Como si no hubiesen pasado años. Como si fuese ayer, como si fuese yo, como si el pánico volviese a recorrer mi espina dorsal.

 Es por eso que no paso un día sin aparecer por su nuevo piso.

Me abre la puerta vestida con un conjunto de falda y camisa beis y rosa. Perfectamente peinada y maquillada.

—¿Vas a salir, tojito?

—Hola, Sarita. No, que va. Pero me aburro demasiado. Esto del reposo no es para mí. Así que invierto mi tiempo en ponerme bonita —confiesa mientras posa como si le estuviesen haciendo una foto, con morritos incluidos —. ¿Qué tal va el local? —pregunta curiosa y demandante de información.

—Genial, Ainhoa. Tendrías que verlo. Está quedando precioso. Aunque voy a admitir que echo de menos tenerte al lado, organizándolo todo. Yo no tengo tus dotes de mando —reconozco.

—¡Pero si lo estás haciendo genial! Ya avisé a Nacho de que, por mucho que se enfade, el día de la inauguración pienso ir —murmura, decidida, y yo no puedo evitar reírme.

—Pero prométeme que vas a estar sentadita y tranquila.

—Lo promeeeeto —sentencia, haciendo un mohín.

Charlamos durante una buena hora.

Sobre Sebas y cómo la convivencia les está sentando bien. 

Sobre el miedo que pasó en el hospital. 

Sobre Pol y yo.

—¿En que punto estáis, Sarita?

—¿Quién? —murmuro, disimulando, mientras jugueteo con un mechón de mi pelo.

Ainhoa pone los ojos en blanco antes de contestar.

—Pol y tú, ¿Quién va a ser?

—Ah. Bien. Nos llevamos bien.

No añado más. Pero Ainhoa me observa fijamente. Por unos segundos, parece un duelo de miradas. Como si pudiese leer mis pensamientos o acceder a mi consciencia. Al final... ambas estallamos en una carcajada.

—Ya te dije que no eras buena actriz, Sarita. Venga, repito la pregunta. ¿En qué punto estáis?

—Pues... en ese en el que nos decimos lo mucho que nos gustamos cada diez minutos —admito.

—Ai... mi niña. Como me alegro por vosotros —confiesa, mientras me abraza —. Pero por favor, ir con cuidado. Pol lo pasó muy mal... ya sabes... cuando tú...

—Sí, cuando yo me largué como una cobarde —atajo.

—Sí... bueno. Solo quiero asegurarme de que eso no va a pasar de nuevo. Sé que tú intención no fue hacerle sufrir, y coño, que todos nos equivocamos alguna vez... Pero siempre he sabido que Pol le tiene pánico a la soledad. Ya sabes, después de lo que vivió con su madre. Y ahora que yo no estoy tanto a su lado...

—No voy a volver a huir. Lo tengo claro.

—Lo sé —exclama, agarrando mi mano.

Nos dedicamos el resto de la tarde a buscar vestidos de invitada para mi boda por internet. Aunque al final, tras la insistencia de Ainhoa, me arrastra a su vestidor. Y no sé porque me negué al principio, si la capulla tiene más vestidos de gala que una tienda de alta costura.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora