Capítulo 21

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—Vale. Voy a ir cubriendo los agujeros de la pared con masilla. ¿Puedes tapar con el plástico el radiador y esas cosas?

Asiento ante las órdenes de Pol. Hemos decido comenzar a pintar su habitación, como Ainhoa quería, para el futuro bebé. Tras vaciarla al máximo posible, la idea es darle hoy la primera mano de pintura y mañana la segunda.

Estos días han sido intensos. Fugaces. Y divertidos. Desde que Pol y yo nos acostamos... no hemos dejado de hacerlo. De nuevo, en su habitación. En la mía. Y es posible que... también sobre la isla de la cocina. Pero de momento, no se lo hemos contado a nadie. Me sonrojo, ante el recuerdo de Pol, desnudo, dentro de mí... y cómo me hace sentir.

—Sarita. ¿Me estás escuchando? — vuelvo al mundo real—. ¿En qué pensabas? —murmura Pol, riéndose. Creo que mis mofletes colorados quizás me delaten y permitan hacerle adivinar dónde estaba mi mente.

Nos concentramos en pintar, entregados en la tarea. Con música de fondo. Suena Cruz Cafuné, quien sigue hablando de nosotros en cada canción. También Kaseo O y Fernandito Costa.

No estamos solos en el piso, pero de vez en cuando, Pol me roba un beso fugaz. Tenemos que echar a León varias veces de la habitación, porque en cuanto abrimos la puerta se cuela, pero no queremos que acabe lleno de pintura. Ainhoa ha elegido pintar tres paredes de gris clarito y otra de azul cielo, que será la que irá decorada.

Mientras pintamos, suena mi móvil. Me sorprende ver el nombre de mi padre en la pantalla. Pero sea lo que sea, puede esperar, así que rechazo la llamada y le quito el sonido.

En algunos momentos, me recreo observando a Pol. Solo viste un pantalón corto, de chándal, como los de jugar al futbol. Su pecho, desnudo, está ya lleno de pintura. Igual que mis manos y mi ropa.

Cuando Ainhoa entra para despedirse, se sorprende por lo avanzados que vamos.

—¿A dónde vas tan guapa? —pregunta Pol, sin dejar de pasar el rodillo por la pared.

—A una cita —y acompaña cada palabra con una enorme sonrisa.

—¿Has vuelto a quedar con Sebas? —pregunto. Y casi se me va la brocha y pinto la ventana entera.

—Síiiii, Sarita. Y no me eches un sermón. Ya lo ha hecho Nacho. ¿O te parece mal que quede con él?

—No... Sebas es... buen chico. Me gusta para ti. Es preocupación de hermana mayor —confieso, encogiéndome de hombros.

—Hermana mayor no, mayorcísima. Te queda una semana para tu cumple, Sarita.

Cierto. Ainhoa nunca se olvida de una fecha.

—Que callado te lo tenías —apunta Pol, cuando Ainhoa ya ha salido de la habitación, mientras me apunta con su rodillo lleno de pintura y una sonrisa canalla.

—No me gusta cumplir años —confieso.

—Pues lo siento, pero este año, se merece una buena celebración.

—¿Y puedo preguntar por qué?

—Cumples veintinueve. Y nunca antes te habías permitido ser tan valiente ni soñadora. Hay que celebrarlo.

—No quiero grandes fiestas, Pol —tercio.

—¿Quién habló de grandes fiestas? Hay muchas formas de celebrar... —apoya el rodillo y se acerca a mí, rodeándome entre sus brazos.

—¿Y en qué estás pensando exactamente? —pregunto, abrazándolo por el cuello.

—Pues... se me ocurren un par de cosas... —sus labios no tardan en chocar con los míos, suaves. Dejo caer mi brocha al suelo. Y poco después, nos dejamos caer nosotros. Besos, saliva, caricias y pintura.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora