Capítulo 6

20 4 11
                                    

Estoy nerviosa. Nerviosísima. Me pregunto una docena de veces si estoy haciendo lo correcto. Pero ya no hay vuelta atrás. Ya estoy en un avión rumbo a la capital.

Cuando mi madre me dio el sobre con el billete, creo que mi corazón estuvo unos segundos sin latir, en standby, tan impresionado como yo. Se lo agradecí enormemente. Estoy segura de que le habrá costado un riñón. Pero me convenció de que mi sitio, al igual que mi corazón, estaba en Madrid. A pesar de mi situación con Pol. O quizás, justo por ese motivo.

En la puerta de embarque, mientras esperaba para acceder al avión, estuve tentada en varias ocasiones en avisar a Ainhoa. Pero me mordí la lengua.

En el vuelvo, a lo que estuve tentada fue a pedirme un gin tonic, como si estuviese viviendo un dejavu y repitiese de nuevo aquel vuelvo de septiembre, cuando no podía ni imaginar cuanto iba a cambiar mi vida en un par de meses.

Cuando salí del aeropuerto y cogí un taxi, me sudaban las manos.

¿Y si nos les hacía ilusión tenerme de vuelta?

¿Y si Nacho y Ainhoa me odiaban por lo que había pasado?

¿Y si Pol se enfadaba por volver sin avisar?

Me trago mis pensamientos. Me los tragos, los mastico y los escupo.

Cuando subo las escaleras del piso, cargada con dos maletas, el corazón se me va a salir del pecho.

Cuando llego al sexto piso y escucho voces tras la puerta, estoy tentada a dar media vuelta e irme.

Pero cojo aire. Tres veces. Y timbro.

Ainhoa es quien abre la puerta y sus ojos casi se salen de sus órbitas. Grita, emocionada, me abraza y me besa.

Vale. Un problema mental menos. Está claro que no está enfada conmigo.

En el momento en que me deja separarme de ella, miro sorprendida su barriga. En veinte días sin vernos, ha crecido considerablemente.

Entro por el salón. Y la expresión de Nacho se torna feliz, mientras Ainhoa sigue gritando.

—Pero... ¡Sarita! —se levanta rápidamente del sofá y me abraza —. No me lo puedo creer. ¡Que alegría tenerte aquí!

Escucho pasos por el pasillo. Y me anticipo. Antes de verlo, escucho su voz.

—¿Se puede saber porque gritas, Ainohita? No me digas que es porque no te quedan golosinas en la...

La presencia de Pol inunda la habitación. Noto como se me seca la garganta. Su primera reacción al verme es paralizarse. Trago saliva y el silencio es tan intenso, que puedo escuchar perfectamente el ruido de mi garganta. Nadie dice nada durante unos segundos que me parecen eternos.

Su mirada se encuentra con la mía, durante unos breves segundos, lo que tarda en abrir la boca y hablar.

—De puta madre — sentencia Pol.

Y se da la media vuelta y se va. Cuando llega a su habitación, se escucha un portazo.

Ainhoa, Nacho y yo, nos miramos. Y la dudas vuelven a golpear mi corazón.

—Igual... igual no debería haber venido... Siempre puedo volver en unos días, o...

Ainhoa me interrumpe.

—Sara. Esta es tu casa —sentencia tajante —. Dale tiempo.

Nacho asiente, en señal de acuerdo.

Y yo... yo quiero creerles. Al fin y al cabo, ¿que otra opción tengo?

Confieso que, aún con ese primer recibimiento de Pol... a las pocas horas de estar allí, me siento terriblemente mejor. No sé cómo es posible, pero, aunque solo he pasado aquí tres meses y medio de mi vida, siento este hogar más mío, que el piso que compartía con Simón. Me siento en casa.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora