Noto mi corazón corriendo un sprint mientras sostengo el móvil en mi mano temblorosa. Por un segundo, estoy segura de que me he equivocado de número. Pero no. Es su voz. Y sólo el me llama nena.
—¿Pol...?
Percibo, al otro lado del teléfono, la que sé que es su sonrisa entornada.
—Hola, Sara.
—Pensé que... —me quedo muda. Joder. Estoy nerviosísima. Comienzo a caminar en círculos por la cocina —. No creí que fueses a contestarme.
—Lo siento. Debería haberlo hecho antes.
Nos quedamos en silencio varios segundos. Yo esperando a que él diga algo más. Y creo que él, aguardando a que sea yo quién hable.
—Yo... Pol... Lo sé todo. Sé lo de mi padre. Sé porque te fuiste.
—¿Sabes...? —percibo ahora sorpresa en su voz —. Fui un idiota, Sara. Fui un idiota, un cabrón, y un...
—No — lo interrumpo. Tengo la boca seca y los sentimientos mojados —. Creo que te equivocaste al dejarme así. Pero... conozco a mi padre, Pol. Yo también he caído en su trampa, millones de veces. Es un experto en la manipulación. En meterte una idea en la cabeza, e ir tejiendo, como una telaraña, pensamientos que nunca antes habían estado ahí. Sé lo que es que juegue contigo. Y pensé que había cambiado. Pero está claro que no.
—Pero debería haber sido más listo, Sara. Me largué. Debería haber sido más maduro. Confiar en ti. Hablar contigo en vez de huir.
El dolor de estos días me salpica ligeramente las entrañas. Pero no es lo que quiero sentir ahora mismo. Cojo aire, despacio.
—Te largaste. Y me has hecho daño — reconozco —.Pero puedes volver, podemos hablarlo. La herida está ahí. La tuya, y la mía. Pero pueden sanar juntas. Aprender de lo que nos ha pasado.
Rezo por que sienta lo mismo que yo. Que se muestre dispuesto a volver a compartir su aliento conmigo, sus manos con las mías, su piel con mi piel. Y sé que no olvidaremos esto, pero también sé que Pol tiene la suficiente inteligencia emocional como para entender el daño que me hizo y cómo ser mejores en el futuro.
Como volver a ser nosotros. Porque se nos daba demasiado bien.
Escucho su risa triste por el teléfono.
—Pensé que estarías realmente enfadada, nena. Yo... te he hecho daño. Cuando tú te fuiste, yo tardé meses en poder perdonarte. No merezco que...
—Pol, tú me has enseñado a fluir, a sentir, a reír de nuevo e incluso a perdonar —digo cada palabra con seguridad —. Estoy dolida por tus decisiones. Pero estoy agradecida por tu llamada. Agradecida, ilusionada, enamorada... y joder. Que me muero de ganas de besarte, Pol. Necesito comerte la boca y voy a volverme loca —se me escapa la risa ante mi sinceridad —. Necesito sentirte aquí, conmigo.
Tarda unos segundos en contestar y temo que la llamada se haya cortado.
—¿Pol? ¿Estás ahí?
—Sí, perdona, nena. Decías que te mueres de ganas de besarme, ¿no?
—Sí...
—Pues entonces, ábreme la puerta.
Tardo unos segundos en reaccionar. Pero cuando entiendo lo que me quiere decir, hecho a correr escaleras arriba. Cuando abro la puerta, lo hago sin aliento.
Y ahí está. Pol.
Pol con su sonrisa más sincera.
Con su mirada color café más cálida.
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La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]
RomanceSegunda parte de la biología. _____ Sara lleva tres meses en Madrid. Sara ha reído, ha vivido, ha soñado y se ha enamorado. Sara ha besado a Pol. Y luego ha huido. Pol lleva tres meses ensanchando su colección de sonrisas. Pol ha fluido, ha luchado...