EPÍLOGO.

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Holi. Subo el último capi y este epílogo casi a la vez, y ya sabéis que en esos casos a veces las notificaciones llevan directamente al último, así que aseguraros de haber leído el capi 35 primero. Gracias por leerme y... disfrutad del final.

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Un año después.

Llego tarde. No es habitual en mí. Pero esta semana ha sido un caos. La cafetería todos los días llena. Mi madre llamándome varias veces al día para planear su próxima visita a verme. Pol enfrascado en la escritura de su segundo libro. Y yo... sintiéndome más rara que nunca. Más que rara... nerviosa. O feliz. O acojonada. Debería haber un diccionario de emociones para la gente como yo, que confunde el hambre con los nervios y el sueño con el mal humor.

Soy la última en llegar a la cafetería. Entro corriendo y cierro el paraguas. Hace un día de perros. Estamos en octubre, pero lleva dos semanas lloviendo sin parar. La primera persona que llama mi atención es mi ahijada, Julieta. Juega en su alfombra favorita, en la cual le han esparcido peluches y juguetes. En cuanto me reconoce, comienza a hacer ruiditos y estirar los brazos. Me derrito un poco y me acerco para cogerla en brazos. Beso su mejilla, inspiro ese olor a bebé que me tiene tan loca y vuelvo a besarla.

Ainhoa viene a saludarme con un abrazo. Desde que ha sido madre, creo que ha perdido un poco de su adversidad al contacto corporal y no es tan raro verla regalando muestras de cariño. Pol me guiña un ojo desde dentro de la barra, donde charla animadamente con Sebastián, Nacho y Noé, mi amigo de Lanzarote.

El que decidió mudarse a Madrid hace unos meses.

El que se hizo amigo de mi grupo de amigos.

Y el que, ante la sorpresa de todos, se enamoró de Nacho. Y Nacho de él.

—¡Venga, chicos! Ya estamos todos —anuncia Ainhoa —. Vamos a celebrar oficialmente el octavo cumplemés de Jimena.

Pol se acerca a mí por detrás y me abraza.

—¿En serio tenemos que hacer esto todos los meses? —susurra en mi oído, casi inaudible.

—Si te encanta reunirnos aquí los domingos con la cafetería cerrada —protesto entre risas —. El cumplemés es solo una excusa.

—Excusa que nos viene de maravilla esta vez para dar nuestra noticia.

Sonrío y siento los nervios en el estómago. Bueno, en el estómago, y en cada jodida partícula de mi cuerpo. No me creo que por fin vayamos a contarlo.

Ainhoa va a por la tarta y automáticamente mi ahijada comienza a hacer pucheros cuando su madre se aleja, pero Pol avanza hacia ella y con solo una primera mirada, la pequeña se calma. Como siempre. Y es que Pol la tiene absolutamente cautivada. Aunque reconozco que es mutuo. Siempre había sabido que él tenía química con las personas, con los niños, sobre todo. Y ahora mismo, en la situación en la que estamos, ese hecho me cautiva aún más.

Cantamos, como cada mes, el cumpleaños feliz. Jimena se esfuerza por intentar soplar la vela, pero acaba optando por meter una mano en la tarta y untarla bien en chocolate, para acto seguido llevársela a la boca. Pol le hace fotos, los demás disfrutamos del momento.

Yo comienzo a sentirme inquieta. ¿Cómo daremos la noticia? ¿Tendré que hablar yo? ¿Con que palabras debería comenzar? Casi no me doy cuenta de que la conversación a mi alrededor sigue cuando noto que todos me miran.

—¿Por qué no puedes tomar vino? — inquiere Ainhoa, con una ceja levantada.

—¿Qué?

—Sebas y Ainhoa han propuesto ir el próximo fin de semana a hacer una cata en una bodega de vinos cercana —susurra mientras me rodea por detrás con su brazo —. Les estaba explicando, que tú no podrías beber. Por lo menos, hasta dentro de unos siete meses.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora