Capítulo 30

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La resaca – Sara.

Abro los ojos.

Lo primero que siento es el dolor de cabeza.

Lo segundo, los recuerdos de la noche anterior.

Lo tercero, las emociones provocadas.

Las resultantes de la noticia de Simón.

Podría calificarlas en tristeza, sorpresa, frustración... un cóctel que ayer, en un primer momento, me recorrió el cuerpo y me inundó las entrañas.

Pero voy a reconocer una cosa. Todo eso lo borró los últimos momentos vividos con Pol. Cómo bailamos cada canción de amor abrazados, como reímos juntos, como me arropó y me besó al llegar a casa.

Yo no quiero bodas, anillos de compromisos ni cunas de bebé. Aún no. Yo quiero despertar cada mañana con mi chico de los ojos color café.

Me giro buscando su contacto, pero descubro el hueco de al lado de mi cama vacío.

Cuando bajo las escaleras hacia el salón, sigo el olor a café. Lo encuentro en el porche. Aún con ojeras y gesto sombrío sigue siendo el chico más guapo del mundo.

—Pol.

—Hola, nena. No quería despertarte.

—¿Llevas mucho aquí? —me acomodo a su lado en el banco.

—Un rato. Tengo demasiada resaca incluso para dormir —confiesa con una media sonrisa.

Cojo una taza vacía y la lleno de café.

—¿Cómo estás?

—Bien —sentencio —. He tenido resacas peores.

—Sabes que no me refiero a al resaca.

—Bien — suelto aire —. Siento si ayer reaccione de forma desmesurada —confieso mientras remuevo el café en mi taza —. Pero me cogió por sorpresa la noticia, nada más.

Tiendo mi mano hacia él, me acerco y lo beso. Lo beso intentando gritar, con ese gesto, lo mucho que me importa, lo mucho que lo quiero.

Pero quizás a veces un beso no es suficiente. 

La comida – Pol.

Una comida con el padre de Sara nunca entraría en mi lista de planes favoritos. Si a eso le sumas la resaca y todo lo vivido ayer, menos aún.

Conduzco en silencio, solo con el sonido de la voz de Sara indicándome los desvíos que tengo que coger. Está nerviosa, aunque no me lo diga. Ni yo le pregunte. Simplemente quiero pasar esto ya, que sea rápido, y seguir disfrutando de mi vida con ella.

La comida – Sara.

Pol conduce concentrado. Su mirada, siempre tan limpia, tan llena de luz, hoy está adornada por unas pequeñas ojeras. Y quizás algo más. Sus dedos golpean suavemente el volante de manera involuntaria. No sé si está nervioso, pero yo sí. Aunque no haya querido verbalizarlo. Apoyo mi mano en su muslo y me limito a cruzar los dedos porque esta comida salga bien. 

La comida – Pol.

La casa del padre de Sara es espectacular. Ese tipo de viviendas que sólo tienes si eres director de una empresa o alguien con un apellido importante. Aparcamos en la entrada principal y subimos en silencio los grandes escalones que conducen a la puerta. Sara me da la mano justo antes de tocar el timbre y me regala un beso fugaz.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora