Capítulo 19

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Me despierto sola. Bueno, miento. Me despierto con León durmiendo en mi cuello, enroscado. No sé ni como es capaz de respirar en esa postura. Pero me hace gracia. Porque hace unas horas, en ese trozo de mi piel podía sentir el aliento de Pol.

Son las nueve y cuarto. Pol se habrá ido a clase, pero yo no me he enterado de nada. No miento si digo que me hubiese gustado que me despertase. Que me dedicase unos minutos. Deposito varios besos en la cabecita de León, quien me pone ojitos de querer seguir durmiendo.

Me escabullo de la habitación. Y, aunque soy sigilosa, quizás debería haberme asegurado de que no había nadie en el pasillo antes de salir.

Me cuesta un buen rato convencer a Ainhoa, quién me pilla saliendo de la habitación de Pol, de que no ha pasado nada entre nosotros. Cedo a sus interrogatorios e hipótesis, pero, sinceramente, hasta que no me termino mi café y tengo una dosis de cafeína activando mi cerebro, no presto demasiada atención a sus palabras. Ni a sus preguntas. Qué que siento, que cómo estamos, que qué espero de Pol, que sí creo que podremos tener algo... Le repito que no sé qué contestar, básicamente porque ni yo sé las respuestas exactas. Bueno. En realidad, sí las sé, lo que no tengo claro es cómo verbalizarlas. Sé que quiero estar con Pol. El resto de las preguntas, me parecen vacuas ahora mismo. Ainhoa, bajo su insistencia habitual, me recomienda que lo escriba. Asiento a todo, sin focalizar demasiado.

Sin embargo, cuando me quedo sola y decido sentarme en mi terraza, cojo mi agenda. Cuando dejé de fumar, me costaba sentarme aquí. Este lugar de la casa lo tenía asociado al tabaco. Bueno, al tabaco y a Pol. Y aunque ya me he acostumbrado a una vida sin nicotina (aunque he de confesar que tengo momentos que mataría por una calada), cuando ahora me siento aquí, necesito tener las manos ocupadas y la mente trabajando, para no sentir la tentación de llevarme un cigarrillo a los labios.

Cojo mi agenda, busco una página en blanco y como me recomendó mi querida casera, escribo. Sin pensar, sin maquillar mis palabras. Como cuando pinto. Solo cambio el pincel por un boli. Y apagando mi mente y encendiendo mi corazón, dejo que mi mano comience a trazar palabras.

"Ainhoa me pidió que escribiese sobre el amor. 

Y se quedó tan tranquila. Como si fuese igual de fácil que hacer la lista de la compra. 

Antes qué explicarte lo que siento por Pol, te explico la teoría de la relatividad mientras hago acrobacias sobre un trapecio en cuerda entre dos abismos. Y esos dos abismos bien podrían ser su mirada.

El amor... El amor es el olor de un libro viejo.

El amor es un beso bajo la lluvia, por tópico que suene.

Es sentir eso que no se puede explicar, muy, muy dentro del pecho.

El amor, muchas veces, más que mariposas en la barriga son elefantes pisándonos el corazón.

Es un beso de una madre. O de una persona de apego, vaya.

Es bailar una balada de rock and roll pisándonos los pies.

Es temblar. Es ensanchar el alma. Es lluvia en las pestañas y lluvia en las bragas. Es vivir.

El amor es el jodido abanico de sonrisas de Pol. En serio. No conozco a nadie en este mundo, con tantas sonrisas diferentes. Y lo peor, es que cada una de ellas, me enamora.

El amor es el color café de su mirada.

Es ese momento cuando lo abrazo, y aprovechando que es más alto que yo, siempre apoya un brazo sobre mi cabeza, haciéndome sentir pequeña pero también segura.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora