Capítulo 2

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Me apoyo contra la pared de la ducha, dejando que el agua caiga sobre mí. Cierro los ojos. No quiero salir aún al mundo real.

La vuelta a Galicia ha sido agridulce. Los últimos días en Madrid, necesitaba escapar de la capital. Pero ahora que estoy aquí, todo se me hace extraño. Mi cama ya no es mi cama. Mi piel ya no está acostumbrada a este clima. Esta rutina no la reconozco como mía. Y esa sonrisa que lucía a 600 kilómetros de aquí... la he perdido por el camino.

Abro los ojos cuando escucho la puerta del baño abrirse. Simón entra, aún en pijama. Comienza a desnudarse y corre la mampara de la ducha.

—¿Hay sitio para mí?

Asiento.

Se acerca y me abraza.

—Joder, Sara. Te vas a quedar sin piel —se ríe —. Ya me había acostumbrado a ducharme solo y no hacerlo a 200 grados.

Le contesto con una sonrisa.

Y él me contesta con un beso.

Lo dejo hacer. Dejo que me bese y que sus manos recorran mi cuerpo. Pero no puedo evitar, cómo siempre que me besa desde que volvimos a vernos, comparar sus besos con los de otra persona.

Puto Pol, que dentro me ha calado.

Creo que a partir de ahora va a ser mi vara de medir, de comparar. No puedo evitarlo. Suele pasar, cuando unos labios te calan tanto y te besan el alma.

Me entrego a los labios de Simón. Evitando pensar. Esforzándome en alejar la imagen de ese chico tatuado y de sonrisa canalla de mi cabeza. Como siempre, yo soy más directa que él. Mi mano baja hacia su sexo. Y éste termina de erguirse ante mi contacto. Simón no tarda en darme la vuelta, arrimarme contra la pared y entrar dentro de mí.

El sexo con él, siempre es así. Y no digo que sea malo. Es intenso y pasional. Pero también es directo. Y cada vez, más práctico.

Y, aun así, con Simón dentro de mí, no puedo evitar preguntarme cómo sería con Pol.

Cómo sería hacerlo con él contra la pared de la ducha, como sería el tacto de su lengua en mi piel mojada, que partes de mi cuerpo acariciaría.

Cuando acabamos, o más bien, acaba él, salgo de la ducha. Me pongo la bata de seda que cuelga en la puerta del baño y enchufo el secador. Quiero sacar de mi mente a esa persona, así que me obligo a pensar en otra cosa. Cómo en qué voy a vestirme. Hoy hemos quedado con nuestro grupo de amigos. Es tradición todos los 23 de diciembre, para celebrar el comienzo de las navidades. Aún no los he visto desde que volví. Llevo aquí casi una semana, pero de momento, sólo he estado con Nerea y con mis padres. Y con Simón, obviamente. Al igual que hizo durante su estancia en Madrid, esta semana ha pedido teletrabajar, para poder pasar más tiempo juntos.

Con el pelo ya seco y maquillada, me dirijo a mi armario. Me pongo un vestido corto negro, ceñido, de manga larga. Por encima, una americana oversize beis. Medias negras casi transparentes y unas botas hasta la rodilla con tacón cuadrado. Recojo mi pelo oscuro en un moño bajo. Cuando Simón entra, me mira de reojo, con el ceño fruncido.

—¿No tendrás frío así vestida?

—No creo —niego.

—Bueno, tú sabrás —coge dos camisas del armario y me las enseña, buscando mi opinión.

Me encojo de hombros.

—Me gustan las dos.

Lo miro, sumida en mis pensamientos, mientras se va vistiendo.

La magia de dos corazones en movimiento [Parte 2 Bilogía]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora