ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙

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Una fuerte tormenta caía sobre aquellas calles asoladas, algunas  personas iban con sus paraguas, otras se refugiaban bajo los árboles y champas, los autos se habían vuelto locos.

Y ahí estaba ella, mirando a través de su ventana, recostada sobre la pared, con sus brazos cruzados y una mirada terriblemente triste y cansada.

¿Podrá una mirada expresar muchas cosas? Esa era la forma en que Sofía lo hacía, aunque no muchos podían leerla, una mirada tan profunda, que cualquiera que la viese, se apiadaría de ella, esos ojos azules como el mar, pero tristes como ninguno, toda su vida había sido un sufrimiento constante, no salía de su habitación a menos que fuese para limpiar, cocinar o arreglar el jardín.

Sofía vivía con su padre y hermanos, quienes nunca la quisieron por razones desconocidas, su madre tampoco la quería, tanto era el odio hacia ella que decidió marcharse y más nunca volver, dejándola con tan despreciables personas.

Tocaron la puerta con desesperación, los golpes eran tan fuertes, que la pobre Sofía saltó del susto, alejándola de los vagos pensamientos que cruzaban por su mente, inmediatamente abrió la puerta.

— ¿Si? — preguntó con timidez.

— ¡Inepta, que pasa contigo! Llevamos té a la alberca, mis amigos han venido a verme... debo aprovechar que la lluvia se ha calmado ¡Date prisa!.

Ella era Giselle, su hermana, esta última era una hermosura, pero malvada, trataba a las personas como basuras, pues, nadie era mejor que ella, Giselle era una diva, salía con hombres millonarios y recibía todo tipo de regalos, ella tenía 24 años y estaba a punto de graduarse de la universidad.

— Ahora mismo iré — respondió Sofía.

A cambio esta última, nunca tuvo la oportunidad de ir a a un buen instituto, aprendió algunas cosas sobre gestión y algo de ingeniería cuando el ama de llaves le enseñaba por medio de algunos libros de su hija, en sus momentos libres, en esa casa, ella fue su único refugio, lastimosamente ella murió y Sofía volvió a quedar sola.

Sofía vestía con un informe rosa, y delantal blanco, este vestuario llegaba hasta abajo de sus rodillas, los zapatos eran cerrados, color negro, su cabello siempre estaba hecho en un moño, como debería vestir una sirvienta.

Después de terminar de vestir su uniforme, se dirigió hasta la cocina y preparó los tés.

Aquella mansión era muy grande, tanto que a la pobre Sofía le llevaba todo el día en limpiar cada rincón, mientras los demás se divertían allá afuera ella se la pasaba encerrada, pero así era feliz, no necesitaba conocer al mundo para sentirse bien.... quiso hacérselo creer así misma.

— Aquí está lo que me pidió — Sofía dejó la bandeja sobre la mesa y se retiró.

Mientras caminaba, podía sentir las intensas miradas de los invitados sobre ella, aquellas burlas resonaban en su cabeza, los cuchicheos entre esas personas millonarias, hacía que ella se sintiera inferior.

Tanto fue el maltrato que Sofía recibió dentro de aquella casa, que ahora jamás podría creer o escuchar algún elogio para ella. Sofía estaba tan rota por dentro, tan muerta que nada podía cambiarla.

En la sala, se encontraba Roberto su padre junto a un par de hombres más, uno de la misma edad de Roberto; y el otro era un joven, guapísimo, elegante, con mirada sombría e indiferente.

Sofía entró, llevaba la bandeja en sus manos y no se atrevió a levantar la cabeza hasta que entró a la cocina. Se preguntó, ¿Quienes eran esas personas? Su padre nunca llevaba los negocios a su casa, y ahora lo hacía.

No le tomó importancia a lo que había visto y se sumergió en el trabajo, parece que el limpiar le encantaba, limpiar la cocina le llevó una hora, después se dirigió hasta las habitaciones las cuales las dejó impecables.

Una vez que terminó, bajó al jardín ya que las rosas también necesitaban cariño por parte de ella. Sofía sin percatarse de la presencia de alguien, empezó a tararear una canción mientras escogía las herramientas para limpiar el jardín.

Volteó hacia la piscina y vió a un hombre de pie en el borde de la piscina, con mirada seria, las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, era un hombre mas oh menos de algunos 28 años y era realmente guapísimo, aunque su rostro reflejaba tristeza por la oscuridad de sus ojos, o al menos eso pensó al verlo.

De pronto, el hombre se dió la vuelta para irse y la vió.. ella se congeló en el mismo lugar y no sabía que hacer... ese hombre era William Garner, jamás lo había visto, no es que saliera mucho, pero esa mirada tan extraña la puso a temblar.

William sacó las manos de los bolsillos y caminó rápidamente a grandes zancadas, pasó a su lado sin verla, como si ella fuese algo invisible para él .

Sofía respiró hondo y trató de olvidar aquel rostro; tomó las herramientas y empezó con la limpieza, lo que le llevó bastante tiempo.

Después de unos minutos, ella pudo ver como Roberto se despedía de los invitados chocando sus manos, pero él... aquel joven con mirada extraña... él se limitó a despedirse y se dió la vuelta para encontrarse nuevamente con su mirada, otra vez ella quedó hipnotizada, y al instante bajó la cabeza... después escuchó el sonido del motor, los dos invitados misteriosos se habían marchado.

Dado que la lluvia acababa de pasar, ella quedó cubierta de lodo, eso era algo que no le importaba; una vez que terminó de limpiar el jardín, Sofía guardó las herramientas, limpió un poco su rostro y entró por la puerta trasera que daba a la cocina.

Antes de entrar quitó sus zapatos, no quería ensuciar , lo de la cocina le había costado tanto trabajo limpiar; después entró a su pequeña habitación, Sofía no dormía junto a los demás, ella tenía su dormitorio a lado de la cocina, y ahí era feliz.

Sofía era una mujer que escondía su belleza detrás de un uniforme de sirvienta, detrás del barro del jardín. Su cabello era rubio, lacio y caía hasta casi cerca de la mitad de sus glúteos, sus ojos eran azules e intensos, su piel era blanca y delicada... un cuerpo que a pesar de que había estado descuidado, lucía perfecto.

Ella se dió una ducha rápida, recogió su cabello y después vistió con su uniforme y enormes zapatos.
Preparó la cena y empezó a servirla.

— Sofía — dijo Roberto — mañana te cambias de ropa y te haces algo lindo en tu cabello, vendrá alguien a verte — anunció.

— ¿Para que papá? — preguntó con intriga pero también llena de miedo.

— No preguntes, solo lo haces y ya. Y más te vale que te comportes, son personas muy importantes — contestó Roberto de manera cortante.

Giselle la vió con odio... por alguna razón ella tenía envidia de Sofía, esta última asintió y se marchó a la cocina.

— No es posible que sea ella — se quejó Giselle.

— Es lo mejor, así la sacamos de nuestras vidas para siempre... ya veremos si la suerte le sonríe en esa casa — agregó Roberto.

— No creen que deben consultarlo primero con ella — sugirió Miguel su hermano mayor.

— Para que... ella no va a estar de acuerdo además, que importa si está lo está o no, eso es lo de menos, su opinión — dijo Roberto mientras saboreaba la sopa.

— Lo único que voy a extrañar de ella, es la forma en como cocina, es una experta siendo una sirvienta — se burló Giselle.

Miguel era un poco diferente, él si tenía afecto por su hermana mayor que era Sofía, era el único que no la trataba con desprecio... y en verdad no le gustó para nada lo que su padre hizo, pero tampoco pudo hacer algo.

La elección de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora