Capítulo 22

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Todo se había vuelto muy confuso para mi, era el querer estar lejos de ella y al mismo tiempo, necesitarla cerca.

El resentimiento me ha tenido con vida hasta este momento, el dolor me ha hecho más fuerte, el deseo de querer verla una vez más, es lo que me impulsa a seguir adelante.

Soy masoquista al pensar en ella, pero es algo que no puedo controlar y me pido perdón por ello, Carlos siempre tuvo la razón, cuando decía que... jamás estaría a su altura, que siempre sería el ganador, y lo comprobé... ese puto día en que...

Mi propio hermano me quitó a la única mujer que he amado en mi vida.

Miraba aquella gran ciudad, en donde muchas ocasiones paseaba con ella, Sheyla era una gran doctora, la fisioterapeuta más eficiente del lugar para ser más claros, le encantaba su profesión y podía ver cuanto lo disfrutaba, era por eso que, este hospital estaría a su nombre y sería ella la cabeza del lugar, estaba seguro que prosperaría estando en sus manos.

Más sin embargo, los seres humanos pensamos, pero quien dispone es Dios, y mis sueños fueron destruidos, mis pensamientos se convirtieron en una infantería... al verla irse con otro, y llevándose mi corazón con ella.

— Joven — habló la enfermera a mi lado — su abuelo quiere verlo.

Sacudí mi cabeza levemente al notarla.

— Si está bien, ahora mismo iré.

Lo más doloroso de todo lo que pasó, fue la traición de las personas en las que había confiado mi vida, mis mentores, mis ejemplos, mis guías... mi padre y mi abuelo.

Los cómplices de tan vil traición.

Abrí la puerta lentamente, el abuelo reía con Sofía, mientras que esta última mostraba aquella sonrisa que podía iluminar cualquier agujero negro.

¡Pero que diablos estoy pensando!.

— Hola — aclaré mi garganta y entré — veo que se están divirtiendo.

— Sofía es muy ocurrente — contestó mi abuelo con una débil sonrisa.

Lo que había pasado entre ella y yo, nos había distanciado, Sofía no era capaz de mirarme y yo tampoco... esos ojos color cristal estaban tristes y sabía que era por mi maldita culpa.

— Ya nos tenemos que ir, volveremos después abuelo... Sofía vámonos ya.

Ella asintió y después, tomó las manos del abuelo.

— Nos veremos pronto señor, le prometo que así será... cuando usted salga de aquí, cumplirá con su misión, y mi abuela descansará en paz.

Fruncí el ceño a escuchar eso, el abuelo quiso contarme una historia la cual me rehusé a escuchar, estaba relacionada con la llegada de Sofía a la Villa. A pesar de mi curiosidad, no me atreví a preguntar absolutamente nada.

Caminamos por aquel pasillo que se me hizo eterno, ambos sin mirarnos, cualquiera que nos viese lo notaría, jamás creí volver a sentir este sentimiento, me prometí enterrarlo y no hacer sufrir a las personas... mucho menos a ella que sé que es un ángel... un ángel que no estoy dispuesto a arrastrar a mi propio infierno.

— ¿Qué te parece el abuelo? — pregunté tratando de matar aquella incomodidad.

— Es muy amable... buena persona — respondió mirándome por un leve momento.

— ¿Buena persona? — pregunté deteniendo mi paso — apenas y lo conoces, no puedes decir eso de él.

El abuelo no era una buena persona... eso creía yo.

— Pues si lo creo William, el señor Bernardo es buena persona, si no lo fuera entonces dime, ¿Dónde estaría yo ahora?.

— Solo está siendo caritativo contigo... como lo ha hecho siempre para ocultar sus malditos pecados — caminé a grandes zancadas hasta llegar al estacionamiento.

Eso era lo único que me había demostrado él, esconder sus crímenes detrás de una cara amable, llenándose la boca con palabras bonitas, mostrando una cara que no es suya...

Era un maldito doble cara y lo odiaba por eso.

— ¿Por qué lo odias tanto? — escuché su voz detrás de mi.

— Eso es algo que no tengo porque responder... ya te hiciste su amiga, ¿Verdad? Descuida él va a contarte su versión de la historia la cual... es dónde se hace la víctima.

— ¡William!...

— ¡Sofía ya basta! — grité — escúchame bien — señalé con el dedo — regresaremos a Dallas, tendrás tu propia oficina, seguirás las órdenes de Bernardo si él así lo pidió... cada dato, cada paso que hagas, cada idea, ¡todo lo que hagas! Se lo notificarás a él, no a mi... yo ya cumplí... no tengo más responsabilidad contigo, cualquier incidente que tengas, llama a Elvin, él te ayudará en todo lo que necesites.

Sus ojos estaban cristalizados, mi alma se desgarró al hablarse así, ella no tenía la culpa de nada pero es que... era la única forma de salvarla.

— Como digas — respondió casi al borde del llanto.

Sentía como mi mandíbula temblaba... si bien era verdad, siempre había tratado de ser fuerte, pero llegó un momento en el que ya no podía más... y quien sabe si soportaría seguir así... quien sabe si mi muerte pronto llegaría... o yo mismo la causaría.

— Elvin ya viene — hablé bajo — regresarás con él, yo iré después.

— De acuerdo — dijo ella, abriendo la puerta del auto para después entrar.

No era capaz de verla al rostro, sentía que era mi responsabilidad estar cerca de ella y sanarla... no debía sentir eso, esa necesidad u obligación de sanarla, de no dejar que nadie la toque, que nadie la lastime.

Porque ella era una protegida del abuelo...

Ó... porque Sofía estaba tomando un lugar especial en mi corazón.

La elección de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora