Sofía Jhonson, es intercambiada por uno de los hombres más poderosos y fríos del mundo, o es lo que todos dicen.
De un arreglo de ambas familias surgirá el amor.
Los Garner y los Jhonson, unen a esta pareja destinada, en sagrado matrimonio, Sofí...
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Regresamos a Dallas por la noche, durante el resto del camino contuve el maldito nudo que llevaba en mi garganta.
En la mansión de mi padre, no conocía ese maldito dolor muy dentro de mi, es algo que ataca mi respiración, un golpe en mi pecho que no sabría explicar.
¿¡Por qué?! ¡¿Por qué diablos tuve que venir con él?!
En ese momento, me arrepentí de haberlo hecho, pero, ya era tarde y no había vuelta atrás.
***
Los días tranquilos habían regresado, iba a la oficina que habían destinado para mi, y si me preguntan sobre William.
No sabía nada de él.
Hacía ya casi un mes que no llegaba a la empresa, recibí mis diplomas de las clases que había tomado pero él no apareció, y tampoco en la mansión.
Quien se hacía cargo de todo era Amelia y Oscar, toda aquella situación me tenía muy mal, Elvin estaba al pendiente de mi, todos me conocían y también me respetaban, excepto Carolina, ella si que me odiaba.
Podría decir que, estaba volviendo a sentir aquella paz que jamás debió desaparecer, pero no era así... por alguna razón me sentía fatal, era como si la mitad de mi corazón había muerto, quería desaparecer, sin embargo había prometido mantenerme firme y seguir adelante, hasta que el señor Bernardo se recuperara por completo.
No sabía exactamente hasta cuando, soportaría esa situación.
— Señorita Sofía — escuché una voz cerca de mi.
Voltee para verlo, ahí estaba Rodrigo el jardinero quién sonreía amablemente.
— Hola Rodrigo, ¿Cómo estas? — pregunté.
— Muy bien, veo que le encanta observar este jardín — respondió sentándose a mi lado.
De hecho si me gustaba, adoraba ver las hermosas rosas blancas, todo el lugar estaba así, con falta fe luz, sin embargo, me gustaba eso, era su esencia y quería pertenecer a él, no me importaba nada...
Quería pertenecer a ese jardín y ser su rosa favorita.
Sin darme cuenta, me enamoré de él... su olor está en cada lugar a dónde voy, veo su rostro en cada persona con la que hablo, sus ojos oscuros me persiguen adónde quiera que voy.
