Capítulo 40

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[William]

Los días ya no eran los mismos, algo había cambiado en el ambiente y no era porque el invierno estaba próximo... también algo dentro de mi estaba empezando a cambiar, algo que empezaba a florecer lentamente.

Siempre que veía el jardín los recuerdos de aquella noche llegaban para destrozar mi alma... pero desde que estaba con Sofía, esos recuerdos ya no dolían como antes.

- Patrón - llegó Rodrigo como de costumbre a interrumpir mis pensamientos.

- ¿Cómo va todo por aquí? - pregunté.

- Muy bien, en unos meses las nuevas rosas florecerán, se verá todo más bonito.

Nuevas rosas blancas... en mi jardín tendría una nueva rosa.

- Eso es bueno.

En aquel momento de silencio, recordé a mi madre, ella siempre había preferido ver color en el jardín, plantar todo tipo de flores... pero yo... seguía con aquel maldito luto que no me dejaba vivir tranquilo, muchas veces me pregunté, ¿Cuando llegará la hora de mi muerte? Quería desaparecer y jamás volver.

- Si me lo permite, se ve usted más feliz que antes... no se ofenda patrón pero, sonreír le sienta bien.

- Es la primera vez que me dices eso, ¿Desayunaste miel Rodrigo?

- No señor, pero es que... no me atrevía a tener ese tipo de confianza con usted... pero desde que la señorita Sofía llegó a la villa, como que se siente otro tipo de ambiente, ¿No lo cree?.

¿Otro tipo de ambiente? Rodrigo tenía toda la razón, pero aún era demasiado imbécil para verlo... y seguía mintiéndome a mi mismo.

- Es posible que tengas razón... aunque debo decir que tengo miedo... no quiero su luz se apague por mi culpa.

- Eso no va a pasar, si usted está seguro con ella y abre su corazón nuevamente... le hablo no como un empleado sino como un buen amigo que lo ha visto crecer, olvide su pasado, dele chance al amor nuevamente... Sofia es una en un millón de eso estoy seguro.

- Lo sé - sonreí - ella es única y especial, créeme que lo he notado - agregué.

- En ese caso, cuídela... iré a hacer mis labores con permiso.

Asentí en respuesta y él se marchó... justo ahí mi teléfono sonó en una llamada.

Mi corazón quedó en un hilo al ver de quien se trataba.

*Hola - respondí

* Señor, que bueno que responde su teléfono.

* ¿El abuelo está bien?.

Siempre quise hacerle creer al mundo que me importaba un pepino la salud del abuelo, pero en realidad no era así.

* Si señor, de hecho, estará un par de semanas más y le daremos el alta, claramente con los cuidados necesarios.

Cerré los ojos, respirando hondo, fue como si alguien quitó un gran peso de mis hombros.

* Muchas gracias por avisar...

* Señor espere un momento no cuelgue... don Bernardo... quiere verlo, es bueno que haga un espacio en su agenda para que venga lo antes posible... que pase buen día señor.

Miraba mi teléfono con duda si hacerlo o no, el abuelo siempre fue bueno conmigo, y aunque tratara de odiarlo no podía, el rencor que sentía por él jamás existió, pero me refugiaba en decir que lo detestaba con cada centímetro de mi ser.

Después de pensarlo tanto, me decidí a salir a Dallas, el viaje sería corto por lo que no llevé maleta. Desde la habitación podía escuchar risas que venían de abajo, fruncí el ceño y salí... me reí, eran Bianca y Sofía.

La elección de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora