Capítulo 49

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Me mudaría de la empresa y por supuesto también de la villa, no podía quedarme ahí y hacer como si nada hubiese pasado.

— Entonces, es verdad si vas a dejarme sola — dijo Bianca entre lágrimas.

— No voy a dejarte sola, aquí está Rodrigo y Elvin que vendrá de vez en cuando — traté de consolarla con un abrazo — creí que me odiabas Bian, y que deseabas que saliera de aquí y de la vida de William.

— Eso era antes, Sofía eres la única que escuchó mi estupida historia, me diste consejos y te convertiste en mi mejor amiga. Se que la navidad pasada no la disfrutamos como debería pero esta vez, porfavor ven y hacemos algo, creo que será la despedida si te vas a Japón.

Sonreí y asentí en respuesta. Era verdad la última navidad no la disfrutamos como debíamos es más, ni siquiera la recordaba, William esquivo y como siempre trabajando, la feche del 24 de diciembre fue común y corriente para mi.

Después de la charla con Bianca, traté de tranquilizarla diciéndo que la visitaría cada que pudiera, obviamente mentí, pues no podía regresar a ese lugar.

Elvin siempre estuvo a mis servicios, hablé con don Bernardo y compró un departamento para mi, al principio insistió que era demasiado pequeño y que merecía una mansión pero, ¿Qué hacía yo sola en una casa tan grande? Entonces la rechacé y me quedé con el departamento. Decidí vivir sola y enfocarme en mi vida, mis sueños y todo lo que deseaba, mi hermano Miguel siempre estuvo en contacto conmigo, y me di cuenta que, era buena persona que él era influenciado por mi padre, ¡vaya tipo de padre!.

La primera semana sirvió para adaptarme así que lo llamé para pasar más tiempo juntos.

— Entonces, ¿Todo terminó? — dijo Miguel con tono de preocupación.

Me senté en frente de él y respiré hondo.

— Supongo que si, soy una tonta Miguel como pude encapricharme con un hombre como William, solamente era una protegida del jefe de la familia, y me hice falsas ilusiones.

— Sofía nadie sabe lo que el destino nos tiene preparado, yo creo que lo que sientes no es un capricho; a lo mejor puedan arreglar las cosas, confía.

— Como podríamos si ni siquiera sé dónde está, puede que esté disfrutando unas vacaciones con su hijo y la... mujer esa — recordarla me causaba náuseas.

— ¿William tiene un hijo? — preguntó Miguel sorprendido.

— Hay un niño de cinco años, se llama como tú, Miguel y es un niño hermoso, Sheyla dice que es su hijo, y la verdad es que, tiene un cierto parecido a William.

Ya me había resignado.

— ¿En serio? ¿Se llama Miguel? Y ¿Estás segura que es su hijo?

— No lo sé, la última vez que hablé con el señor Alexander él trató de decirme algo pero no lo hizo, con respecto al niño. ¿Y si no es su hijo? ¿Y si esa arpía le está viendo la cara de idiota?.

— Bueno lo de idiota...

— ¡Miguel no estoy para tus bromas! En fin creo que ya tomé una decisión. Es tiempo de pensar en mi.

— ¿Qué decisión? Dímelo y si puedo ayudarte lo haré — ofreció mi hermano.

— Voy a olvidarlo no me importa lo que tenga que hacer, haré el último intento en encontrarlo y lo hago por Alexander, él no merece morir solo sin el amor de su hijo.

Esa sería la última vez que trataría de encontrarlo, Miguel me prometió que me ayudaría en lo que pudiera, ahí mismo le hice saber sobre mi viaje a Japón, al principio se puso triste pero al mismo tiempo, feliz por mi.

Empecé a trabajar con Marcus y las cosas iban muy bien, en la empresa se corrió el rumor de que, había cometido errores grandes dentro de la empresa y que traté de enamorar a William para quedarme con su dinero. Todo eso lo inventaron Sheyla, Oscar y el tal Carlos quien ni siquiera me conocía.

El darme cuenta de eso, lloré como una idiota, visité a don Bernardo y este último, desmintió todo lo que habían inventado, limpie mi nombre pero me había ganado el odio de todos.

Después de eso, pasó una semana más y no sabía nada de él.

Mis tardes eran aburridas en aquel departamento donde estaba sola, así que decidí salir al centro comercial y distraerme un rato. Mientras veía los vestidos y unas cuantas prendas más, recordé lo que había pasado hace mucho tiempo, cuando llegué a la ciudad. Me trataron mal por un vestido que ni siquiera toqué, el recordar todo eso hacía que mi corazón doliera.

— ¿Le puedo ayudar en algo? — preguntaron a mi espalda.

Me di la vuelta encontrándome con una amable señorita.

— Estaba mirando, gracias – respondí.

— El rojo es perfecto para usted, su cuerpo es bellísimo y da muy bien con lo angelical de su rostro, ¿Por que no se lo prueba?.

— Oh no! No ando en busca de vestidos pero gracias por el halago — sonreí — seguiré mirando y si me gusta algo se lo haré saber.

— Está bien, con permiso.

Seguí recorriendo el lugar, en aquella ocasión cuando pisé uno de esos lugares fui discriminada por la forma en como vestía, pero ahora que uso vestidos caros y bolsos de primera, todo es diferente.

Por que la apariencia dice mucho, si te ven mal vestido de una forma humilde, no mereces pisar un lugar donde entran los ricos, porque lo ensucias. En cambio, si vistes bien con ropa de marcas reconocidas, ahí si tienes derechos y la gente te escucha.

El mundo está podrido, la sociedad es la culpable de tantas personas con depresión e inseguridades que los llevan al suicidio.

Dejé de pensar tanto y decidí salir del lugar, pero mis ojos se enfocaron en una mujer que entraba al centro comercial, hablaba por teléfono y parecía  urgida, era Sheyla. No podía dejar que me viera así que me escondí de tras de unas prendas y ella pasó cerca.

La seguí, por que no me iba a quedar con la duda, ella estaba en los vestidores y seguía hablando por teléfono.

— Lo tengo todo bajo control no te preocupes, ahora estoy al mando de todo y es gracias al niño, al lograr todo lo que hemos planeado, tomaré al niño y nos iremos lejos.

Lastimosamente no se podía escuchar a la persona del otro lado, pero ella seguía hablando y eso me servía.

— Carlos también está confiando en mi, a ese imbécil lo tengo comiendo de mi mano, y William pues... el amor lo tiene loco es un maldito debilucho, mientras él no esté puedo hacer lo que quiera en la empresa, en un par de meses, el legado Garner caerá y no quedará nada.

Cubrí mi boca, lo que estaba escuchando era algo extremadamente peligroso y esa mujer, podría matarme si se diera cuenta que yo, la espiaba.

William tenía que saberlo, tenía que encontrarlo a como dé lugar.

La elección de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora