Capítulo 45

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[Una semana después]

Había pasado la mejor semana de mi vida, pero era tiempo de regresar a la realidad.

Miraba los caballos, deseaba montar pero jamás lo había hecho, se veían tan limpios y bien cuidados.

- ¿Quieres subir a uno? - llegó William por detrás, envolviendo mi cintura con sus brazos.

- No lo sé, ¿Y si me pasa algo?.

- No pasará nada, son muy mansos, vamos yo te ayudo.

No estaba segura, pero era algo que quería experimentar, tomó mi mano y ensilló uno, color café con manchas blancas.

Al ser mi primera vez montando, estaba nerviosa, pero el caballo estaba muy bien domesticado, y todo lo que William decía, lo obedecía de inmediato. Recorrimos varias zonas, todas muy hermosas, acampamos en un lugar cerca del río, era como si... esa vez sería la última que estaríamos juntos, era demasiado hermoso para ser verdad... pero si lo era, no quería volver a la ciudad, sentía que ahí... nuestro amor sería destruido.

Estaba siendo paranoica.

Por la mañana del siguiente día, regresamos a Dallas, todo estuvo muy tranquilo.

Elvin ya había regresado de sus vacaciones, y nos ayudó a bajar las maletas, William nunca había tomado mi mano enfrente de los empleados de la villa, pero en esa ocasión lo hizo, sentí que fue algo posesivo de su parte, ya que, en una ocasión me reclamó que tenía mucha charla con Rodrigo.

Lo sé, estaba celoso.

Al entrar a la villa, nos encontramos con don Bernardo, leía el periódico muy concentrado.

- Señor Bernardo - le hablé.

Bajó el periódico, en su rostro se dibujó una gran sonrisa e inmediatamente se puso de pie.

- Ya regresaron, que alegría tenerlos nuevamente en casa.

- Teníamos trabajo que hacer, y decidimos regresar antes, ¿Cómo se la está pasando? ¿Todo bien? - pregunté.

- Si muy bien, hace mucho que no venía a este lugar.

- Puedes quedarte el tiempo que quieras - dijo William - me tengo que ir, hay cosas que necesitan mi aprobación en la empresa.

- ¿Te irás? Pero... apenas regresamos, descansa un rato y ve hasta mañana.

Me dedicó una tierna sonrisa, para después besar mi mano con delicadeza.

- Es lo que quisiera, pero no puedo... vendré más tarde, espérame - susurró eso último cerca de mi oído.

Sabía muy bien lo que quería.

- De acuerdo, yo iré mañana, debo contactar a los diseñadores para dar inicio con los contratos.

- Abuelo - dijo William dirigiéndose hasta don Bernardo - ¿Puedes decirle a mi padre que... venga a la Villa? Porfavor.

Le estaba costando trabajo, pero sé que iba a lograrlo, y yo le ayudaría con eso.

- Cuenta con ello hijo, hoy mismo le diré que venga el próximo fin de semana - respondió don Bernardo lleno de emoción.

- Bien, nos vemos luego.

Le dije adiós con mano, no sin antes darle un beso sobre sus labios.

Para nadie era nuevo que William y yo teníamos una relación, ya no nos importaba nada, ya no me preocupaba su relación con don Bernardo, pues él empezaba a aceptarlo al igual que al señor Alexander.

Las noches se habían convertido en lo más anhelado para mi, era el momento de amarnos, y también de desahogarnos, ambos nos decíamos lo que nos gustaba y lo que no, nuestros miedos, nuestros sueños... todo.

Esa tarde, lo esperé en el jardín, el clima estaba mejorando y era momento de una miradita a las rosas.

Mientras observaba el lugar, sentí unos brazos rodear mi cintura.

Era él.

- Por fin llegas, ¿Todo bien? - pregunté girándome hacia él.

- Fue un día agotado, el desaparecer una semana tiene sus consecuencias - respondió.

- Entiendo, pero eres un excelente profesional y manejas esa empresa perfectamente, confío en que todo saldrá bien de ahora en adelante.

Tomó mi mano, y me llevó con él hasta una banca de madera.

- ¿Crees que lo hago bien? Tú crees que... ¿Puedo ser como mi padre algún día?.

Esas palabras me sorprendieron tanto, me di cuenta que William admiraba a su padre, y que tal vez por miedo no se acercaba a él.

- William... claro que lo eres, la empresa está perfectamente bien manejada, estoy segura que tu padre está muy orgulloso de ti.

- Sabes que... desde niño lo observaba, la manera en como manejaba las cosas, tan calmado, tan sereno... siempre le salía perfecto todo. Un día lo vi cerrar un negocio, como todo un héroe... deseé que, mi verdadero padre fuese como él.

William ignoraba la verdad... pensaba que Alexander era su padrastro pero no era así, por sus venas corría la misma sangre.

- William...

Estaba decidida a decirle la verdad... pero su teléfono sonó en ese momento.

- Perdona, debe ser de la empresa. ¡Hola! - respondió.

Siempre que trataba de decirle la verdad, pasaba algo que no me dejaba hacerlo.

La llamada duró unos cinco minutos, después de eso colgó.

- ¿Todo bien? - pregunté.

Él no dejaba de ver su teléfono con el ceño fruncido.

- Si - respondió.

Por alguna razón, me miraba extraño... a pesar de eso, besó mi mejilla como acto de despedida.

Antes de irse me miró por alguna razón, sentí extraño ya que jamás lo había hecho. Al verlo irse mi corazón empezó a retumbar dentro de mi, era como si me estuviese avisando algo.

A pesar de las cosas extrañas que sentía, me dispuse a ver el jardín, las rosas que plantamos con Rodrigo empezaban a florecer, me dediqué a observarla detenidamente.

Un sentimiento extraño se apoderó de mi, al ver como el capullo era de color rosa.

- ¡Rodrigo! - grité y de inmediato este llegó.

- Dígame señorita, ¿Se siente bien? - preguntó.

- Es que... mira - señalé las rosas - son de otro color.

Rodrigo caminó hasta el jardín, la tomó con cuidado sin dañar el capullo, después sonrió.

- Parece ser un milagro, este tipo de fenómenos se dan poco... es la genética.

- ¿Genética? - pregunté confundida, ya que, jamás había recibido una clase de ese tipo.

- Si, es una mezcla que raras veces ocurre; es la biología, cosas de la naturaleza.

A pesar de la explicación que había recibido, no quedé muy tranquila, algo extraño había pasado no sólo en el jardín; sino también en mi vida. Sentía que algo me rompería por dentro.

Mi corazón era un museo de emociones, las mismas que se convertirían en la causa de mi desdicha, de mi dolor.

La elección de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora