ℂ𝕒𝕡í𝕥𝕦𝕝𝕠 𝟙9

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Dejamos la charla para otro día, ella tiene algo que me llama, y a decir verdad, eso me asusta

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Dejamos la charla para otro día, ella tiene algo que me llama, y a decir verdad, eso me asusta.

La habitación que había reservado era la mejor del lugar, Oscar se había encargado de ello, tenía piscina, bar y también un pequeño gimnasio.

— Es precioso — dijo ella sin dejar de sonreír.

Me gustaba verla así, feliz, alejarla del contexto de la cocina donde siempre vivió.

— Es sólo una pequeña habitación... espera a ver los demás — respondí.

— ¿Los demás?

— Si los demás, aún te falta mucho por conocer Sofía, la empresa es grande y también cuenta con una línea de hoteles en Londres.

— ¿¡Londres?! — exclamó totalmente sorprendida, sus ojos azules por poco y salían de su rostro.

Me reí.

— No te sorprendas tanto, es lo que hacemos... ¿Tienes hambre?.

— En realidad tengo sueño, pero si me apetece algo de comer.

Dejó su bolso sobre el sofá, quitó sus zapatos y caminó descalza por toda la sala.

Ella era sencilla, y eso le sentaba bien, Sofía podía curar el alma de cualquier persona con el simple hecho de escuchar, y sonreír.

Excepto la mía... esa ya no tenía remedio.

— Pediré algo de comer, espera aquí.

Una de las cosas que me ponía incómodo era... la estupida broma de Oscar, era un idiota infantil.

Saqué mi teléfono y envié un mensaje.

*Esto es obra tuya, ¿verdad?*

*No se de que hablas*

*Como es eso de que, "no hay más habitaciones para reservar" ¿Estás demente?*

*Solo quería darte un empujoncito*

*Púdrete*

Tenía un problema, y grave y serio problema.

— ¡William! — llamó ella mientras pensaba en que hacer.

Después de pedir la comida, caminé hacia su dirección, veía el cielo, recargada sobre la barandilla del balcón; su vestido volaba a causa del viento y toda ella brillaba.

— Te gustan mucho este tipo de cosas, ¿Verdad? — imité su posición mirando el cielo.

— A quien no le gusta admirar el universo William, observar las estrellas, las constelaciones... creo que son como las personas, a veces no brillan como deseamos... pero. Esa luz nunca se acaba, siempre está ahí, y aunque no quiera o desee brillar... siempre habrá una estrella que le preste su luz, que lo haga brillar... que opaque esa oscuridad con la que se envuelve — el tono de su voz era tan dulce, como si adivinase todo lo que estaba sintiendo en ese momento.

Sofía tenía ese algo que me hacía olvidar lo que un día sufrí, ella era como esa estrella, ella era ese pequeño destello de luz, en medio de tanta oscuridad... esa oscuridad que me consumía poco a poco.

— Si las personas fuésemos así, como las estrellas... como las constelaciones, ¿Qué pasaría si... te quedas sin tu luz, sólo por salvar a esa estrella que ya no tiene remedio... que en cualquier momento lo poco que queda de ella morirá? ¿Qué pasaría si... esa estrella no quiere ser salvada, no quiere brillar? ¿Qué pasaría si... esa estrella también te hunde junto con su oscuridad? — vinieron esas preguntas a mi mente mientras la veía.

Sus ojos azules dieron con la oscuridad de los míos, eran como un cielo despejado, hermosos, intensos... dejé de pensar en aquel momento, me perdí en ella, y en la forma en como me miraba.

Solamente me he enamorado una vez en la vida, y ese amor dejó una secuela en mi que no puedo curar... ella era como un imán que me llamaba y por más que traté de evitarlo, no lo logré, mi mano subió hasta su rostro, y con mi pulgar rosé sus rojos y gruesos labios, sentí como ella tembló, y algo dentro de mi me pedía a gritos que la besara... que ella era la cura para mi enfermedad.

Acerque su cuerpo al mío, rodeando su cintura con mi mano... me estremezco al sentirla.

— ¿Qué haces? — preguntó casi en un susurro, sin ningún momento dejar de ver mi rostro y yo el suyo.

No dije nada, sabía que estaba mal lo que haría pero... en ese momento la situación se salió de mis manos, y la besé.

Primero suave.

Después fuerte.

Me llené de éxtasis al sentir la torpeza con que movía sus labios, los latidos de su corazón... la necesidad de quedarme ahí para siempre hicieron que mis manos llegaran hasta sus caderas, sus manos seguían en el mismo lugar pero yo... me estaba volviendo loco...

Hasta que desperté y caí en la realidad.

— Lo siento — dije de golpe mientras separaba sus labios de los míos.

Ella quedó en shock.

— Quien lo siente soy yo — respondió ella y al mismo tiempo sus mejillas cobraron un color carmesí.

— Te juro que no fue mi intención...

— Que pases buena noche — interrumpió mis palabras alejándose a grandes zancadas.

Quería decir que... no debí hacer eso, que me arrepentía pero no fue así.

Me gustó.

Me gustó sentir su torpeza y la forma en como se estremeció cuando la toqué.

Vi el cielo, las estrellas empezaban a brillar con intensidad... así sentí en mi interior... un pequeño destello de luz.

Debía detener esa situación... a como de lugar.

La elección de amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora