capitulo veintiocho

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Hirving miraba con envidia a los demás niños que estaban junto a sus padres.

La escuela había decidido hacer una kermes donde habría bailables y comida, lo último era lo único que le interesaba a Hirving.

En este tipo de actividades es cuando los padres iban a la escuela para apoyar a sus hijos.

Todos excepto los propios padres de Hirving.

Ya comete ese tamal.— le dice su Nana.— O me lo voy a comer yo.

Hirving se apresura a darle una última mordida al tamal, para que su abuela no se lo comería tal y como había dicho, pero sin desviar la mirada de sus compañeros de clases quienes reían junto a sus padres.

La Nana de Hirving sigue con la mirada a dónde veía el niño con tanta intensidad.

Cuando se topa con dicha escena, sonríe tristemente.

¿Se te antoja otra cosa? — le pregunta.

Ya no tengo dinero.

Te pregunté si se te antojaba otra cosa, no si tenías dinero.

Hirving se emociona ligeramente.— ¿Me lo vas a pichar tú?

Obviamente.— la señora saca monedas de su monedero y se las da al niño.— Ten, ve y cámbialas primero por los boletos.

Gracias, Nana.— dice el niño, para después correr hasta el puesto para cambiar el dinero por boletos para pode comprar.

















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NO ESTA DIFICIL.— DICE HIRVING DESPUÉS de terminar de explicar el juego.

— Eso decís vos porque llevas como mil veces jugando este juego.— dice Kun.— Pero aún así yo voy a ganar.— los dos argentinos deciden sentarse junto a Hirving en el suelo.

— Yo las quiero dar.— dice Hirving, extendiendo la mano para tomar las cartas.

Antes de que la pudiera tomar, Diego rápidamente las mueve de lugar.

— Ya te dije que no, pinche tramposo.

Hirving hace un puchero pero confía en que la suerte de estará de su lado.

— Ten, dilas tu, Memo.— el rizado las toma.

— Echamelas.— dice Hirving.

— El Nopal... la sandía... el apache... el soldado... el camarón

— El corazón.— dice Hirving, esperando a que fuera la siguiente carta.

— El corazón...— dice Memo, justamente esa era la carta que seguía.

— ¡Chorro! — grita Hirving.

— Ya para que dejes de llorar.

— Ira como me quieres amargar el momento, pin... envidioso.

— El cotorro... las jaras... el cantarito... el valiente

— Echame el soldado.— dice Hirving.

¡𝗵𝗼𝗹𝗮, 𝗺𝗮𝗺𝗮́. 𝘁𝗲𝗻𝗴𝗼 𝘂𝗻 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗼 𝗽𝗮𝗽𝗮́!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora