Capítulo seis

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Le había sido difícil quedarse dormido, la noche anterior fue llevado a una casa nueva por una orden de Craig y su madre. No le dieron opción a pesar del mal rato que había pasado en la fiesta de la boda apenas había llegado.

—La empleada de esta casa es nueva, deberías decirle que no deje entrar a cualquiera. Me guio hasta aquí sin preguntar quién era —le contó Pete con una expresión de preocupación. 

El beta había golpeado la puerta esa mañana, junto a él había una gran caja con un listón de regalo. Tweek no había esperado ver a nadie durante algún tiempo, se sintió bien saber que había alguien que realmente pensaba en él.

—Aún no la he visto. Hablaré con ella, pero de todas formas esta no es mi casa —dijo. No importaba que ahora esté legalmente casado con Craig, nada que sea suyo le pertenecía.

—Como sea, aquí está mi regalo de boda —señaló las bolsas que contenían ropa, todo era de su talla y lo más reservado que Pete había podido conseguir en su tienda—. Sé que fue difícil lo de anoche, así que pensé que quizás esto te ayudaría.

Pete le extendió una llave que tenía colgado un cartón con la dirección. Tweek la tomó sin entender del todo de qué se trataba, miró al beta con enarcando una ceja.

—Es un departamento lindo, nada lujoso, pero podrás escapar allí cuando sea insoportable estar cerca de ese monstruo —aclaró Pete—. No está en uso y dudo que lo esté por los próximos años, así que te lo presto.

Tweek sonrió, le había dado algunos detalles de su vida a Pete. Este sabía que había tenido problemas con el dinero por algún tiempo y que tenía deudas con su alquiler anterior. Tembló al recordar que aún debía enfrentar a Scott una vez más.

—Gracias, Pete. Lo cuidaré bien —dijo, sabía que era cuestión de tiempo para que fuera echado de allí. Ese departamento le vendría bien. — ¿Tienes el número de mi madre? ¿Puedo hablar con ella?

Pete tomó su celular y buscó el número que necesitaba. Pete era alguien muy solicitado en el mundo de la moda, manejaba ropa de alto valor en la alta sociedad. Tweek aún no se explicaba como aún no se había atrevido a lanzar su propia marca de ropa. Tweek salió de la habitación en busca de más privacidad, el sonido de la llamada lo ponía cada vez más nervioso. Sabía que no debía sentirse avergonzado, pero era imposible cuando llevaba tanto tiempo si pedirle nada a sus padres.

La mujer atendió la llamada con un "hola" confuso. Tweek tragó saliva antes de animarse a hablar.

—Mamá, perdón que te llame hoy —dijo, tenía que ir directo al grano. A la mujer no le gustaba que le hable, así que tenía que ser rápido antes de que le corte la llamada. —Necesito algo de dinero, aún debo pagar algunas cosas de mi departamento anterior.

—Pídele a tu esposo —contestó de forma tajante. —No me vuelvas a hablar, Tweek. Arruinaste aún más nuestra reputación. No tienes derecho a pedir nada. 

La llamada terminó más rápido de lo que había esperado. No había forma de que le pidiera dinero a Craig, él era la última persona que le daría algo en su vida.

¿Qué debía hacer?

Tenía que salir lo antes posible de esa casa y recuperar su autonomía. Si volvía a su antiguo departamento sin el dinero, Scott como mínimo lo golpearía. Tampoco podía trabajar porque tampoco tenía el dinero para retirar su computadora ya arreglada. Y mucho menos podía hacerse cargo del niño que había prometido cuidar con su vida.

Estaba estancado, arrinconado. No sabía cual era la salida que tenía para mejorar su vida.

Despidió a Pete con una sonrisa fingida y volvió hacia el interior de esa gran casa. A penas había conocido el pasillo y su habitación. Tweek se detuvo frente a un salón con ventanas enormes y muy buena iluminación, no sabía si tenía permitido estar allí. Observó cuidadoso lo que había allí adentro, lo primero que llamó su atención era la gran televisión curva que ocupaba gran parte de la pared, frente a ella había un juego de sillones que probablemente valía más que su vida. A la mitad de ese espacio gigantesco había una mesa de cristal con sillas acolchonadas, y en la otra mitad se encontraba una barra junto a la cocina. Sus ojos se cruzaron con los de una rubia beta, ella fácilmente podría ser una modelo, pero tenía un uniforme como de servidumbre. La rubia le sonrió y lo llamó con la mano.

La vida es sueño. (CENSURA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora