Capítulo quince

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—Lamento llamarte así, te escribí y creí que quizás no estabas atento al celular —habló como si estuviera tímido. Tweek lo escuchó sin salir del trance en el que había estado hace al menos quince minutos. —Vi que tienes Instagram, y que no le estabas sacando provecho a pesar de los seguidores que tienes. Hoy me invitaron a comer a algunos lugares del centro comercial, pensé que sería buena idea invitarte. ¿Qué dices?

—¿Puedes darme un momento para contestar?

Cortó la llamada sin esperar respuesta. Su cuerpo estaba en piloto automático, caminó hasta su cuarto apenas sabiendo lo que estaba haciendo. Observó a la cobaya que salió de su pequeña casita para mirarlo, sintió un odio inexplicable hacia ella.

Craig se la había dado para suplir el dolor de la pérdida de Lance. ¡Qué estupidez! No la quería, no la deseaba en su vida. Agarró la jaula y el alimento almacenado a un lado y la dejó al lado de la puerta de la habitación de Craig. Que se la regalara a Thomas, o a algún omega, que la matara o hiciera lo que quisiera; no le importaba el animal.

Agarró el abrigo que había estado usando en el último mes, sabía que había salido cientos de dólares. Lo puso en manos de Bebe, ella tenía más cuerpo que él, pero el abrigo le quedaba algo grande, seguro le iría bien.

—¿Hablas en serio? ¿Esto es para mí? —la sonrisa de la rubia se iluminó.

—Sí, si no lo quieres tíralo o véndelo.

Ya daba igual. 

Y por último, el celular. Quería deshacerse de él más que de las demás cosas. No importaba que no tuviera forma de comunicarse con nadie, ya vería la forma de conseguir otro. Borró todos sus datos, quitó su número y cualquier contenido que haya quedado y lo guardó en la caja para dejarlo junto a Stripe.

Estaba todo hecho, no quería absolutamente de nada de Craig. Nada. ¡Nada!

Agarró su mochila, sacó las camisas que había guardado el día anterior. ¿Por qué las había querido en primer lugar? 

Su primer pensamiento fue llevarlas al lavadero, luego simplemente arrojarla a la cesta de ropa. Paro había algo en él que se lo impedía a pesar de la rabia que le ocasionaba volver a oler ese aroma. 

Comenzó a dificultarle la respiración, claro que podía abandonar todo, pero no el aroma de Craig. No tan abruptamente después de años extrañándolo. Puso la ropa contra su rostro, la feromona actuaba como algún tipo de droga en él.

¿Qué haría? Era lo más importante que tenía además de las fotos que tenía guardada en su mesa de noche.

Luego de pensarlo, arrojó todo dentro del ropero que, de alguna forma, ya se había formado un pequeño colchón de camisas. Planeaba cerrarlo y cerrar la puerta con llave para no volver en algún tiempo, pero al final se metió dentro. Unos minutos serían suficientes para dejarlo de una vez por todas. El lugar era pequeño, cálido y reconfortante; quizás por el aroma alimonado que contaminaba el aire.

Su corazón dolía como el infierno, su sangre hervía de rabia. Pero ese lugar le daba paz, la paz mental que necesitaba para pensar sus próximas acciones.

Debía tomar cada oportunidad de trabajo para crecer, debía atender de mejor forma sus redes sociales. De esa manera, no tendría que necesitar nunca más de nadie. Debía hacer su propia vida, alejarse de todo lo que lo lastimaba.

De una vez por todas, tenía que arrancar a Craig del alma.

—¿Tweek? ¿Qué sucede contigo? No pareces estar bien —dijo la rubia, fue cuando salió del ropero. Ella lo miró sorprendida, pero le había hecho un poco de gracia dónde estaba escondiéndose.

La vida es sueño. (CENSURA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora