Capítulo treinta y dos

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Francis no tenía buena cara, había estado pidiéndole que piense más cosas cuando le dijo que volvería a vivir a su departamento. Tweek había estado viviendo por muchos días allí, le agradaba tener con quien hablar durante todo el día, pensar juntos en qué podrían comer o hacer para divertirse.

Francis lo había ayudado mucho en su momento de mayor estrés. Ahora necesitaba estar solo para pensar sobre sí mismo.

El alfa lo ayudó a llevar sus pertenencias al departamento y luego bebieron café. Tweek había olvidado la cafetera que tanto había esperado antes. Francis le volvió a proponer llevar de nuevo su ropa a la casa para que estuvieran un tiempo más juntos.

—No es que nos dejaremos de ver, podemos visitarnos todos los días, Franz. ¿Qué tal si vienes a comer mañana? Podría cocinarte pasta.

Sus ojos brillaron.

—No importa la hora que sea, si te sientes mal o simplemente necesitas compañía escríbeme.

Le dio un beso en la mejilla en la puerta de entrada, el alfa le sonrió como siempre y se alejó. Tweek sintió un enorme vacío cuando ya no vio su auto, pero no podía quedarse a vivir por siempre con Francis, no podía aprovecharse de esa forma solo porque era amable.

Ordenó el departamento, se sorprendió cuando vio que ya no entraba más ropa en su ropero. Los zapatos los tuvo que acumular en una esquina de la habitación. Miró hacia la sala, no tenía sofá ni mesa como debía ser, allí estaba su setup, todo para que el fondo del stream se vea bien. Debía comer sobre el desayunador y solo tenía dos sillas, ¿y si quería festejar su cumpleaños? O solo invitar a dos amigos al mismo tiempo, no tendría lugar.

Tuvo una idea dándole vuelta en la cabeza por horas, por más que quiso olvidarlo simplemente no pudo quedarse quieto. Tomó su moto para ir hacia un barrio que no había pisado hace mucho tiempo, estaba hacia el lado contrario de la casa de Francis, pero era muy parecido en aspecto.

Se sintió nostálgico a ver de nuevo aquella casa donde había sido feliz algún tiempo, la hierba en su vereda era tan alta como él, pero aún había un camino de concreto hacia el portón oxidado. El patio delantero estaba en el mismo estado, los árboles no habían sido podados hace años y la pintura de la casa se caía a pedazos.

Se trepó por el portón para poder entrar, la última vez que había ido allí fue cuando su abuela estaba muriendo. Ella le había dicho que le dejaría esa casa para que tuviera lugar suficiente para tener muchos hijos con Craig.

Lo peor es que se lo había dicho delante de su novio de quince años. Eran tan pequeños que en ese momento había sonado como un sueño muy lejano.

Miró por los cristales, todos los muebles estaban cubiertos por telas para que no se estropearan, pero el lugar entero era un desierto de polvo. Rodeó la casa por la senda, la piscina descolorida estaba cubierta de tierra y vegetación, parecía un campo por la cantidad de mala hierba.

Su vista se detuvo en una pequeña y regordeta bola de pelos, era un gato muy viejo que estaba durmiendo al sol. Su pelaje estaba tan descuidado en comparación a los gatos de Francis, tenía cabello enredado como rastas.

Se acercó muy lentamente a él, tan pronto como despertó lo tomó con sus dos manos para que no se le escapara. Su piel comenzó a arder por los arañazos, se lo tenía merecido por la forma tan brusca de acercarse, pero no tenía otra manera, no podía arriesgarse a que el gato se escondiera entre la maleza. De esa forma no podría agarrarlo.

Se asustó cuando vio uno de sus ojos, estaba inmóvil y reseco.

Lo acarició con suavidad para que pudiera calmarse, aunque sea un poco, pero era simplemente imposible. El gato parecía no haberse acercado en años a una persona que le diera cariño, le gruñía y lanzaba zarpazos sin detenerse.

La vida es sueño. (CENSURA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora