Capítulo diecinueve

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Se acostó sobre la cama, su cuerpo comenzaba a sentir más adolorido e hinchado. Tragó dos pastillas que Wendy le dio a Craig para calmar las dolencias, lo más incómodo de todo era respirar, no podía hacerlo sin pensarlo, solo podía inhalar aire superficialmente para evitar el dolor en su costilla.

—Tweek, ¿por qué el armario está cerrado con llave? —preguntó Craig. Todas las alarmas de Tweek se dispararon de pronto. —No me importa si tienes un cadáver aquí escondido, necesitas un pijama. ¿O quieres dormir desnudo?

—Lo buscaré yo...

—No puedes ni caminar —afirmó, Craig estaba en lo correcto; necesitaba ayuda, pero se negaba a abrir el armario delante suyo. Resopló al resignarse —Está bien, supongo que aún puedes moverte.

Tweek esperó a que se fuera para poder levantarse de la cama, el movimiento era una tortura para él. Y sabía que el dolor empeoraría en los siguientes días, ni siquiera se sentía en condición de pensar correctamente a causa del dolor.

Sacó del armario una camiseta enorme de color blanco y un pantalón corto, tenía que hacer el esfuerzo de ponerse esas prendas y ya no lo volvería a hacer en los próximos días. Era desmotivador pensar en lo tortuoso de vivir aquello.

Cerró los ojos y comenzó a pensar en todo lo que ocurrido, no había ido allí por Craig, pero se había sentido feliz de verlo a pesar de todo. Lo había abrazado, lo cuidó y también le devolvió la golpiza a Scott.

Sabía que no era correcto sentirse bien por la mínima atención que le prestaba el alfa. Él lo hacía todo por lástima, quizás por honor; no era como si le importara realmente.

Aún tenía permitido fantasear con Craig, nadie sabría que lo haría. No se burlarían de él por ser feliz en su imaginación. En continuar soñando con una vida hermosa.

Sintió que era sacudido, abrió los ojos con pesadez y no logró mantenerlos por mucho tiempo. El dolor era tan intenso que su cerebro no le permitía estar despierto, a penas me consciente cuando pusieron una pastilla en su boca y le hicieron tragar agua.

El sabor amargo en su boca fue molesto por algún tiempo.

Soñó muchas cosas, tonterías en su mayoría. Estuvo en una playa sentado sobre la arena viendo como las olas se rompían una detrás de otra, nunca había ido al mar en su vida, pero sintió que necesitaba respirar ese aire.

En cuanto pudiera iría de viaje a algún pueblo costero. ¿Y si mejor se quedaba a vivir allí? En un lugar donde nadie pudiera reconocerlo en la calle, quizás donde nadie hablara su idioma. Desaparecer por completo, no tener nada que ver con Craig Tucker y Thomas, con sus padres y todas personas que había conocido en su vida hasta el momento.

¿Debería aprender algún idioma?

¿Alguien lo extrañaría?

Quería seguir soñando. Pensó que quizás la soledad no sería tan mala cuando estuviera en un lugar diferente, no iba a necesitar ocultar nada de su vida.

Escuchó voces lejanas, primero se había sentido algo confundido, luego supo que no eran parte de su imaginación. Sentía mucho frío a pesar de que su piel estuviera caliente. De pronto comenzó a ser consciente de su propio cuerpo, estaba sudando, la ropa se le pegaba por la humedad fría. Las zonas en donde había sido golpeado parecían palpitar.

—No puedo hacer nada al respecto. Debe ser con la medicación indicada, pero debe comer antes de cada pastilla para que no se haga dado en el estómago.

—Pero él no puede comer en ese estado, ni siquiera puede sostenerse a sí mismo. ¿No se le puede administrar de otra forma?

—El chico esta desnutrido, señor. Hacerlo sería hacerle aún más daño, le sugiero que en cuanto pueda lo lleve a ver a un psiquiatra para solucionar sus problemas alimenticios.

La vida es sueño. (CENSURA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora