Capítulo 9

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-Perdonarse-

Al llegar el jueves solo quiero meterme debajo de la cama y desaparecer. Ya me imagino como estaré mañana en frente de mis compañeros y el profesor de filosofía. Saldré corriendo antes de siquiera decir una sola palabra. Respiro profundamente y observo a mi abuela que vigila unas galletas en el horno. Le avisé que hoy vendría Thomas a casa para practicar nuestras partes de la exposición y se puso como loca a hacer galletas y jugo de naranja para nosotros. Esta igual que Susan, ambas son una tortura día y noche molestándome con él y lo hacen tan seguido que ahora no paro de pensar en Thomas y eso me avergüenza un poco.

Escucho el timbre de la puerta y salgo corriendo inmediatamente a abrirla. En el proceso por poco me tropiezo. Al ver a Thomas una emoción que no había sentido nunca se instala en mi pecho, y se cuál es, leí sobre ella en los libros de romance.

—Hola—Sonríe.

—Hola—Sonrío.

¡Por qué rayos estamos tan tontos hoy! Lo hago pasar, y cierro la puerta tras de sí, y por estar viéndolo tanto a los ojos no me di cuenta que traía algo en sus manos. Un ramo de rosas amarillas. Lo miro a él y luego a las rosas. ¡Ay no! Le dije que las flores favoritas de mi abuela eran esas. Y con ese detalle ya se gana el corazón de ella. Eso solo significa una cosa: más torturas.

—Son para tu abuela.

Al escuchar eso ella sale corriendo de la cocina, abraza a Thomas, le da las gracias treinta veces y me guiña el ojo. Pongo los ojos en blanco y halo a Thomas para que subamos a mi habitación. Es la segunda vez que entra aquí. Él observa todo anonado sin disimular. Lo dejo que explore la habitación un rato, la otra vez no pudo hacerlo porque estaba un poco oscuro, solo había iluminación de los foquitos con forma de estrellas. Enciendo la laptop para repasar lo que tengo que decir, aunque ya lo haya hecho unas cien veces. Pasan unos minutos hasta que lo escucho hablar.

—¿Es tú padre?—Levanto la cabeza y veo que tiene la fotografía donde papá aparece con traje de astronauta y yo junto a él, sonriendo. En ese entonces solo tenía siete años.

—¡Oh! Sí.

Thomas se acerca y se sienta a mi lado, queriendo saber más.

—¿Fue a la luna?

Sonrío. Ojalá hubiese ido, ese siempre fue su mayor sueño.

—No, pero si fue unas cuantas veces a la estación espacial.

—Impresionante—En sus ojos se nota un apiz de admiración. Vuelve a ver la foto y me mira a mí—Así que eres hija de un astronauta.

—Orgullosamente. Trabajó para la NASA varios años. Siempre estuvo entre los mejores. Papá era muy inteligente.

—¿Por qué lo dices en pasado? ¿Tu padre…

—Falleció en mi cumpleaños número once. Salió a comprar mi regalo, aunque le había dicho que no era necesario. Cuando caminaba de vuelta al auto, vio que a una señora le intentaban robar, intento ayudarla—paro por un momento—…pero el ladrón le disparo y luego se dio a la fuga. A pesar de que la policía lo buscó, nunca lo encontraron.

—Ahora entiendo, porque dijiste que sientes como si tu cumpleaños estuviese maldito. Pero Eva, no deberías pensar así. No es tu culpa, nada de lo que te ha pasado lo es—Agarra una de mis manos.

Brilla como las estrellas [YA EN FÍSICO]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora