Epílogo

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6 años después…

El sonido de mis zapatos en la acera se funde con el ruido del tráfico. El viento sopla alborotando mi cabello. Hace más frío del normal. Escondo mis manos en los bolsillos de la chaqueta. Ya se acerca el invierno y con ello, Navidad. Las tiendas de ropa y supermercados están decorados con lucecitas de colores. Voy a la librería porque la señora Rosemarie me ha avisado que llegaron tomos nuevos. No he perdido la obsesión por los libros y nunca lo haré. Saludo a una chica que pasa a mi lado. Su sonrisa parece un arcoíris. La ciudad de Londres desde los libros parece apagada, pero cuando llegue me di cuenta que esconde brillo en grandes porciones y por todas partes. Antes de llegar a la librería ayudo a un anciano a cruzar la calle.

—Gracias, señorita—sonríe.

—Es un gusto ayudar.

Camino algunos tramos más. Entro a librería y Rosemarie se encuentra tan radiante como siempre.

—Buenos días—sonrío.

—Buenos días, preciosa. La sección tres y lo siento, hoy no podré hablar mucho contigo tengo muchos clientes, pero que dices si nos vemos a las seis para cenar en el restaurante en frente de tu hotel.

—Claro, por supuesto.

Subo las escaleras hasta la sección tres. Ojeo algunos libros y media hora después ya he elegido ocho. La gran parte son de ciencia ficción y los otros de fantasía gótica. Decido ir a otras secciones, pero me detengo ante la ventana de siempre, que da una vista hermosa a la ciudad. Le sonrío al mundo y abrazo los libros que cargo entre mis manos. De pronto, alguien choca conmigo. Los libros se me caen al suelo y me agacho para recogerlos. Las libretas y un par de dibujos de esa persona también están dispersas por todas partes

—Lo siento—digo. Tal vez no debí pararme ahí obstruyéndole el paso a las personas.

—No, yo soy el que debe disculparse.

Esa voz.

Nuestras manos se rozan al intentar agarrar un libro. Alzo mi mirada. Mis latidos se aceleran al encontrarme con tan peculiares ojos verdes y su rostro con facciones de adulto.  Mis labios se entreabren por la sorpresa y dejo escapar algunas lágrimas. Él me mira anonado y deja escapar lágrimas también.

—Mi estrellita—murmura.

Nos ponemos de pie al mismo tiempo, pero sin dejar de perdernos en la profundidad de los ojos del otro.

—Thomas—murmuro.

Se acerca y me rodea con sus brazos. Su perfume me invade por completo y recuerdos lindos pasan como estrellas fugaces por mi mente. Lloró de felicidad, de tenerlo aquí. No puedo creer que estoy abrazándolo, que sus brazos rodean mi cuerpo, como tantas veces lo hicieron en el pasado.

—Te dije que nos volveríamos a encontrar—susurra en mi oído.

—Lo hiciste.

Brilla como las estrellas [YA EN FÍSICO]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora