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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 2


Mi fin de semana se basó en dos cosas. La primera fue hacer la mudanza. La segunda fue pensar en Larissa. Y cuando el lunes al fin llegó, los nervios que sentí al estar frente al edificio principal de Nevermore fueron absurdos. Quería que todo saliera perfecto. Quería impresionarla.

—¡Señorita Weems! —la llamé. Ella iba subiendo la escalera. Y yo entrando al edificio. Dio media vuelta hacia mí.

—Profesora Hart —saludó.

Cada vez que Larissa unía las manos por el frente, una llamita se encendía en mi interior. Se me hacía algo demasiado atractivo. En ese momento estaba muy concentrada en observarla y ni siquiera me di cuenta de la forma en la que me había llamado.

—Buenos días.

—Buenos días —respondió, inclinando la cabeza apenas un poco. Dejó de mirarme y empezó a caminar otra vez—. ¿Qué hace aquí tan pronto?

—Soy puntual.

—Exageradamente —señaló. Reí. Caminar al lado de Larissa me hacía sentir como una hormiga. A pesar de usar tacones.

—¿Usted no?

—Sí. Claro que sí.

Continué siguiéndola. No había nadie en los pasillos. Ni siquiera su asistente había llegado. Y, por alguna razón, el silencio que se había formado entre nosotras no me resultó nada incómodo. Cuando llegamos a su oficina, me hizo pasar primero.

—Todo está en orden con el contrato —dije. Me había sentado ya. Larissa estaba acomodando algunas cosas en el escritorio—. Salvo que no me quiero mudar aquí.

Larissa me miró. Parecía un tanto sorprendida. Y mínimamente decepcionada. Ese día yo llevaba una blusa lisa, de cuello alto sin escote. Mis pechos se remarcaban. Y Larissa no podía disimular que toda su atención estaba en ellos. Me incliné un poco, dejando que la gravedad hiciera su trabajo.

—¿Puedo...? —se aclaró la garganta y me miró a los ojos—. ¿Puedo saber por qué?

—Ya tuve que pasar por algo similar. No fue una buena experiencia.

No estaba mintiendo. Había pasado dos años interna en un antiguo empleo. No podía salir a divertirme cuando la jornada llegaba a su fin. No tenía libertad en absoluto. Y aunque me gustaba la idea de estar bajo el mismo techo que Larissa, no me tentaba lo suficiente.

—De acuerdo —asintió—. Es negociable. Pero en todo caso, igualmente tendrá que mudarse al pueblo.

—Sí, lo sé. No tengo ningún problema con eso. Ya he empezado a hacerlo, de hecho.

—Muy bien. No sé dónde... —empujó la silla hacia atrás. Se inclinó hacia abajo y me dio la impresión de que estaba buscando algo en algún cajón—. No sé dónde dejó Beth los papeles.

—¿Necesita ayuda? —pregunté. Husmeé un poco por encima del escritorio y la vi negar. Se irguió, se puso de pie y caminó hacia la puerta.

—Un segundo —dijo. Asentí.

Me quedé ahí, observando todo a mi alrededor. Me acerqué a la chimenea y me vi tentada a encenderla. Podría haberlo hecho con un chasquido. Pero no sabía si Larissa querría que lo hiciera. Y no me iba a tomar tal atrevimiento. Me giré al escuchar el sonido de la puerta y la vi otra vez. Sostenía una carpeta en sus manos.

—Lo he encontrado —informó. Volvió a sentarse. Y yo volví a acercarme al escritorio. Pero no me senté. La vi abrir la carpeta, sacar un montón de papeles. Solo les daba una hojeada y continuaba con el siguiente—. Aquí está su contrato, profesora Hart —dijo al fin. Me miró. La miré. Y me atreví a inclinarme un poco hacia ella.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora