𝓒𝓱𝓻𝓲𝓼𝓽𝓶𝓪𝓼 𝓓𝓻𝓮𝓪𝓶𝓲𝓷𝓰

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—¿Cariño? ¡Está haciendo mucho frío afuera! ¡No te atrevas a salir sin una bufanda!

Lili aparece en la puerta de la terraza con Nia en sus brazos. Su cabello rojizo tiene pringas de blanco, y las botas están todas llenas de nieve. Las sacude en la alfombra antes de entrar y se encoge en el abrigo mientras camina. Una vez que repara en mi presencia, una sonrisa le adorna el rostro.

—Creí que estabas arriba. 

—Voy bajando. Haré chocolate.

Me acerco y después de quitarle la nieve del cabello, le doy un abrazo para hacerla entrar en calor. Nia se inquieta así que Lili la deja en el piso. Luego se alza de puntillas para darme un beso corto.

—Te ayudo —me dice, metiéndose abajo de mi brazo. Yo la estrujo tanto como puedo y le doy un beso en la coronilla.

Es tierno el hecho de que, aunque literalmente Lili puede regular su temperatura por sí misma, siempre busca mi calor. Siempre. Desde que llegó el invierno es como una bebé yendo tras de mí todo el tiempo para abrazarme.

Antes de ella esta temporada era solitaria para mí. No me preocupaba por las decoraciones ni por la cena, mucho menos por los obsequios. Solía pasar toda la noche frente a la chimenea, con una botella de vino solo para mí. Y ahora, desde que tengo a Lili, esta es mi época favorita. Aunque, pensándolo bien, todo lo que hago a su lado automáticamente se hace mi cosa favorita. Lili hace que toda mi vida sea especial.

La nostalgia fue reemplazada por felicidad. Ahora estas fechas me traen muy buenos recuerdos porque fue hace un año exactamente que me planteé la idea de proponerle matrimonio. Hace un año, para este día, Lili y yo ya habíamos comprado nuestros anillos de compromiso. Es increíble que esta vaya a ser nuestra primera Nochebuena como esposas.

—Tienes que ponerte esto —me dice, y de detrás de la espalda saca un gorro navideño. 

Me está mostrando esa sonrisita a la que nunca me puedo negar. Pestañea y sonríe todavía más. Entonces yo me enternezco hasta el punto de inclinarme para dale un besito en la nariz.

—Lo usaré —asiento—. Pero debes ponerlo tú misma. Si alcanzas, claro.

—Por supuesto que sí —afirma con decisión.

Yo vuelvo al chocolate mientras ella va directo a la barra, saca uno de los bancos, y lo carga hasta donde yo estoy. Trato de no reírme cuando la veo escalar pero simplemente no puedo evitarlo.

—¿Qué es lo divertido? —cuestiona con molestia fingida.

—Lo tierna que eres. Y por cierto —señalo hacia arriba en la estantería—, estás bajo el muérdago así que tienes que darme un beso.

Ahora que Lili está a mi altura puede besarme sin tener que ella alzarse, o yo inclinarme. Después de mil besos cumple el capricho de ponerme el gorro. Y cinco minutos después ella y Nia aparecen con uno igual.

Casi una hora más tarde estamos metiendo brownies al horno cuando el timbre suena.
Este año también hemos invitado a Dave y a Joan así que seguramente se trata de ellos. Me gusta esto. Me gusta estar creando mis propias costumbres navideñas por fin.

Lili y yo salimos juntas para recibirlos, tomadas de las manos, y lo primero que ella hace al abrir la puerta es acuclillarse para llenar de besos las mejillas sonrosadas de los bebés.

—Feliz navidad, tía Lili —le dicen ambos al mismo tiempo, con esa voz aguda tan dulce y casi inentendible.

Yo nunca me había relacionado con bebés. Nunca. Y con este par he descubierto una especie de cariño que jamás creí experimentar. No nací para ser madre, pero sí para esto. Me encanta ser la tía Larissa.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora