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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 20


—No pasa nada —le dije a Larissa. Ella seguía atónita. No me gustaba la forma en la que me estaba mirando. Lo hacía como si yo fuera una terrible amenaza.

—Es... fuego —musitó. Fue como si hasta ahora hubiera sido consciente del peligro de mi habilidad.

—Lo has visto antes. Me has visto prender cigarrillos así. Y la chimenea. ¿Recuerdas? En la cabaña —intenté tranquilizarla, pero nada estaba funcionando. Y cuando quise acercarme, Larissa retrocedió. Me dolió el pecho al ver que trataba de huir de mí. Aunque ya no había llamas en mis pies la alfombra seguía ardiendo—. No te voy a hacer daño, mi amor. Jamás te haría daño.

—Voy a... buscaré... —las manos le temblaban, miró a todas partes, buscando. Seguramente se refería al extinguidor. Yo fui más rápida. Tomé la alfombra y la tiré al interior de la ducha. El sonido del agua apagando el fuego me hizo soltar un suspiro. Miré a Larissa. Estaba lejos.

—¿Estás bien? —le pregunté. La vi asentir. No me convenció del todo, así que me acerqué con cautela. Esta vez no se movió.

—Entré en pánico —respondió, aún conmocionada—. Por primera vez entré en pánico, Lilith. Solo pude pensar en los chicos, en lo que hubiera sucedido si...

—Pero nada sucedió —me apresuré a decir—. Todo está solucionado. Esto no fue nada más que un pequeño incidente.

—¿Un pequeño incidente? Casi incendias la academia.

—¿Me tienes miedo ahora? —me animé a preguntar. Su silencio fue todo lo que necesité para saber que sí, Larissa me tenía miedo—. Yo soy más que esto, Larissa. Yo no elegí nacer con esto.

—Ya lo sé... yo tampoco elegí lo mío.

—Pero lo tuyo no es peligroso.

—¿Por qué...? —inquirió con curiosidad, frunciendo el ceño—. ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué reaccionaste de esa forma? Sé que estabas muy enojada, ¿pero por qué?

—Por Zara.

—¿Qué tiene que ver Zara?

—Me sentí celosa —confesé. Di la vuelta, de regreso al interior del baño. Larissa permaneció sentada, pero no por mucho tiempo. Cuando me estaba quitando el sostén ella llegó.

—Zara solo es una maestra —dijo. Se paró detrás de mí. Me ayudó a atarme el cabello. Al finalizar, me dio un beso en el hombro. Nos miré a través del espejo. Los labios de Larissa subieron hasta mi cuello. Yo cerré los ojos, sintiendo escalofríos—. Tú eres mi novia. Yo soy tu novia. Solo tuya.

—¿Solo mía? —quedé frente a ella, con las manos en su cintura. Larissa asintió y me elevó hasta acomodarme sobre el lavabo. Me besó los pechos mientras dejaba caricias en mis muslos. La sujeté de las muñecas para que se detuviera.

—¿Sigues molesta?

—No. Pero esta vez seré yo quien tome todo el control —me bajé de un salto, la pegué contra el cristal, haciendo que soltara un jadeo.

Larissa me miró con una sonrisa. Me pareció divertido el hecho de que no sabía muy bien qué hacer con las manos mientras yo la desvestía. Acabó apoyándolas en mi cintura. Yo empecé por soltarle el cabello, seguí con el abrigo y cuando estuvo sin los guantes, bajé el cierre del vestido. Le besé el cuello al tiempo que dejaba masajes en su entrepierna.

—¿Solo eres mía? —pregunté, ejerciendo más presión. Larissa se mordió el labio. Asintió—. No, dilo —exigí—. Quiero escucharte.

—Sí, Lili —respondió—. Solo soy tuya.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora