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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 13


—¡Un segundo! —grité mientras tomaba mi bolso. Estaban tocando el timbre.

Pensé en que seguramente era Louisa. Era fin de semana y me había invitado a cenar a un restaurante italiano que ella acababa de descubrir. En tan solo dos semanas nos habíamos vuelto muy cercanas. Tal vez porque teníamos mucho en común. Éramos del mismo país, teníamos la misma edad, las dos éramos maestras y estábamos solas.

Louisa era gentil, elegante y muy inteligente. Una buena compañía sin duda. Aunque a veces podía llegar a ser muy tímida. Cuando abrí la puerta vi que mis sospechas eran ciertas. Ahí estaba ella, con su cabello rubio recogido en un moño impecable y un vestido rojo de escote recto que le llegaba hasta las rodillas.

—Qué lindo vestido —me dijo con una sonrisa.

Era la primera vez en mucho tiempo que volvía a usar un vestido. Era bastante similar al de ella, pero negro, con una ligera abertura en uno de los lados. Ese mismo día había tenido una conferencia importante en la universidad y prácticamente estaba llegando al departamento cuando Louisa apareció. Apenas y pude retocarme el maquillaje.

—Gracias —respondí mientras cerraba la puerta-. Tú también te ves increíble.

—¿No llevarás abrigo? —preguntó cuando empezamos a caminar—. Podrías necesitarlo.

—Ya vamos tarde. Perderemos la reservación —le recordé. Louisa no dijo nada. Pero no parecía muy contenta con mi decisión.

En ese sentido me recordaba mucho a Joan. Las dos me veían como un ser indefenso incapaz de cuidarme a mí misma. Me molestaba y al mismo tiempo lo agradecía.
Era mi dualidad. En esos días no había vuelto a saber nada de Helena.

Parecía ser que la tierra se la hubiera tragado. Pero entonces esa noche la vi. Cuando Louisa y yo salíamos del elevador, ella aguardaba para subir. Con un vestido corto de tirantes, los tacones en la mano y despeinada, aparentemente estaba llegando de una fiesta. Apestaba a alcohol.

—Hola, Helena —la saludé, tratando de ser amable. Aún la quería. La sentía como una hermana menor.

Helena me miró con el ceño fruncido. A diferencia de mí, al parecer ella solo me guardaba rencor. Y me parecía absurdo. Yo siempre le hablé con la verdad. Siempre dejé las cosas muy claras entre nosotras. Fue ella la que decidió seguir a mi lado a pesar de eso. Dio un paso y tambaleó. Entonces me apresuré a sostenerla, pero se soltó con brusquedad.

—Dejaste de ser mi amiga por ella —dijo con notable resentimiento. Sospeché que aunque yo no la veía, ella tal vez sí lo hacía. Y seguramente se había dado cuenta de mi amistad con Louisa.

—Sabes que eso no es verdad, Helena —repliqué—. Y no pienso tener esta conversación en el estado en el que estás, pero te pediré que no involucres a Louisa.

—¿Te habló de Larissa? —le preguntó a ella. Louisa estaba detrás de mí, con una mano en mi espalda. Estaba tan concentrada en Helena que ni siquiera le di importancia a ese detalle—. Olvídate de tener algo con Lilith porque está loca por Larissa.

—Helena —la reprendí—. Vamos, te llevaré a tu departamento. Te estás cayendo.

La tomé del brazo para obligarla a caminar, ella se enredó con sus propios pies y terminó chocando conmigo. Lo siguiente sucedió en una fracción de segundo. La sujeté de la cintura y sentí sus labios en los míos. Me quedé paralizada de la impresión. Helena presionaba su mano con fuerza en mi nuca.

Estaba siendo difícil deshacerme de ella. Y estábamos llamando la atención. Entonces Louisa la apartó de mí, tomándola del brazo con fuerza. Me hizo quedar atrás de ella. Parecía molesta. Era de esperarse. Una desconocida la había atacado y después vio cómo me besaba sin mi consentimiento.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora