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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 23


—Me has hecho la mujer más feliz del mundo —le dije a Larissa, limpiándole las lágrimas. Seguíamos arrodilladas.

—Tú me has hecho feliz a mí, mi amor —Larissa me acarició el rostro con ternura, con la mirada llena de amor y felicidad. La abracé muy fuerte, aún con todo el bullicio de abajo, las luces de los fuegos artificiales, y el llanto de Joan. Parecía que era ella quien se había comprometido.

—Estoy tan contenta —dijo. Tenía las manos en la boca. Dave rio. Larissa y yo nos dimos un último beso antes de levantarnos.

—¡Me voy a casar! —grité, mostrándole el anillo a Joan. Nos abrazamos tan fuerte que por un segundo creí que nos íbamos a romper los huesos.

—Muchas felicidades, cariño. Estoy tan orgullosa de ti —me acarició la espalda y arregló mi cabello cuando me soltó. Se dirigió a Larissa después—. Sé que eres la mujer indicada para Lili —le dijo, sujetando sus manos—. Y sé que completarás su felicidad a la perfección.

—Puedes estar tranquila, Joan. Cuidaré de Lili hasta el último día de mi vida.

—Yo sé que sí —sonrió, se animó a darle un abrazo igual de fuerte a ella también.

Dave y los bebés que sorpresivamente seguían despiertos también nos dieron sus felicitaciones. Yo no podía dejar de ver el anillo en mi dedo. No podía creer que acababa de comprometerme. Toda esa felicidad y emoción que experimenté esa noche fue algo completamente extraordinario. Ni si quiera sabía que podía llegar a sentir tanto. Pero así era al estar con Larissa. Ella me hacía sentir cosas que jamás alcancé a imaginar.

Llegamos a mi departamento casi a las tres de la mañana, ebrias y hambrientas. Larissa me cargó apenas cruzamos la puerta, como si estuviéramos recién casadas. En ese momento recordé aquella madrugada en la playa de Grecia, cuando fingimos casarnos en medio del mar, desnudas, bajo la luz de la luna. Me pregunté cómo era que Larissa de pronto había superado su miedo al compromiso. Entonces, por un instante, tuve miedo de que se arrepintiera más tarde.

—Larissa —me bajé de sus brazos al llegar a la puerta de la habitación. Larissa me pegó contra ella para besarme el cuello. Me removí apenas sentí sus manos en mis glúteos—. Quiero preguntarte algo antes de que hagamos cualquier otra cosa.

Ella no dudó ni un segundo en apartarse, en prestarme toda su atención. No dijo nada, sino que me tomó de la mano para que entráramos al cuarto. Se sentó en la cama y yo lo hice en sus pernas, con mis brazos rodeándole el cuello.

—¿Qué es lo que quieres saber? —me preguntó mientras limpiaba la parte inferior de mi labio.

—Si estás segura de la decisión que hemos tomado —respondí. Larissa frunció el ceño. Yo sonreí al notar lo rojo que estaba su rostro por el alcohol.

—¿Qué decisión?

—Nos vamos a casar —enfaticé—. Se supone que para siempre. Vas a estar conmigo hasta que la muerte nos separe. Tendrás que soportarme en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad. Tendrás que serme fiel. Esto —me señalé a mí misma, a mi cuerpo— será lo único que podrás tener y tocar a partir del momento en que digas "Sí, acepto".  Aún cuando me convierta en una anciana, con arrugas y canas. Aún cuando deje de ser atractiva.

No sabía cómo tomar la reacción de Larissa ante todo lo que le estaba diciendo. No sabía si en verdad me estaba prestando atención o estaba a punto de quedarse dormida. Pero me miraba con cara soñadora, con una pequeña y encantadora sonrisa en el rostro. De un momento a otro empezó a besarme los brazos. Solo se detuvo hasta que yo la obligué a hacerlo.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora