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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 26


El piso de la habitación se sentía frío bajo mis rodillas, el ruido de las descargas contra el pecho de Larissa mezclado con las voces de los médicos y el personal de enfermería me estaban aturdiendo cada vez más. Solo podía pensar en Joan, en que necesitaba tenerla conmigo.

—Tiene que levantarse, señorita —me dijo una enfermera. Todo ante mí se veía borroso debido a las lágrimas en mis ojos—. Tiene que salir.

—¿Está muerta? —atiné a preguntar. Volví a tener un ataque de llanto con tan solo pensar en esa posibilidad.

—Su corazón se detuvo, pero estamos tratando de reanimarla —la enfermera se arrodilló frente a mi para evitar que continuara viendo a Larissa—. Ella va a estar bien, debe confiar en nosotros. Pero necesito que abandone la habitación, usted no está en condiciones de seguir aquí.

Alcé las manos y me alejé de ella cuando intentó tocarme. Yo estaba prácticamente hirviendo. No quería lastimarla. Ni a ella ni a ninguno de los que estaban ahí, mucho menos a Larissa. Así que comprendí que de verdad tenía que salir. Cuando me estaba poniendo de pie, el pulso de Larissa volvió. En ese momento sentí como si yo también volviera a la vida.

—Necesita una tomografía —escuché al doctor. Yo me limpié el rostro con rapidez al ver que estaban preparándola para sacarla.

—¿A dónde la llevan? —pregunté. Esta vez si pude acercarme. Me aferré a la mano de Larissa con fuerza. Le acaricié el rostro—. ¿Volverá a despertar?

—Debemos realizarle varios estudios —respondió el doctor—. Su cerebro estuvo sin oxígeno por casi tres minutos, es urgente descartar una lesión.

Yo me quedé ahí, con el corazón acelerado y con muchas ganas de llorar. Me pasé las manos por el rostro con desesperación y observé el sitio en donde antes estuvo la camilla. Tuve a Larissa por unos cuantos segundos. Escuché su voz y vi sus ojos. Pero eso no era suficiente para mí. Yo la quería de regreso por completo.

Yo estaba llorando, nerviosa, sin saber qué hacer o qué pensar, no entendía absolutamente nada. Odiaba ese lugar, odiaba a los doctores y sobre todo odiaba a Zara. Deseaba tenerla de frente otra vez para terminar de marcarle el rostro. Le haría mucho más que eso si a Larissa llegaba a ocurrirle algo más grave.

Mientras estaba en la cafetería, esperando a que Larissa regresara a la habitación, medité en si era necesario llamar a Joan. La necesitaba, sí, pero ella tenía sus propios problemas. Yo ya no quería molestarla más. Toda la vida había sido una carga para ella. Entonces me pedí un té y enfrenté la situación yo sola, como la adulta que era.

Cada vez que recordaba a Larissa diciendo mi nombre otra vez, una pequeña sonrisa aparecía en mi rostro. Pero se desvanecía al ser consciente del estado en el que se encontraba, en su expresión desorientada, y en la fuerza con la que había sostenido mi mano. Larissa estaba asustada, era evidente. Me dolía imaginarla sola, expuesta a tantas máquinas.

—¿Señorita Hart? —una enfermera se acercó a mi. Era la misma que había estado conmigo durante mi ataque de pánico. Yo me tensé al instante.

—¿Sucede algo con..? 

—Ya ha sido trasladad a la habitación —aclaró—. Todo está en orden. El doctor le explicará mejor. Creí que debería saberlo.

—Muchas gracias —sonreí débilmente, sintiendo un poco de paz. 

La enfermera solo asintió y se marchó tan pronto como apareció. Miré mi taza de té, suspiré y me armé de valor para regresar con Larissa. Era difícil para mí verla así, inconsciente, pálida, sin su labial o su peinado. Entonces decidí arreglarla un poco, además de su habitación también.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora