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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 11


—Es una broma, ¿verdad?

Joan me miró con una sonrisa de incredulidad, como si lo que acaba de escuchar era el chiste más absurdo y malo de su vida. Lamentablemente no lo era. Lo había pensado muy bien. Toda mi vida quise ir a Grecia, pero no encontraba el valor. Usaba la excusa de que no quería dejarla a ella, cuando la realidad era que no quería dejar todo lo que ya conocía y arriesgarme a algo nuevo.

—Hablo en serio —repliqué con firmeza mientras me levantaba de mi lugar.

Joan seguía impresionada. Estaba sentada en la mesa de la cocina, con una taza blanca en sus manos, llena de café. El mío ya se había acabado, por eso decidí ir por el poco que quedaba en la cafetera. Y mientras lo vertía en la taza y le ponía el azúcar, Joan parecía meditar en la situación, asimilar mis palabras. Volví a quedar frente a ella, con la espalda apoyada en la barra.

—Yo entiendo que quieras hacer algunos cambios en tu vida —dijo por fin—. Sé que estás en duelo y lo entiendo pero... ¿Grecia? Estamos hablando del otro lado del planeta, Lilith. Hay todo un océano de por medio.

—No te estoy pidiendo permiso, Joan.

—Yo sé que no, es solo que... es demasiado lejos, Lili. No puedo dejarte ir tan lejos.

—Pero quiero hacerlo —suavicé el tono de mi voz al ver el rostro prepcupado de Joan. Volví a sentarme a su lado, sosteniendo una de sus manos—. Necesito hacerlo. Además, no es para siempre. Tal vez solo sea por un año o dos. Pero pienso volver. Por eso no te preocupes.

Joan soltó un suspiro y después de un par de minutos, asintió con resignación. Yo entendía que ella sentía la necesidad de protegerme, que siempre habíamos estado cerca la una de la otra, que ella siempre fue la más sensata y que me viera como un ser incapaz de tener una vida ordenada. Al fin y al cabo yo me había encargado de crearme esa reputación.  Pero también sabía que, a pesar de estar lejos de Larissa, eso no era suficiente para mí. Quería más distancia. Incluso en esa ciudad todo me recordaba a ella.

—Está bien, Lili —asintió. En ese punto ya tenía los ojos húmedos. Me enternecí—. Si es lo que necesitas, si crees que con eso estarás bien, entonces cuenta conmigo. Nunca te he dejado sola y no lo haré ahora.

—Gracias, Joan —sonreí. Me lancé a abrazarla—. Te adoro.

—Entonces tú y Larissa...

—Es definitivo —afirmé asintiendo mientras la soltaba.

—¿Y si volvieran a encontrarse? —quiso saber. La vi darle un sorbo a su café y yo miré a través de la ventana. El día estaba nublado. Y ahora cada vez que llovía no podía hacer otra cosa más que pensar en Larissa y en la última vez que nos vimos—. Es decir, tal vez en un par de años... —añadió Joan. Volví a verla con el ceño fruncido y negué con la cabeza.

—No estarás pensando en decirle.

—Solo quiero saber —insistió. Me causó diversión el hecho de que parecía que su vida dependía de mi respuesta—. ¿Volverían a estar juntas si en un par de años se reencuentran y tú ya estás bien?

—Nada me haría más feliz que eso.

Joan asintió. Ella sabía mi respuesta desde antes de que yo la pensara, pero quería que la dijera de igual forma, que fuera sincera conmigo misma más que con ella. Y era verdad. Guardaba la esperanza de volver a estar con Larissa. Me ilusionaba pensar en lo último que me dijo. Atesoraba la idea de que me amaría por siempre y que me estaría esperando. Nadie nunca me había dicho algo como eso.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora