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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 8


—Buenos días —saludé, mientras entraba en la oficina de Larissa. Ella alzó la vista de los documentos y me sonrió. Verla sonreír era la mejor forma de iniciar el día.

—Que preciosa te ves hoy —dijo. Rodeé el escritorio para sentarme en sus piernas y enrollé mis brazos en su cuello, sosteniendo la rosa—. Llega tarde, señorita Hart. ¿Puedo saber por qué? —preguntó, fingiendo seriedad. Yo sonreí y le di un beso en los labios.

—Tuve un problema con el auto, pero está solucionado.

No era mentira, pero tampoco era toda la verdad. Se me había hecho tarde porque llevaba días sin conciliar el sueño. Solo lograba dormir cuando ella se quedaba conmigo. Es decir, solo los fines de semana. La culpa me consumía.

Cada hora que pasaba era una tortura. Ya ni siquiera los cigarrillos me funcionaban. Ni las pastillas. No sabía cuánto más iba a soportar esa situación. Y como si el universo estuviera en mi contra, el auto se averió en medio de la carretera.

—Lilith —escuché. La forma en la que Larissa me miraba me hacía sospechar que llevaba varios minutos hablándome—. ¿Estás bien?

—Sí, cariño. Solo estaba pensando... —tomé su mano para entrelazarla a la mía. Me esforcé por mostrarle una sonrisa—. ¿Estarás ocupada después de la última clase?

—No —lo pensó un momento, dudando. Tomó el teléfono y le marcó a Beth para asegurarse—. Beth... Solo quiero saber cómo está mi agenda para esta tarde, a las cuatro... —la vi asentir y no entendí lo que trataba de decirme con eso—. De acuerdo. Sí. Sí, por favor. Dile que después yo le marcó. Gracias, Beth.

—¿Y bien?

—Soy toda tuya después de las cuatro —informó—. El alcalde me había invitado a una cena, pero realmente no tengo ganas de verle la cara. Prefiero estar contigo.

—Así que el alcalde —entorné los ojos, fingiendo molestia—. Dile que la única que puede invitarte a cenar soy yo.

—Era una cena de negocios —replicó, sonriendo divertida.

—Como sea. Estaré aquí a las cuatro. Ponte ropa cómoda.

—¿Qué tramas? —cuestionó. Y esta vez fue ella quien entornó los ojos. Le di un beso más.

—Un picnic.

—¿Un picnic a las cuatro?

—Veremos el atardecer. Como aquella vez, ¿recuerdas? Solo que ahora será en el lago.

—Me gusta la idea —asintió—. Acepto. ¿Mi rosa?

—Oh, cierto —se la entregué.

Y le di un corto beso en los labios después. Y otro más en la mejilla. Ella me dio la nota. Estaba perfectamente doblada dentro de un sobre blanco y pequeño. La marca del labial, con la forma de sus labios, estaba en el dorso. El aroma de Larissa era dulce, pero no resultaba para nada ofensivo. Su caligrafía era perfecta.

—¿De verdad estás bien, Lili? —insistió Larissa—. Hace días pareces distante. Si he hecho algo...

—No, cariño —respondí de inmediato, negando con la cabeza. Sujeté su rostro y la miré a los ojos—. Todo lo que tú haces es perfecto. No sucede nada contigo.

—¿Entonces? —tenís el ceño fruncido y se miraba genuinamente preocupada.

—No puedo dejar de pensar en...

—En James —concluyó.

Solté un suspiro, desviando la mirada de ella a mis manos. No me sorprendió que supiera que ese era mi problema. Larissa no era tonta. El hecho de que no me hubiera preguntado nuevamente sobre mi relación con él no significaba que estuviera satisfecha con mi respuesta.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora