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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 28


Después del juicio de Zara, aunque ya había trasncurrido un mes de nuestro aniversario, Larissa y yo decidimos retomar el viaje a Hawái para celebrarlo. Ella aún no estaba lista para regresar al trabajo, así que era el momento perfecto para unas vacaciones. Nos lo merecíamos. Yo me lo merecía.

—¿Estás cómoda? —le pregunté. Íbamos en el avión, de camino a la isla. Para ahorrarle tanto estrés, yo logré conseguirnos un vuelo privado.

—Sí, Lili, lo estoy. Me lo has preguntado diez veces ya. Estoy cómoda y me siento mucho mejor.

Yo sonreí. Me incliné para darle un beso. Larissa tenía razón, sus avances eran notables. Estaba recuperando la coordinación en pies y manos, las palabras ya no se le olvidaban, sus recuerdos estaban regresando poco a poco. Yo no podía estar más que feliz. Y aunque parecía muy tonto e insignificante, agradecía volver a tener esas tontas y pequeñas discusiones con ella.

—Solo me preocupo por ti, mi amor. Pero tienes razón, te dejaré descansar.

—Sí, solo quiero descansar —me rodeó los hombros con el brazo para guiarme a su pecho. Yo me abracé a ella con gusto.

Casi sin darnos cuenta las dos nos quedamos dormidas. Fue el piloto quien nos despertó cuando aterrizamos. Lo primero que sentí al bajar fue la oleada de calor, el aire tibio envolviendo mi cuerpo. Eso era todo lo que había anhelado por meses. Larissa, en cambio, estaba sudorosa, con las mejillas rojas y el cabello se le pegaba en la frente.

—Vaya, mucho calor —dijo mientras se paraba a mi lado a observar el paisaje. Todo era verde, lleno de vida.

—No es lo que dices cuando te quemo en la cama —bromeé.

—Bueno, es que eso es diferente. Esa clase de calor sí me gusta —su mano viajó a mi cintura. Larissa me pegó más a su cuerpo.

—Compórtate, hay gente observándonos —susurré.

Larissa rio. Me dio un beso antes de empezar a caminar al auto que nos estaba esperando para llevarnos a la casa donde nos quedaríamos. Yo no quise un hotel, Larissa tampoco. Una casa era más privada, más silenciosa. Además, estaba en la costa. Era todo lo que Larissa necesitaba.

Aunque lo primero que hicimos al llegar fue dormir. Lo hicimos por toda la tarde. Ni siquiera cenamos. Las dos estábamos agotadas. A la mañana siguiente, yo desperté primero. Mientras preparaba el desayuno, Larissa despertó también. Pero ella, en lugar de ayudarne, prefirió salir a tomar un poco de sol a la terraza.

—Aquí dice que podemos visitar el volcán, realizar caminatas, descubrir restaurantes cinco estrellas y tomar clases de surf —Larissa leía un folleto mientras yo le ponía bloqueador solar en el rostro.

—Las clases de surf suenan interesantes.

—Para ti.

—Para las dos —la miré con una sonrisa. Me causó más diversión verla negar con tanto énfasis.

—Prefiero escalar ese volcán.

—Sí, te servirá para ejercitarte —yo continué poniéndole bloqueador, en los brazos esta vez. Larissa me quitó el envase, tomó un poco con los dedos y lo embarró en mis pechos. Yo llevaba puesto un traje de baño porque después del desayuno planeaba entrar un rato a la piscina.

—Puedo ejercitarme de otra forma —dijo, deslizándo los dedos por debajo de la tela del sostén. Me mordí los labios cuando sentí que me apretaba los pechos.

—Muéstrame —mientras Larissa jugaba con mis pechos, yo empecé a alzarle el vestido, a dejar suaves caricias en sus muslos.

Antes de que me diera cuenta, Larissa me había sacado de mi lugar y me estaba llevando en sus brazos a una de las sillas reclinables de la piscina. Me acostó ahí. Ella se sentó a un costado. Me soltó el sostén y me quitó la parte inferior del traje de baño. Esa era la primera vez en meses que ella volvía a tocarme. Yo me estaba derritiendo por tenerla en mi interior por fin. Y ella también estaba desesperada. Lo podía ver en su mirada, en sus ojos deseosos y en la forma en que me besaba.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora