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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 18


Al volver del aeropuerto fue difícil para mí entrar al departamento y encontrarlo completamente solo. Ahora sin Larissa ahí el espacio se sentía enorme. Parecía que me iba a perder entre las paredes. Mi pecho también se sentía vacío. Tuve esa misma sensación cada día y cada noche al regresar del trabajo.

Fue difícil re acomodarme, acostumbrarme nuevamente solo a mi presencia, pese a que Larissa y yo mantuvimos el contacto lo más que pudimos. A veces teníamos citas, compartíamos cenas, y los fines de semana, los desayunos. Cada una hacía lo que podía. Pero también llegamos a tener un par de discusiones.

—Me gustaría tenerte aquí —me dijo. Se escuchaba agotada. Podría jurar que se estaba quedando dormida. En Grecia eran las siete de la mañana y allá casi llegaba la media noche. Mientras yo iniciaba mi jornada Larissa se preparaba para ir a la cama—. No puedo creer que no estarás para nuestro aniversario.

—Ya hablamos sobre esto —apoyé la espalda en la baranda del balcón y suspiré.

Estaba hastiada, no lo iba a negar. Larissa y yo habíamos tenido esa conversación cientos de veces antes. Ella no lo decía directamente, pero se sentía como si me estuviera reclamando. Yo le había dicho que esa semana, la de nuestro aniversario, en la universidad se estaría realizando un congreso, por lo tanto no podría viajar. Pero era mentira.

Después de nuestra separación yo juré no volver a mentirle a Larissa, sin embargo, ahora lo estaba haciendo. Y aunque me decía a mí misma que era una razón justificable, no podía dejar de sentir culpa. Quería decirle la verdad de una vez por todas. Era agotador tener que lidiar con las discusiones por lo mismo. Pero yo hacía todo eso porque quería sorprenderla.

—Si tan solo... —murmuró. Aunque se vio interrumpida por un bostezo.

—¿Si tan solo qué? —cuestioné.

—Olvídalo, el cansancio me hace decir tonterías.

—¿Si tan solo no hubiera huido?

—Yo no dije eso, Lilith. Ni siquiera lo insinué.

—Pero sé que lo has pensado —callé un momento, esperando a que dijera algo o que lo negara, pero todo lo que se escuchó de su lado fue un suave ronquido.

Pese al enojo que estaba empezando a sentir, me fue imposible no sonreír. Me enternecí al imaginarla acostada con el teléfono en la mano y el cabello esparcido en la almohada. No traté de despertarla porque no tenía caso. Ella necesitaba descansar. Entonces tomé mis cosas y salí del departamento. Durante todo ese día Larissa y yo no volvimos a hablar.

Y en la noche, cuando estuve de regreso en el departamento, una enorme canasta de rosas rojas esperaba en mi puerta. Miré a mi alrededor, esperando a que alguien saliera, que me dijeran que se trataba de un broma, pero nada de eso sucedió. Me incliné para recogerla y al estar en la sala saqué el pequeño sobre que había en el medio. Sonreí. Busqué el teléfono para tomar una fotografía y se la envié a Larissa con el texto «¿Qué significa?». Ella me marcó casi al instante.

—Entonces... Las rosas... —le dije. Me estaba quitando los tacones.

—No tienen que significar nada.

—Claro —ironicé. Me senté en el sofá, admirando la canasta blanca que permanecía en la mesita. Sospechaba que se trataba de una disculpa.

—De acuerdo —admitió. Yo sonreí ante mi victoria. Subí las piernas y las plegué hacia un lado. En ese momento deseé tenerla ahí para reposar la cabeza en su regazo. Extrañaba que me dejara caricias en el cabello—. Sé que fui grosera anoche, había tenido un mal día y me dejé llevar por todo el estrés que tenía acumulado.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora