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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 9

ʀᴇᴄᴏᴍᴇɴᴅᴀᴄɪóɴ ᴍᴜsɪᴄᴀʟ: ᴡʜᴏ ᴅᴏ ʏᴏᴜ ᴡᴀɴᴛ - ᴇx ʜᴀʙɪᴛ


—No puedes manejar en ese estado —me dijo Joan. Pero era demasiado tarde. Yo ya estaba dentro del auto. Había dejado de llorar, pero no me sentía nada bien. Mi mente no dejaba de reproducir las palabras de Larissa, la imagen de su mirada llena de odio—. Si quieres ir con Larissa está bien, yo lo entiendo. Pero por favor, Lilith. Solo esperemos a Dave. Él se queda con los bebés y yo puedo llevarte.

—No, tú no lo entiendes, Joan. No puedo dejarla ir. No puedo perder tiempo. Y no debiste llamarla en primer lugar. Confié en ti.

—Yo solo quería ayudarte. Quiero ayudarte. Lili... por favor.

—Ya hiciste mucho —encendí el motor. Dejé de mirarla y me concentré en el camino.

—¡Lilith! —gritó cuando arranqué.

La carretera se abría paso frente a mí. El auto viajaba a toda velocidad. Y cada vez que el aire fresco golpeaba mi rostro, me sentía libre. Libre de culpas y de dolor. Saqué mi teléfono para buscar el contacto de Larissa. Le marqué, pero pasaba directo al buzón. Empecé a preocuparme. Porque ella estaba tan alterada como yo. El terror me invadió en ese momento, así que presioné más el acelerador.

Creía que si tenía suerte, la alcanzaría en el camino. Los ojos se me llenaron de lágrimas cuando recordé los días anteriores. Fuimos tan felices. Y en un abrir y cerrar de ojos esa felicidad se esfumó. Para las dos fue todo un reto aceptar lo que sentíamos. Para Larissa fue difícil confiar en mí. Yo le prometí que no le haría daño. Y solo me bastaron treinta minutos para destrozar todo lo que habíamos construido durante meses.

Frené de golpe al ver su auto en medio de la carretera. Todo parecía estar en orden, pero no dejaba de sentirme nerviosa. Mi corazón latía con fuerza. Bajé, me acerqué y la vi a través de la ventanilla del copiloto. Estaba con los brazos en el volante, la cabeza apoyada en ellos, llorando. Pude volver a respirar con tranquilidad por un segundo. Di un suave golpe en el cristal, haciendo que ella se sobresaltara. Me miró, con el rostro empapado y el ceño fruncido.

—Espera —le dije cuando vi que tenía intenciones de arrancar. Seguramente mi voz se escuchaba apagada, amortiguada por el cristal. Pero aún así insistí—. No te vayas —grité. Y la ventanilla bajó. Larissa se limpió el rostro. Su expresión se volvió más dura.

—Te dije que no quiero verte, Lilith. Déjame en paz. Regresa con Joan o vete a donde se te ocurra, pero aléjate de mí —encendió el motor y yo me paré frente al auto, con una mano en el capó. No iba a dejar que se marchara. Asomó la cabeza por la ventanilla y eso me permitió ver que las líneas de su frente se remarcaban. Larissa estaba enojada.

—Lilith —se escuchaba hastiada, cansada de mí, de lidiar conmigo y con mis ganas de solucionar todo. Pero no me iba a rendir tan fácil.

—No me voy a quitar —dije con firmeza—. Si te quieres ir tendrás que atropellarme.

—¿Por qué todo lo llevas al extremo? —la vi quitarse el cinturón y bajó. Dejó ir la puerta con un golpe. Yo pestañeé por el susto. No se acercó a mí, permaneció al lado de la puerta. Pero yo si fui con ella. Tomé sus manos. Fue un alivio que no se soltara.

—Porque no quiero perderte, Larissa —la voz me tembló, las lágrimas regresaron—. Sé que cometí muchos errores, sé que te mentí durante todo este tiempo pero...

—Pero eso no fue un impedimento para ti —espetó con rabia mientras caminaba hacia el frente. La seguí—. Aún así, aún sabiendo lo que hacías, aún sabiendo que me estabas mintiendo, tenías el descaro de besarme, de tocarme. Me decías que me amabas. ¿Eso era verdad? ¿O era otra mentira? —se escuchaba muy dolida. Y a la vez, a mi también me dolía escucharla y verla en ese estado. Esa era otra cosa que jamás me iba a perdonar.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora