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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 4


Después de nuestro beso, Larissa simplemente permaneció con las manos en mi cintura. No hicimos nada más que mirarnos en silencio, ella apoyada en el lavabo y yo frente a ella. Mi pulso estaba acelerado por alguna tonta razón.

—Esa noche... El sábado —dijo Larissa—. Cuando llegué a buscarte y estabas con tu amiga.

—Con Joan.

—Sí —asintió—. Quería verte. Más allá de si hacíamos algo o no. Yo simplemente quería verte. Quería tu compañía.

—¿Te sucedió algo? —pregunté, tratando de disimular la emoción que me causó enterarme de sus verdaderas intenciones.

—No. Solo había tenido un mal día.

—Entiendo —bajé la mirada a sus manos, que permanecían en mi cintura y sonreí apenas un poco. No quería alejarme. No quería que me soltara. Y al parecer, ella tampoco quería hacerlo.

—Te vi salir hoy —mencionó—. Con el maestro de literatura.

—¿Me estás vigilando, Larissa?

—No, claro que no —se apresuró a decir—. Fue una casualidad. Lo juro. Estaba llegando de una reunión. Te vi desde el interior de mi auto.

—Fingiré que te creo —bromeé. Quise reír al ver su rostro lleno de preocupación—. Fuimos a almorzar. Nada más.

—No tienes que darme explicaciones.

—Creí que lo mencionabas para obtener información —dije, dejando que una risita escapara. Larissa me mostró una media sonrisa y negó con la cabeza.

—No, claro que no.

—De acuerdo —puse mis manos encima de las suyas con intención de apartarlas, pero lo que hizo fue sujetarme más fuerte.

—¿No me vas a ayudar? —protestó.

—¿A qué?

—A llevar esto a mi habitación —señaló el cuadro. Volteé a verlo y asentí.

—Cierto. Déjame ver si encuentro algo para forrarlo —eché un vistazo a mi alrededor e intenté alejarme.

Larissa buscó mi atención y me besó una vez más. Me gustaba cuando me sujetaba el rostro. Cuando me rozaba la mejilla con el pulgar y alargaba cada beso. Me gustaba sentir su mano en mi espalda, bajando hacia mis glúteos. Me gustaba ser besada por Larissa Weems.

—¿Qué significa esto? —pregunté en medio del beso—. ¿Por qué lo haces de esta forma ahora? ¿Por qué no me has quitado la ropa?

—No lo sé. Solo... no quiero hacerlo por ahora —me soltó, caminó hacia el escritorio y aunque me paré a su lado, tardó varios minutos en volver a verme. Otra vez tuve la sensación de que quería huir.

No dije nada más. No sabía qué decir exactamente. Me sentía absurdamente nerviosa. Como una adolescente ingenua. Me encargué de buscar algún pedazo de papel para cubrir el lienzo pero no había nada. Entonces le pusimos la manta y lo sellamos con cinta adhesiva.

No era un lienzo grande, por eso no entendía por qué Larissa insistió en que la ayudara. Ella habría podido cargarlo sola. Y aún así no cuestioné nada ni me negué. Cuando llegamos a su habitación, esperé a que abriera y cuando lo hizo, permanecí en el umbral. Entró y cuando regresó conmigo, ya no tenía el cuadro.

—¿Quieres quedarte a cenar? —preguntó.

—Creí que solo querías que te ayudara a traer el cuadro.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora