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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 17


—Dales un beso a los bebés por mí —le dije a Joan mientras la abrazaba. Tenía un nudo en la garganta. Odiaba tener que despedirme de ella otra vez.

—Claro que sí, Lili. Muchos —se apartó, me mostró una sonrisa. Al igual que los míos, sus ojos también estaban húmedos. Sus manos viajaron a mi cabello. Arregló los mechones que me caían en los hombros—. Cuídate. Come bien. Y arrasa con las ventas.

Al sonreír, las lágrimas empezaron a desbordar. Abracé a Joan una vez más. Un poco más fuerte. La escuché sollozar y entonces le froté la espalda. Y a su vez, Larissa frotó la mía. Sus manos quedaron en mis hombros después. Ese gesto tan simple me armó de valor. Me hizo sentir segura, que ya no estaría tan sola.

—Me hace estar más tranquila el hecho de que ahora están juntas otra vez —añadió Joan cuando me soltó. Nos miraba a Larissa y a mí con una sonrisa.

—Créeme que yo también lo estoy —respondió Larissa. Se acercó para darle un abrazo también. Me agradaba ver que las dos personas más importantes de mi vida se llevaban tan bien entre sí. Dave rodeó a Joan por los hombros y se aferró a la maleta.

—Es hora de irnos, cariño.

—Buen viaje —les dije. Larissa se paró a mi lado. Entrelazó nuestras manos.

Las dos vimos a Joan y a Dave alejarse. Lloré cuando abordaron. Larissa no dudó en abrazarme. Y lo que más me dolía era pensar que en un par de días más estaría otra vez en ese lugar, pero ahora despidiéndome de ella. No estaba preparada para eso.

Y sabía que ella tampoco lo estaba. Larissa no quería quejarse sobre el viaje para no hacerme sentir peor de lo que ya estaba. El resto de la mañana estuvimos en el departamento. Pero por la tarde surgieron un par de cosas en la galería y Larissa decidió acompañarme.

—¿Te gustaría dar un paseo? —le pregunté cuando salimos, mientras estábamos en el auto.

—¿A dónde exactamente?

—No lo sé, a donde sea —me incliné sobre el asiento para darle un beso.

Tenía la intención de ser uno muy corto, pero Larissa no estaba de acuerdo con eso. Así que colocó una mano en mi nuca y me atrajo más hacia ella cuando quise alejarme. Tomó el control. Me derretía cuando hacía eso. Cuando sus labios aprisionaban el mío y lo succionaban con suavidad. Fui consciente de que mis latidos se aceleraban gradualmente. Mi mano viajó a su muslo para sostenerme.

—Está bien —respondió. La vi erguirse y se acomodó en el asiento para ponerse el cinturón. Yo me quedé ahí, con la respiración agitada, el labial corrido, queriendo más—. ¿Qué? —cuestionó, divertida.

—Qué cruel eres —bromeé. Me concentré en el frente y encendí el motor. La escuché reír.

No visitamos muchos lugares. La mayoría de ellos estaban atestados de turistas y era un dolor de cabeza lidiar con las filas. Así que simplemente fuimos a un par de museos, almorzamos en un restaurante cerca a uno de ellos y preferimos regresar al departamento a eso del atardecer.

Al dejar las llaves en la mesita, reparé en el sobre que Helena me entregó el día después de mi cumpleaños. Lo tomé, revisé el frente y el dorso. Hasta ese momento me di cuenta de que había escrito una nota. Me senté en el sofá para leerla mientras Larissa estaba en el baño.

«Probablemente ya te lo haya dicho al momento de entregarte esto pero aún así lo repito: ¡Feliz cumpleaños!
En todo este año aprendí a quererte, Lilith. Pero, ¿quién no lo haría? Eres una mujer increíble, además de hermosa. Tu sensibilidad como artista es fuera de este mundo. Chocar contigo en el aeropuerto ha sido una de las mejores cosas que he hecho. Y agradezco todo lo que he aprendido a tu lado. Ojalá las cosas entre nosotras hubieran podido ser diferentes. No sabes lo mucho que envidio a Larissa.
En fin, te deseo lo mejor, Lili. Que Atenas te ofrezca el mejor cumpleaños de la vida.
Besos y abrazos»

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora