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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 15


Cuando Larissa se durmió, yo salí un momento al balcón, con nada más que la bata de seda cubriéndome y un cigarrillo. Eran casi las cuatro de la mañana. El aire estaba fresco y todo en silencio. Apenas y se escuchaba la sirena de alguna ambulancia a lo lejos. Al ver las luces de la Acrópolis apagadas, pensé en darle un recorrido a Larissa por la tarde.

Me parecía increíble que a los cuarenta y cuatro años estuviera viviendo mi mejor momento. Estaba en Grecia, donde siempre quise estar, triunfando con mi arte. Acababa de recuperar al amor de mi vida y ya nada del pasado me afectaba. Joan tenía razón. Yo siempre quise eso. Pero no sabía que en verdad lo necesitaba hasta que la vida me lo mostró.

—¿Qué haces? —escuché a mi espalda. Solté el humo y agité la mano para disiparlo. Cuando di la vuelta encontré a Larissa con la pijama que no le devolví y su enorme abrigo. Sonreí ante eso.

—Hola —me alejé del barandal para llegar a ella. Apoyé las manos en su cintura—. Veo que la encontraste.

—Sabía que tú la tenías —entornó los ojos y yo me imaginé lo que estaría a punto de decir—. No sé por qué tengo la ligera sospecha de que lo hiciste a propósito.

—Así es —asentí. Larissa sonrió un poco. De pronto toda su atención pasó al cigarrillo.

—¿Sigues..?

—A veces —la solté, me acerqué a la mesa en donde estaba el cenicero, sacudí el cigarrillo y lo dejé ahí, lejos de mí.

No le estaba mintiendo. Había sido un proceso complicado al principio, pero poco a poco dejaba de fumar. Y estaba segura de que al tener a Larissa conmigo las cosas iban a mejorar. No era como que quisiera depender de ella, pero era agradable sentir el apoyo de alguien más aparte de Joan. Era bueno saber que alguien se preocupaba por mí, que me amaban. Larissa me abrazó. Me metió en su abrigo. Y yo me dejé gustosa.

—¿Por qué estabas llorando? —le pregunté mientras me frotaba los brazos.

—¿Cuándo?

—La noche en que me buscaste como Louisa.

—Porque te extrañaba —respondió. Se alejó un poco para verme a la cara—. Porque me dolía tenerte prácticamente en frente y no poder hacer nada al respecto. Porque a pesar de la situación en la que nos encontrábamos, tú eras la única que podía consolarme.

—Bueno —suspiré. Recordé los ojos rojos de Louisa, su llanto desgarrador que le impedía hablar, los sollozos fuertes y la forma en la que me miraba. En ese momento me compadecía de ella hasta el punto de querer llorar. Y ahora que sabía que en realidad se trataba de Larissa y que ese sufrimiento era por mí, mi pecho se oprimió. Sentí un nudo en la garganta—, ya todo está bien. Estamos bien. No volveré a irme. No volveré a dejarte, mi amor.

—Sí. Estamos bien —sonrió, me acarició el rostro. Sus ojos brillaban con amor en la tenue luz de la madrugada—. Y hay otra cosa que quiero que sepas.

—¿Si? ¿Qué?

—Que estoy muy orgullosa de ti, mi amor —respondió. La forma en la que Larissa me miraba, combinada con sus palabras, me produjo una sensación que no había experimentado nunca antes. Estaba feliz, en las nubes. Por un momento yo también me sentí orgullosa de mí por haberme enamorado de la mejor mujer del universo—. Por todo lo que has logrado —añadió—. Con el arte y contigo. Una vez te dije lo maravillosa que eres. Es bueno ver que incluso en eso tenía razón.

—Presuntuosa —bromeé. Volví a abrazarla. Sus latidos eran relajados. Su cuerpo estaba tibio. Quería quedarme en sus brazos para siempre.

—Lo digo en serio. Soy feliz al ver todo lo que has logrado. No voy a dejar de presumirte nunca. Soy novia de la mujer más hermosa, talentosa e increíble del mundo.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora