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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 7

Esa noche, después de la fiesta, cuando ya todos se habían ido, incluyendo al personal de limpieza, Larissa y yo nos quedamos un momento más. Ella pidió comida asiática, yo preparé unos cócteles. Estábamos en mi oficina, conversando sobre lo bien que me sentía. Una de mis piernas rodeaba la cintura de Larissa y ella me acariciaba el muslo por encima de la tela. Me había quitado los tacones y el blazer.

—¿Cómo fue que conociste a James? —preguntó de pronto.

No se me hizo extraño que lo hiciera. Ahora que sabía que habíamos sido «amigos» ese era un tema de conversación constante. Aunque yo me esforzaba por evadirlo. Solté un suspiro y desvié la mirada hacia mis manos. Pequeñas manchas de sangre se formaban en las vendas. Crecían con cada segundo. Empezaba a creer que iba a necesitar sutura.

—En una fiesta de su facultad —respondí por fin—. Acompañé a Joan y...

—Ella los presentó —concluyó por mí. Yo asentí.

—¿Alguna vez lo viste con alguna chica? ¿Sabes si llegó a tener novia o algo parecido? Era lo único que no me gustaba de él. Era todo un misterio. Incluso conmigo.

Tosí. Me estaba ahogando con el cóctel. Larissa me miró con preocupación y golpeó mi espalda suavemente. Al bajar la mirada a mi camisa, me di cuenta de que la había manchado. Me parecía increíble cómo me había destrozado la mano y arruinado mi ropa en una sola noche. Sin mencionar que casi muero por asfixia.

—Estoy bien, estoy bien —me apresuré a decir cuando vi que Larissa tenía intenciones de levantarse. Mis ojos estaban húmedos. La nariz me ardía. Pero no respondí. No le dije que James sí había tenido novia. Y que esa novia fui yo.

En cambio, lo que hice fue dejar la copa en el piso e inclinarme hacia Larissa. Tomé la aceituna de su copa, le di un mordisco y después hice que ella hiciera lo mismo. Luego la besé. El vodka sabía mucho mejor en sus labios. Ella empezó a soltarme los botones de mi camisa mientras yo le bajaba el cierre del vestido.

—Tu mano —dijo contra mis labios—. ¿No te duele?

—Un poco —admití.

—Entonces...

—No importa. Puedo hacerlo con la otra.

Volví a besarla. Con mayor intensidad esta vez. Ya no quería hablar. Mi camisa estaba completamente suelta, así que Larissa besó toda la parte superior de mi pecho, hasta subir a mi cuello. Una de sus manos estaba en mi cabeza, enredando los dedos en mi cabello rojizo y la otra en mi espalda, presionando mi cuerpo contra el suyo. A las dos nos gustaba cuando nuestros pechos se rozaban.

Le quité el vestido a Larissa y ella me quitó el pantalón. Le besé los pechos mientras tocaba cada centímetro de su cuerpo. La piel de Larissa, además de ser blanquísima era suave como un algodón. Deslicé mi lengua en el espacio entre sus pechos y la vi echar la cabeza hacia atrás mientras presionaba la mía contra sí misma, como si quisiera fundirse conmigo.

Acomodé mi mano sana en su entrepierna, le rocé la ropa interior con la punta de los dedos. Larissa contuvo la respiración, esperando a que entrara en ella, pero no lo hice. Retiré la mano y continué besando sus pechos. Me llevé uno a la boca mientras acariciaba el otro. Recordé todas las veces que habíamos estado juntas. La frialdad que se sentía en cada caricia. Y ahora era su cuerpo el que ardía. 

—Eres la mujer más hermosa de esta tierra, Larissa —dije contra sus labios.

—Tú también lo eres, Lili —apartó un mechón que me caía en el rostro y me miró a los ojos durante varios segundos. Yo estaba sentada en su regazo, sentía el calor que brotaba de él. Su vientre chocaba con el mío y la piel de su muslo rozaba mi propia piel. Empecé a percibirme sensible. Quería moverme contra ella. Me estaba muriendo por hacerlo.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora