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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 24


Larissa tenía el rostro ensangrentado, lleno de raspones. Su cabello platinado ahora era rojo en su mayoría. Sus dos brazos estaban en los costados y una de sus piernas apenas un poco flexionada hacia arriba. Me parecía que todo eso era un sueño, una pesadilla. Yo me había acercado a ella casi de a rastras porque no podía mover el brazo. Y no sabía si estaba llorando por ese dolor o por el hecho de ver a Larissa en ese estado.

-Larissa -la llamé, agitándola un poco. Le aparté el cabello que se le pegaba al rostro y cuando vi su sangre en mi mano terminé de romperme. Empecé a temblar de los nervios y del miedo. Me aferré a ella, sintiendo cómo las lágrimas me humedecían la piel-. Larissa, mi amor, despierta. Tienes que hacerlo, Hawái nos espera. ¿No era eso lo que querías?

No pude seguir hablando. El llanto me lo impidió. Solo me quedé ahí, abrazada a Larissa, recordando la últimas palabras que le dije antes de que ese auto nos impactara. Le había dicho que estaba enojada con ella, me solté cuando quiso abrazarme. Y ahora solo deseaba que despertara, que me hablara. Deseaba que abriera los ojos y que me viera como solo ella sabía hacerlo, quería que me dijera que todo iba a estar bien.

Las personas no tardaron en acercarse ni en llamar a la ambulancia y a la policía. En ese punto ya estaban en camino. A como pude yo busqué mi teléfono en el bolsillo de mi abrigo pero no lo encontré. Estaba hecho trizas a varios metros de mí, al igual que el de Larissa. Nuestras maletas se habían abierto, todas nuestras cosas quedaron regadas en la calle. Yo quería llamar a Joan, la necesitaba conmigo.

También quería mover a Larissa porque tenía la idea de que en esa posición estaba muy incómoda, pero también sabía que si ella tenía una lesión, al moverla podría agravarla. Entonces reaccioné, me apresuré a tomarle el pulso. Respiré con mínima tranquilidad al sentirlo. Era débil, pero ahí estaba. Lo que también se me ocurrió hacer fue quitarme el abrigo e intentar limpiarle la sangre de la frente.

-¿Estás bien? -me preguntó una mujer mayor, acomodándose en cuclillas frente a mi-. Tengo una botella de agua. Está nueva. ¿Quieres un poco?

-Un teléfono -musité entre sollozos-. Necesito un teléfono.

-De acuerdo -asintió. En medio de todo ese caos, de todo el miedo y el dolor que estaba sintiendo, me llenó de ternura ver a la mujer sentarse en el asfalto para estar conmigo-. Soy Ana, ¿y tú? -me tendió el teléfono pero yo dudé en tomarlo. No quería mancharlo de sangre-. No te preocupes -me dijo-. Tómalo.

-Gracias -respondí, intentando limpiarme las lágrimas con el antebrazo-. Mi nombre es Lilith. Lilith Hart.

-Qué bien, recuerdas tu nombre. Mucho gusto, Lilith. ¿Qué hay de ella? -señaló a Larissa y yo empecé a llorar otra vez. Ana se acercó un poco más. Me acarició la espalda.

-Ella es Larissa -dije con dificultad-. Es mi prometida.

-Muy bien -asintió con una sonrisa. La vi buscar en su bolso y sacó un pañuelo. Lo humedeció para limpiarme el rostro-. Quiero que sepas que todo va a estar bien, Lilith. Ya hemos llamado a una ambulancia. La ayuda ya viene en camino. ¿Necesitas algo más?

-Solo... solo necesito hacer una llamada. Pero gracias -tomé la mano de Ana para que dejara de limpiarme-. Muchas gracias.

-De acuerdo, tómate tu tiempo. Me voy a quedar aquí contigo y con Larissa.

Yo solo asentí, me senté sin despegarme de Larissa y marqué a Joan. Ya no me importaba el dolor del brazo. Solo deseaba que Joan atendiera al primer intento. Por fortuna así fue. Pero no contestó ella si no Dave. Yo respiré profundo, esforzándome por recobrar la calma. El hecho de que Ana estuviera conmigo me llenó de mucho valor.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora