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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 27


Los latidos de mi corazón estaban acelerados a más no poder. Podía escucharlos, podía sentir la presión de la sangre en mis oídos. Escuchar la voz de Larissa, ver sus ojos otra vez... Fue impactante para mí. Después de saludarla estuve atónita por varios segundos. Hasta que ella misma me hizo reaccionar.

—¿Estoy en un hospital? —preguntó. Su voz sonaba ronca, pausada. Era de esperarse, Larissa llevaba meses sin hablar.

—Lo estás, no te muevas —le dije al ver que trataba de incorporarse. Me acerqué para tranquilizarla. Aunque al sentir el agarre de su mano empecé a llorar otra vez.

—No, Lili, no llores —Larissa intentó alzar el brazo para limpiarme las lágrimas, pero tenía cables por todas partes. Si lo alzaba por completo se iba a lastimar con la aguja de la solución intravenosa.

—Y tú no te muevas —sollocé—. Hazme caso una vez. Por favor, mi amor. No te muevas, el doctor ya vendrá.

Yo me apresuré a tocar el botón, me limpié las lágrimas y acerqué la silla. Al ver que Larissa apoyó la cabeza en almohada una vez más, con los ojos cerrados, yo me asusté. No quería que se durmiera de nuevo. Me daba terror imaginar que esta sería como aquella vez que había despertado simplemente para convulsionar.

—Larissa, mírame, no te duermas —pedí casi con desesperación, al borde del llanto.

—No estoy dormida —susurró. Yo exhale con alivio—. Me siento mareada, agotada. Me pesan las extremidades. Es difícil organizar las palabras. Y esto es incómodo —mencionó, señalando la sonda de la nariz.Cuando su mirada se cruzó con la mía yo volví a llorar. Aún no lo podía creer.

—No sabes cuánto te extrañé —le dije. Pasé mi mano por su rostro. Por la frente, las mejillas, los labios. Quería besarla. Me moría por hacerlo. Larissa simplemente me mostró una sonrisa pequeña. Su mano buscó la mía. Pero no me dio un apretón. Apenas si logró cerrarla.

—Señorita Hart —me dijo Emilia cuando entró en la habitación. Ella prendió la luz y yo me puse de pie. 

Detrás de Emilia apareció el doctor con un par de enfermeras más. Él me hizo un par de preguntas, al igual que a Larissa, mientras la examinaba. Yo tuve que voltearme al escuchar que le retirarían la sonda de la nariz porque no iba a tolerar ver eso. El corazón se me encogió ante los primeros quejidos de Larissa.

Por más que hubiera querido estar a su lado desde el inicio, no pude. Me quedé paralizada, sintiendo náuseas y esa sensación del cuerpo adormecido, como si hubiera estado a punto de desmayarme. Pero a pesar de todo eso conseguí armarme de valor. Caminé con la cabeza hacia abajo, me senté a su lado y le sujeté la mano.

—Todo está bien —le dije sin alzar la vista de nuestros dedos entrelazados.

Según lo que había estado investigando y conversando con Emilia, era seguro que por las siguientes semanas o meses, Larissa tardaría en recuperarse. Eso incluía la habilidad motora, el habla y las secuelas psicológicas de enterarse que había estado en coma por tanto tiempo. El doctor me dijo lo mismo.

Habría que realizarle muchas pruebas, Larissa tendría que asistir a cientos de terapias. Y lo peor de todo era que aún no podría regresar a casa. Era necesario esperar un par de semanas más. Aún así, yo agradecía que, en comparación de muchos pacientes con trauma craneoencefálico, ella sí había despertado. Y lo hizo sin tantas secuelas.

—¿Qué sucedió? —preguntó cuando estuvimos solas otra vez. Larissa ya no tenía tantas cosas encima, pero sí le habían dejado la solución intravenosa y la mascarilla del oxígeno.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora