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𝐂𝐚𝐩í𝐭𝐮𝐥𝐨 3

El mundo desaparecía cada vez que Larissa estaba sobre mí. Para mí no existía nada ni nadie más cuando sus manos me acariciaban y sus labios besaban cada centímetro de mi cuerpo. Me gustaba la sensación de su su cabello rozando mi cuello. La sensación del aire tibio de su respiración golpeando mi piel.

Me gustaba recorrer su espalda con mis dedos, presionarla contra mí hasta que su pelvis se rozara con la mía. Larissa me estaba besando el cuello y su mano estaba en mi entrepierna. Yo tenía los ojos cerrados, los labios entreabiertos y me sentía en las nubes. Las veces anteriores nunca nos habíamos dicho nada. Pero esa vez creí que sería una buena idea hacerlo.

—Eres increíble, Larissa —susurré en su oído. Sentí sus dedos en mi interior y gemí. A ella le encantaba escucharme—. Eres preciosa, sobre todo. Y creo que me gustas.

Ella se detuvo y yo abrí los ojos. Supe que lo había echado a perder cuando me miró con el ceño fruncido. Se cubrió con la sábana, se acostó a mi lado, con la vista fija en el techo. La admiré un segundo. Tenía la frente sudorosa y unas cuantas hebras de cabello se le pegaban en la sien por eso.

Yo no estaba enamorada de ella, no fue eso lo que quise decir, pero después de haber descubierto que me quería únicamente para ella, que le daba celos imaginarme con alguien más, creí que podríamos llegar a tener algo más que solo pequeños encuentros.

—¿Qué quieres decir con que te gusto? —preguntó cuando por fin me miró.

—Eso —me encogí de hombros. Estaba acostada al igual que ella, pero boca abajo, con los codos apoyados en el colchón—. Seguramente no soy a la única a la que le gustas. No es nada del otro mundo.

—Te dije que nada pasaría entre nosotras.

—Es que nada está pasando. Solo somos dos adultas teniendo un poco de diversión. Pero me da curiosidad, ¿sabes? —me senté, sin cubrirme. Mis pechos seguían expuestos y toda la atención de Larissa se centró en ellos—. Quiero saber el por qué no podríamos.

—¿No podríamos qué?

—Llegar a algo. Dame una explicación.

—No tengo tiempo para eso —dijo con desdén. La vi levantarse con la sábana y entró al baño. Pero no cerró la puerta.

—¿No tienes tiempo para darme una explicación o para tener algo serio? —pregunté mientras salía de la cama. Fui al armario para buscar mi pijama.

—Por Dios, ¿algo serio? —la escuché decir. 

—Lo sé, a mi también me asusta esa idea —admití.

Estuvimos en silencio por un momento. Yo me senté en el tocador, me até el cabello en un moño, me quité las lentillas y empecé a desmaquillarme. No me arrepentí de haberle dicho que me gustaba. Porque esa era la verdad y en ese sentido, a mi no me gustaba mentir. Para cuando Larissa salió del baño, yo ya estaba en la cama otra vez.

—¿Y por qué lo sugieres entonces? —quiso saber.

—No lo estoy sugiriendo, solo digo que me da curiosidad. Eres una mujer libre. Eres adulta. ¿Por qué no querer una relación?

—Porque hay cosas más importantes que eso. No es mi prioridad. Nunca lo fue.

—De acuerdo —asentí.

—Y no voy a cambiar de opinión ahora.

—Está bien, Larissa —tomé mi teléfono y deslicé la caja de aplicaciones una y otra vez. Me sentía estúpida. Me disgustaba admitir que su respuesta me había dolido un poco.

𝐋𝐢𝐥𝐢𝐭𝐡 | 𝐋𝐚𝐫𝐢𝐬𝐬𝐚 𝐖𝐞𝐞𝐦𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora