Maldita colchoneta inútil.
O quizá la maldita inútil sea yo.
¿A quién se le ocurre querer dar lecciones sobre cómo se ajusta un nudo en el arnés si luego escala un rocódromo sin la cuerda de seguridad? Observo cómo Marco me venda el pie izquierdo que, gracias a mi suprema inteligencia, me he lesionado al caer sobre la colchoneta. La profesora no se ha dignado a darme las gracias por haber «salvado» a Marco, sino que me ha echado la bronca por actuar de forma irresponsable en una situación que requería mantener la cabeza fría. Se me ha olvidado decirle que a ella le pagan por estar presente en ese tipo de situación y no tomándose un café.
Lo sé, soy idiota.
Miro la pulsera en la muñeca de Marco, bailando con los movimientos circulares que hace con la mano para hacerme presión en el tobillo. Me duele y mucho. Siento que todo me sale mal y que lo único que podría cambiar mi vida es entrar en la universidad, cambiar de aires. Levanto la vista al cielo apoyando las manos en el banco de madera y gruño desquiciada cuando Marco me aprieta demasiado.
—Perdona, Anya. Yo no...
—No te preocupes —le resto importancia, aunque haría añicos su pulsera por todo lo que ha provocado.
—No, perdona por antes. Por meterte en un aprieto.
—Lo importante es que tu pulsera sigue con vida —digo con una sonrisa que no sé de dónde sale.
—Es lo único que sigue con vida de mi padre.
De pronto, se me corta la respiración. Su padre, ¿qué?
—Menos mal que estabas ahí, si nadie me hubiese ayudado, si hubiese tenido que soltarme o romperme la pulsera, yo...
—Podrías habértela quitado y haber vuelto a subir a por ella luego —recapacito.
Tarde, pero lo hago. Marco me sonríe, puedo ver sus brackets con gomillas de colores.
—Tienes razón. Soy un idiota.
—Ambos hemos fracasado en lo único que podíamos hacer bien —bromeo haciendo alusión al nudo que debí haberme hecho.
Me hace un lazo torcido con la venda sobrante y el cabello negro se le agita al subir la vista a mi posición. Luego, se sorprende al divisar algo detrás de mí y noto que sus mofletes se sonrojan. Por pura curiosidad echo la cabeza hacia atrás y me encuentro con un rostro al revés. Con los labios de Asher Harper y un tambor de latidos desmesurados en mi pecho. Me enderezo de inmediato. Mi garganta se niega a emitir sonido alguno.
—Yo... tengo que volver. Avisaré a Verona —noto que se excusa Marco con los mofletes colorados para largarse cuanto antes.
El silencio reina por un instante. El calor de media mañana me pesa. Oigo los pasos de Asher y veo cómo se sienta a mi lado con una caja de documentos en su regazo. Imita mi postura y contempla el cielo repleto de nubes blancas y una luna que sigue percibiéndose al fondo. Me obligo a mantener la compostura, a que mis ojos no pierdan el control y quieran memorizar su perfil perfecto para luego dibujarlo con mi lápiz mordisqueado.
—¿Estás bien?
—Tullida.
Que se vaya, que se vaya. O no seré capaz de volver a evitarlo.
—Eres la chica de los desastres —dice divertido.
—¿Por qué dices eso?
—Siempre que te encuentro estás envuelta en algún desastre: la araña y ahora el pie.
«Siempre que te encuentro» suena demasiado bien.
—Tienes razón, en algún punto de mi vida creo que la suerte decidió abandonarme.
Las comisuras de Asher se amplían en una sonrisa sigilosa. Me gusta su cabello café, alborotado y algo largo, y su mirada cuando se posa en la mía. Tengo la suerte de que ahora lo esté haciendo. No sé qué hace aquí, pero es el momento más feliz del día. Querías acabar con esto, Anya. Querías evitarlo. Vuelve a sonreír y se me olvida lo anterior.
—Qué dramática.
—Hoy, por ejemplo, me he comido la colchoneta y he perdido mi dignidad durante la caída —me burlo de mí. Sin darme cuenta, ya me estoy riendo sola.
—Ha sido una caída con elegancia.
—¿Me has visto?
De inmediato carraspea y aparta la vista. Deja de relajarse para ponerse erguido y sujetar las esquinas de la caja como si quisiese marcharse. ¿Me estaba viendo de verdad? Reprimo una sonrisa tonta porque no me puedo creer que esté hablando con él de esta forma, que haya venido y se haya sentado a mi lado. Hace una semana lo veía en el tren quedándose dormido con un libro en la mano o vagar por los pasillos del instituto en secreto. El corazón me brinca de emoción.
—Tengo que llevar esto a clase —dice, se levanta y en lugar de irse coloca la caja en el banco y se agacha frente a mí—, pero antes...
Sé que existen libros de supervivencia que enseñan a defenderse de un oso o a sobrevivir a un tsunami, y me pregunto por qué nadie ha escrito uno que enseñe a reaccionar frente a estos momentos. Puedo ver el cabello de Asher a centímetros de mí, puedo olerlo. Inspiro, huele a menta. Sus dedos me rodean el pie lesionado, desatan el lazo torcido de Marco para hacer uno perfecto y suspiro abrumada por lo acelerado que tengo el corazón. Ya ni siquiera me importa lo rojas que puedan estar mis mejillas. No sonrío cuando me devuelve una mirada celeste. Tengo los músculos de la cara tan tensos por la timidez que desearía poder esconderme tras los mechones cobrizos de mi pelo.
—Gracias —musito avergonzada.
Igual podría decirle que somos vecinos, preguntarle si le apetece volver juntos en el tren a la salida, confesarle que desde mi ventana veo la suya. O regalarle en agradecimiento uno de los bombones de menta que guardo en mi mochila. Podría hacer cualquiera de esas cosas y sería la chica más feliz del mundo pudiendo compartir algunos instantes más con él antes de que se vaya, pero la valentía me abandona cuando me percato de que Verona está acercándose a nosotros. Ojalá no fuese tan cobarde.
—Deberías volver.
—Sí.
—Gracias por el lazo.
—Nos vemos, Anya.
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©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)
Dragoste🧡FINALISTA WATTYS2023🧡 Anya Holloway ha estado enamorada de Asher en secreto durante más de un año. Sin embargo, cuando empiezan a correr los rumores de que Asher ha roto la relación con su famosa novia, la mejor amiga de Anya organiza una quedada...