63 - Anya Holloway

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En el aire se forma una curva de gotitas que chispean cuando Kai sale a la superficie y se sacude el cabello empapado hacia atrás. Se frota la cara con ambas manos y abre los ojos impactado al detectarme inmóvil aún de pie frente a la piscina.

—¿A qué esperas?

A que mi corazón deje de temblar para poder pensar con claridad.

La piel húmeda de los hombros y del cuello le brilla a la luz de la luna. Aunque creo que solo me tiembla el corazón, descubro que también lo hacen mis piernas y mi voz porque me veo incapaz de dar un paso o de abrir la boca sin hacer el ridículo. Además, desvestirme delante de él no entraba en los planes que había ideado para hoy. Prueba de ello es que llevo un sujetador negro de encaje que no se ajusta al estilo infantil de mis bragas blancas con fresitas estampadas. Sé que es una tremenda tontería porque es casi lo mismo que llevar puesto un bikini y no debería importarme lo que Kai piense de mi cuerpo. Ha visto parte de mi interior, que para mí significa más.

—¿Eres una chica tímida, Anya? —insinúa haciendo una mueca de burla.

—¿Y qué si lo soy? —respondo a la defensiva.

—Así que era eso —comenta acercándose al borde de la piscina.

Bajo la vista a su mirada atenta, el agua del cabello le cae por la clavícula creando un minúsculo reguero de gotas que se pierden en la oscuridad del ambiente y del tatuaje en su pectoral izquierdo.

—Vamos, hay confianza —me insiste.

—Una confianza que te has sacado de la manga, me parece —protesto, más bien por llevarle la contraria.

—Me daré la vuelta hasta que te metas en el agua.

Me tomo unos segundos para dudar; en realidad ya he decidido que no quiero perder la oportunidad de bañarme en esta tentadora piscina que ahora mismo existe solo para nosotros dos... ni de compartirla con él, porque en el fondo es lo que más me apetece. Asiento, Kai se voltea y me deleito contemplando los músculos en tensión de su espalda y de los brazos extendidos en el borde de la piscina antes de girarme por pura convicción de que así estaré menos expuesta. Me quito las zapatillas blancas. La cremallera lateral en la cintura hace un sonidito al descender y mi vestido cae al suelo. Ni siquiera me preocupo por recogerlo porque me tenso al oír el movimiento del agua a mis espaldas.

—Ni se te ocurra mirar —le advierto.

—Demasiado tarde —susurra por detrás.

Puedo notarlo cerca sin tener que mirar. De repente, las yemas de sus dedos masculinos se posan en mis muñecas y empiezan a pasearse por mis brazos de arriba abajo produciéndome un cosquilleo que me obliga a cerrar los ojos. La sutileza con la que me acaricia mientras escucho su respiración en mi oreja me estremece de un modo casi hipnótico. Como si tuviese el poder de hacer desaparecer el mundo. Por inercia inclino hacia atrás mi cabeza y mi coronilla se topa con su torso caliente pero mojado. Respiro hondo sin atreverme a abrir los ojos porque sé que encontraré su mirada a centímetros de mí. No sé qué está pasando, solo que tengo miedo y a la vez un inmenso deseo de sentirlo aún más cerca.

El vértigo se apodera de mi estómago cuando sus dedos se detienen a la altura de mis codos, los agarra con delicadeza y pega su cuerpo al mío mientras rezo en silencio para que no se percate de que estoy temblando entera.

—Había venido a asegurarme de que no escaparías —murmura en bajo, por lo que su voz se vuelve un poco más grave.

—Ni siquiera puedo hacerlo ahora —contesto en un suspiro.

Su risa ronca hace que me muerda el labio inferior, aunque cuando recuerdo que Kai probablemente está viendo cada uno de los gestos que me está provocando, relajo el rostro con las mejillas en llamas. Desplaza las manos a mi cintura. Una corriente electrizante muy distinta a cualquier otra que haya sentido antes me recorre el vientre. Luego, la cabeza. Y me pregunto qué pensaría si le confieso que me muero de ganas por girarme, tocarlo, besarlo.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora